Silvio Rodríguez
Aquellos que ven los
toros socialistas desde la talanquera del poder mediático petrolero,
asumen que la lucha de clases es el odio violento de los pobres contra
los ricos, en consecuencia, avalan la guerra mortal de los ricos contra
los pobres como legítima defensa propia del Estado burgués. Armados
de violencia estatal hasta sus tuétanos liberales o conservadores,
los socialistas de retórica y facsímiles son capitalistas de hecho
y de derecho. Apenas reconocen del socialismo su propuesta estética,
su romance literario, plástico, cinematográfico, épico; propagan
que el socialismo alcanza cénit cuando se le ofrece a un mendigo un
refresco y un sánduiche de mortadela; esos, no son imprescindibles
para la Historia. Tampoco son imprescindibles aquellos socialistas de
variadas, fragmentarias e inconexas lecturas, ideólogos tuttifruti
al servicio de Cristo en la mañana, intérpretes del Ché al mediodía,
discípulos de Mariátegui al atardecer, exégetas de Nietzsche en los
postres, lectores de Marx, nunca; encaprichados en hacer del socialismo
su fin que justifica cualquier medio para transmutarnos a todos
en neoclasemedia bon vivant electrodomesticada, y erradicar ¡por
fin!, esa incómoda lucha de clases insuflada por el marxismo de ultraizquierda
en el imaginario colectivo.
Lo que ignoran, u omiten,
los socialistas petrodolareros, es que la dinámica milenaria de la
lucha de clases, obedece a la imperante voluntad de la minoría explotadora
de someter a la mayoría explotada bajo las instituciones que para ese
propósito crea, mantiene y defiende como clase dominante; tal dinámica
genera por obligación de sobrevivencia, la resistencia activa -consciente
o no, voluntaria o no-, de los explotados, contra tal sujeción política,
económica, y por ende cultural, porque la cultura es la respuesta intuitiva
a las presiones político-económicas ejercidas sobre los pueblos bajo
determinados modelos sociales, y las artes son la expresión sublimada
e individual, de tales presiones.
El arte colectivo aparece
cuando un grupo numeroso de individuos, deja de enaltecer tales presiones
y procede a objetivar los conflictos sociales que les agreden directamente
-guerras, hambrunas, delincuencia, anomia, dictaduras, drogas-, como
conflictos policlasistas. Independientemente de la arista política
que prefiera cada individuo por separado, el colectivo artístico se
funda en circunstancias que sensibilizan a casi todos, por ejemplo la
Segunda Guerra Mundial -aunque la guerra mundial no es una sucesión
numérica sino un continuo que en algún momento alcanza cúspides-,
gestó en la decadente y derrotada Europa, una propuesta estética que
desplazó al teologismo, al positivismo, al costumbrismo, al romanticismo,
y le sumó a las tres dimensiones humanas, las dimensiones sicoanalíticas
y las de la relatividad. Por eso Stalin no pudo impedir el rechazo de
su voluntarismo maniqueo, no pudo imponer su pacato realismo social,
propagar moralinas caudillistas no es arte, arrogarse una dictadura
en nombre del proletariado es contrarrevolución. Por eso Rusia nunca
culminó su etapa transicional a ningún lado y demostró que anexionismo
e imperialismo son el mismo musiú son el mismo cachimbo. Por eso los
oportunistas le ponen apellidos al Socialismo y lo disocian del Comunismo;
porque es mucho más fácil que intentar disipar los temores que la
mayoría tiene.
EUA, durante la Segunda
Guerra hizo su debut imperial, reacomodó a su antojo la geografía
capitalista y se adjudicó el Primer Mundo, amontonó en el Tercero
a África, Asia y América del Sur, y al resto lo hospedó en el Segundo,
siguiendo un orden de menor a mayor empobrecimiento, a partir de tal
hito todo cuanto no defienda ese orden imperial burgués, es comunismo,
porque el comunismo es el único Movimiento -con o sin Partido-, que
identifica a la burguesía como clase enemiga del proletariado, y al
proletariado como la clase productora de la riqueza que la burguesía
usurpa: el neoliberalismo lleva bastante más de medio siglo confirmando
que la pobreza por trabajo propio es proporcionalmente inversa a la
riqueza por trabajo ajeno, y aquí se asoma Julián con su canta y su
guitarra.
