“Que el fraude electoral jamás se olvide. Ni tampoco los miles de muertos inocentes”

Paz y justicia

La Marcha por la Paz y la Justicia efectuada el pasado domingo en la Ciudad de México y en otras ciudades del país y del extranjero cumplió con creces sus metas iniciales. Miles de personas respondieron afirmativamente a la convocatoria para tomar la calle y manifestar el hartazgo ante la situación de criminalidad y violencia que impera en el país; muchas de ellas lo hicieron por primera ocasión y aprendieron a perder el miedo a expresarse. Muchos miles más que no marcharon, manifestaron su solidaridad al paso de los contingentes, con el aplauso o con el vaso de agua al marchante. No exagera Javier Sicilia cuando, echando mano de las herramientas demoscópicas de los encuestadores, dijo que ahí estaba representado el 80% de la población nacional, incluyendo todos los estratos socioeconómicos y todas las edades, con una importante representación de la juventud.

Otra meta alcanzada a cabalidad es la que se refiere a la respuesta del régimen. Por lo pronto todos los que tienen que ver con los asuntos públicos se ven obligados a tomar en cuenta el reclamo popular que exige paz y justicia.  No es poca cosa, especialmente en este mundo al revés del discurso oficial triunfalista; tampoco es menor el efecto de mostrar el fracaso de quienes han supuesto que el pánico social les permitiría gobernar a su antojo. La marcha mostró que el pueblo está despertando del letargo en que lo tienen sumido entre telenovelas y teletones, junto con la mendacidad de la propaganda oficial. Caderón en cadena nacional, con lujo de discurso enérgico, no pudo contener la avalancha manifestante. Cada vez convence menos y a menos.

Fue importante la exigencia de la renuncia de Genaro García Luna. La sociedad movilizada necesita comprobar y exhibir el talante del que dice gobernar al país; saber si hay disposición para modificar una política que ha demostrado absoluta ineficacia o si, por el contrario, se mantiene la rigidez y la tozudez  como forma de gobierno. La respuesta fue inmediata: García Luna se queda y las cosas se mantienen sin variación, “haiga de ser como haiga de ser”. No podría esperarse otra cosa; lo importante es que la intolerancia quedó de manifiesto sin dejar lugar a dudas. Calderón confirma su decisión de imponer su voluntad a cualquier costo; no le importó una manifestación del tamaño y la trascendencia de la que exigió el recuento de los votos en el 2006; no le ha importado la oposición generalizada a la privatización de PEMEX; ha hecho caso omiso a la demanda por corregir el modelo económico depredador vigente; le pasó de noche la derrota sufrida por él y por su partido en las elecciones intermedias y tantas otras muestras del desencuentro entre su personal voluntad y la de la mayoría de los mexicanos. Nadie se llame a sorpresa; tal condición ha sido advertida y denunciada hasta el cansancio por la única voz que, sin micrófonos ni cámaras, lo clama y lo demuestra en todos los rincones del país.

Así  exhibido el talante antidemocrático de Calderón, se confirma el éxito de la marcha y las posibilidades de ascenso en el grado de la protesta, la que jugará un rol de primera importancia en las elecciones del próximo año. Todos los actores del proceso político se ven obligados a tomar seriamente en cuenta la voluntad popular expresada en la movilización.

Sólo tengo que lamentar, desde este mi muy particular punto de vista, que el discurso de Sicilia y las declaraciones de sus voceros hayan desperdiciado la oportunidad de servir de instrumento afirmativo de educación política y, en cambio, haya privilegiado la alternativa del voto nulo en las elecciones presidenciales, lo que constituye la más aberrante negación de la política.  Pietro Ameglio declaró a La Jornada (Alfonso Urrutia 07/05/11) “Mientras la sociedad civil pone por delante solucionar esta guerra y sus muertos, los políticos están empeñados en su agenda electoral”. Por su parte, Rocato declaró al mismo diario (Rubicela Morelos 10/05/11) “…si no hay respuesta (de Caderón) la lucha y la resistencia civil continuarán, para que la gente afectada por esta guerra no vote en las elecciones del 2012 y convenza a sus familiares de no hacerlo”.  Yo me pregunto si existe alguna otra forma de resolver los problemas nacionales que no sea la política y si ésta no implica el sometimiento de las distintas propuestas al voto ciudadano. Definitivamente, no existe otra forma válida. El discurso a que aludo coloca a todos los políticos en condición de delincuentes y criminales,  lo que, además de ser falso, se convierte en un paso al abismo cuando ya estamos en la orilla. Ha sido la abstención ciudadana, en todo caso, la causante de la infiltración de los corruptos en el quehacer político; fomentar la abstención sólo sirve para consolidar tal descomposición. El mejor escenario para los malandrines es que se les deje el campo libre para continuar con sus privilegios.

Por favor, amigos, corrijan y no desperdicien la oportunidad que se les ha presentado. No abundan.

gerdez999@yahoo.com.mx



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Gerardo Fernández Casanova


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