A Julian Assange de WikiLeaks lo juzgan por terrorista y a Luis Posada Carriles por embustero. Como enjuiciar a Al Capone por malas notas en la escuela.
Así opera la Inquisición. Esa santa y paranoica institución desató su furor persecutorio mediante la estigmatización de la víctima, al elevar la herejía a Mal Absoluto. Quemar vivo a un hereje, preferiblemente a una hereje, porque la Inquisición era misógina, era un mal menor al Absoluto.
Uno supone que calificar a alguien de Mal Supremo debe hacerse con solemnidad, con miramiento, luego de escrutar las minucias, etc., porque es algo que merece la hoguera; pena, me parece, bastante molesta.
Pero no, la Inquisición Santa prodigaba el calificativo de hereje sin cortesía y le raspaba un fósforo en cualquier plaza vacante. No se sabe cuántas “brujas” mandó a achicharrar vivas. Una señora se mostraba algo danzante y los santos frailes la torturaban y hacían tostar por hechicera. Imagina los alaridos desesperados, sus hijos e hijas incluidos, el olor a carne quemada. ¿Imaginas a Cristo en eso?
El método no ha cambiado mucho allá que se diga. Al soldado Bradley Manning, acusado de filtraciones a WikiLeaks, lo tienen en condiciones no mucho mejores: no lo dejan dormir, lo hacen caminar en su celda horas y horas y demás tratos, como los de Abu Ghraib y Guantánamo, propios de una verdadera democracia; no esta dictadura venezolana en que los asesinos de oposición gozan de Internet, Blackberry y otras torturas despiadadas, que eso parte el alma francamente.
Ya no te motejan de hereje porque la Iglesia perdió el poder exhaustivo que otrora le causó tanta fruición. Hoy eres terrorista. A los trancazos. No te tomas la sopa, miras a quien sea con lujuria, se te rompe el condón y no paras el coito, como Assange, y la Gran Democracia te puede llamar terrorista y prepárate a morir.
El gobierno venezolano, elegido y relegitimado como en 15 elecciones, ocupa unos hoteles vacíos para que la gente con el agua infecciosa a la cintura no pase la noche de pie, en total oscuridad, aterrorizada por otra posible creciente, con críos en brazos, y cualquier personal menor del Departamento de Estado lo puede intitular terrorista.
Es más, este artículo es terrorista. Y tú que lo lees también. ¡Corre!
roberto.hernandez.montoya@gmail.com