La canta guerrillera
de Víctor Jara, Alí, Silvio, Julián, es al Tercer Mundo lo que el
cubismo, el surrealismo, el rock, el cinetismo, etcétera, es al Primero
y al Segundo: arte colectivo, arte en revolución, arte vivo, arte multidimensional,
arte en proceso, arte comprometido en carne, sangre y huesos, arte sin
ministerios, ministros ni burocracias, arte de ciudad latiendo en las
montañas nuestroamericanas habitadas por millones de Ché. La canta
guerrillera de Marulanda, Raúl Reyes y Julián, es porque todo el napalm
no pudo con las pobladas selvas de Vietnam, porque USA está demasiado
cerca y Dios demasiado lejos, y porque no les dá la gana de ser una
colonia norteamericana aunque a Santos se le vayan en oponerse a ello,
los dólares de la recompensa gringa por la captura mercenaria de Guillermo
Enrique Torres Cueter.
Esas son las razones
de Estado que debería esgrimir el Ministro de Cultura para considerar
a Julián Conrado invitado especial de la Revolución Bolivariana, embajador
cultural del movimiento de liberación colombiana -liberal es opuesto
a libertario-, a esa guitarra enguerrillada debería saludar Izarra
mediante el Twitter que tanto placer le brinda, pero él prefiere
la guitarra paraca y el ombligo empolvado de Shakira. A Julián
Conrado, Santos le imputa el delito de protagonizar las conversaciones
del Cagúan y gestionar la paz, por eso lo requiere la DEA mediante
circular roja de la honorabilísima Interpol. Gracias al tratado de
extradición que existe entre Colombia y Estados Unidos, cuando Chávez
le entregue el cantor a la gata maula Hillary ¿quién será el mísero
ratón? Entregar a Julián Conrado a la burguesía santanderiana obliga
a evocar la sentencia de muerte a los golpistas que dictó David Morales
Bello el 4 de febrero de 1992.
A través de Aporrea,
nos han advertido críticamente y con razón, a quienes rechazamos la
traicionera entrega de Pérez Becerra al terrorismo de Estado colombiano,
sobre el silencio mantenido ante los ocho guerrilleros previamente deportados,
los campesinos asesinados por los paracos, la prisión sin procedimiento
legal de nuestros indígenas, y otros casos más con el mismo estilo
sospechoso de lesa revolución, y aunque a veces el tono de la advertencia
lindaba con la descalificación y la afrenta, sirvió para la reflexión:
nos dejamos desmovilizar después del 13 de abril, la cúpula del PSUV
ha sido la madre castradora, desmovilizadora. El billete contante y
sonante, inflacionario, reemplazó la desenvoltura incondicional; la
logística frenó las ganas de ir a cualquier parte convocados por el
optimismo; la vestimenta roja se uniformó aunque los PDVSA lucen
chemises de marca con su logotipo y viajan en superbuses refrigerados,
y los demás usamos franelas genéricas de cualquier talla y viajamos
en catamaranes destartalados.
El PSUV nos convirtió
en ejército improvisado con mandos improvisados, en fin, nos volvimos
caricatura de nosotros mismos repitiendo hasta el hartazgo dos o tres
consignas flojas; los mismos grupos y sus mismas canciones para toda
ocasión, alienan; esperar durante horas al Comandantepresidente se
volvió aburrido; calarse las arengas gritonas de los tarimeros clones
de Darío Vivas, provoca náuseas ideológicas; impacienta recibir por
mampuesto los regaños y reclamos de ministros, viceministros, directores,
funcionarios, casa militar y cualquier otro bicho de uñas cada vez
que se dirigen al auditorio que ya no es auditorio sino resignación
de empleado público clamando con sonoros bostezos por el refrigerio
y la hidratación. Nos desmovilizó la rutina burocrática, haber ido
una vez a cualquier actividad del Partido Único es haber ido a todas
las pretéritas y las por venir. Comenzamos a justificar insensateces
como amnistiar a golpistas y paracos magnicidas, el perdón de Arias
Cárdenas, la expulsión de Tascón, las prisiones de Lina Ron, el gasto
billonario en obras que no existen, el enroque de incapaces en cargos
de alto gobierno, el “alto gobierno”, la inercia legislativa de
la Asamblea Nacional, el nepotismo a todos los niveles del alto y bajo
gobierno, la Ley de Educación Universitaria aprobada con bombos y platillos
y vetada sin pena ni gloria, los ministros fracasados nombrados embajadores,
anunciar aumento del IVA hoy, y no aumentarlo mañana para que los malditos
usureros dejaran los precios aumentados al instante de la amenaza, y
pare de contar que no de sufrir. Así, poquito a poco nos desmovilizaron,
y la desmovilización aísla y el aislamiento cuando no frustra, insensibiliza.
Pérez Becerra ha sido como la gota que derramó el océano, Julián
Conrado es el subsiguiente eslabón de no sabemos cuántos más. Por
ahora, Piedad Córdoba, ten cuidado adónde te vas a proteger del fascismo;
de pana, no te recomiendo Venezuela.