El
nombramiento de Pedro Tinoco como Presidente del Banco Central fue el
momento cumbre de la corrupción en el siglo pasado, en lo que atañe a
Venezuela, obviamente. Sucedió a comienzos del segundo gobierno de
Carlos Andrés Pérez, cuando el neoliberalismo estaba de moda y la Unión
Soviética agonizaba. Para esa época, Tinoco era el Presidente del Banco
Latino, cargo que venía ejerciendo desde mediados de los años 70. Al
asumir su nueva responsabilidad el Banco experimentó un crecimiento sin
precedentes (no el Banco Central, por supuesto, sino el Latino). Más que
referirme a los detalles de este sonado caso de malversación y desvío
de fondos públicos, quiero hacer notar que Pedro Tinoco consiguió aquel
año 89 lo que cualquier estafador desearía: financiar sus proyectos
privados con dinero del Estado.
Hoy
en día no existe ese riesgo, o mejor dicho, no existe el riesgo de que
eso ocurra en el Banco Central. Tampoco existe el riesgo de que el
Primer Mandatario Nacional coloque al dueño de un canal de televisión al
frente de CONATEL ni al dueño de una empresa de alimentos al frente del
INDEPABIS. Sin embargo, no todos los frentes están cubiertos.
En
la Administración Pública hay una “figura” que está utilizando los
fondos de la Nación para potenciar su proyecto personal, además lo está
haciendo de forma abierta y notoria. Es un hombre de negocios que
prefiere no asumir claramente su gusto por el dinero, es un banquero
autodidacta que se sabe disfrazar de “Patriarca Sacrificado” para
disimular sus ambiciones, es un empresario que se vale del
sentimentalismo para apuntalar sus políticas autocomplacientes, es (en
pocas palabras) una versión mejorada (o empeorada) de Pedro Tinoco.
Todos lo días es venerado en la televisión, en la radio y en la prensa,
pero ojo, por tratarse de él debemos hablar de noticias e información y
no de propaganda; nunca en Venezuela se vio una campaña publicitaria más
grosera y enajenante, ah, y sin derecho a réplica, ni a protesta, ni a
crítica constructiva, ni a sugerencia alguna. Sus palabras son órdenes y
sus opiniones no se discuten: se acatan. Su poder no está sujeto a
elecciones y sus decisiones no están sometidas a la ratificación de
ningún colectivo popular. Varios de los dirigentes más “inteligentes” de
nuestro país lo consideran un gran artista, otros no lo toman en cuenta
porque están ocupados en cosas “más serias”. Su horario de trabajo lo
determina él mismo en función de sus propios intereses, lo mismo ocurre
con su agenda de reuniones y sus viajes al exterior. De su aliado y
amigo Pedro Tinoco aprendió lo necesario para “desenvolverse” en el
mundo de las “relaciones
institucionales”, área en la cual terminó convirtiéndose en un verdadero “MAESTRO”…
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