En este corto análisis pretendo indagar y aproximarme a una respuesta, de si es acertado el argumento que explica que el aumento del delito es resultado directo de la pobreza y el desempleo. Quizás pareciera simple la interrogante, pero no lo es. Interpretaciones nos develan una mayor complejidad en el estudio del delito, para lo cual es necesario exponerlos y verificar otras dimensiones en esta interrogante. En el cual elementos de índole económica nos hacen discurrir a teorías que nos ofrecen otro panorama o mirada del fenómeno del delito.
Debemos considerar que la infracción penal o la comisión de un hecho punible, es comprendido en términos llanos como el quebrantamiento de una norma. Esa norma que constituye una hipótesis de hecho que prohíbe y sanciona, y que consagra como delito determinadas conductas. Principio de legalidad y tipicidad penal. Pero nuestro interés está circunscrito, de acuerdo a la interrogante formulada a una relación de causa-efecto del hecho punible, más que de una dimensión técnico-jurídica del delito. No obstante nuestras premisas de análisis se centran sobre el delito, pero no está de más aclarar este punto.
Como segunda consideración es claro y reiterativo la multicuasualidad del fenómeno del delito, es decir que no obedece a circunstancias univocas sino múltiples. Para lo cual este análisis es solo una mirada del fenómeno delictual, atendiendo a dos variables pobreza y desempleo, que en cierta medida evidencia la complejidad de fenómeno delictivo.
Así como última consideración tenemos que el sentido común nos indica que la pobreza y el desempleo son potenciadores o factores que estimulan la comisión del delito. La precariedad económica y la ausencia de los mínimos recursos para la subsistencia o la satisfacción de las necesidades básicas nos aducen un estado de necesidad inminente, que requiere ser satisfecho. Pero hasta qué punto estas circunstancias son disparadores o potenciadores en la comisión de delitos, y qué se encuentra detrás de todo ello.
Quizás es interesante indagar al respecto sobre el trabajo de Jock Young, “La sociedad excluyente”, en el cual realiza un estudio sobre la sociedad industrial de las últimas tres décadas del siglo XX, y el mismo observa un elevado individualismo y una fuerte demanda de igualdad social de tras del creciente mercado. Es decir de una sociedad de inclusión a una sociedad fragmentada, con tres dimensiones en su exclusión: a) exclusión económica: mercado de trabajo, b) exclusión social: gente y sociedad civil y c) exclusión del sistema de justicia. (Young, 1999)
Es curioso porque Young manifiesta que pese a una tasa de empleo alta, elevadas condiciones de vida y crecimiento económico satisfactorio comprendido en el periodo 1960-1970 de los países industrializados la misma no se tradujo en menos delito, sino que por el contrario se incrementó. El prenombrado autor es muy claro al señalar que los cambios realizados al mercado, la producción y el consumo contribuyeron inexorablemente a la perpetración de mayores delitos. Este proceso de división e incertidumbre social, puso en diatriba la misma idea de orden.
Asimismo es interesante los resultados arrojados en la investigación titulada “¿Pobreza=Delito? Los factores socioeconómicos del crimen y el derecho a la seguridad ciudadana”. De la Comisión Nacional de Derechos Humanos del Estado de México. En especial en atención a estas dos variables pobreza y desempleo, que precisamente aborda dicha investigación. Y en la cual concluye partiendo de un análisis del desempleo con base a datos fuertes comprendido en el periodo 1992- hasta segundo trimestre 2009 de más de 32 ciudades de México, y tasa de incidencia criminal de dicha ciudades, según información UNEGI, concluyendo que: “La mayoría de las entidades y ciudades con mayor desempleo presentan comparativamente tasas criminales inferiores y la mayoría de entidades con menor desempleo tienen tasas de incidencia criminal comparativamente superiores”. (Ortega, 2010: pág34)
En cuanto a la variable pobreza, tomando sus parámetros definitorios de la pobreza por la Secretaría de Desarrollo Social (SEDESOL) y el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (CONEVAL), México. La investigación arrojó lo siguiente: “Las entidades federativas con las menores tasas de pobreza y no con las mayores, al mismo tiempo poseen las tasas comparativamente más altas de incidencia criminal. En 2008 los niveles de pobreza son inferiores a los de 1991 y sin embargo hay 65% más delitos en general y 87% más robos”. (Ortega, 2010: pag37)
Como se puede apreciar el análisis del delito es sumamente complejo, obedece a razones económicas, demográficas, sociales, culturales etc. Pero indiscutiblemente detrás de cada delito hay múltiples potenciadores que en algunos casos puede ser la pobreza o el desempleo, pero que no es estadarizable en todo lugar.
Otro ejemplo interesante es el caso Venezuela según informe 2011 de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) que entre 2002 y 2010, la pobreza en Venezuela disminuyó en 20,8% al pasar de 48,6% a 27,8%, mientras que la pobreza extrema pasó de 22,2% a 10,7%, lo que se traduce en un descenso de 11,5%. Asimismo índice Gini, método utilizado para medir la desigualdad en la distribución de los ingresos. En el cual Venezuela tiene el índice Gini más bajo en toda América Latina para la fecha (2010): 0,394. Esta circunstancia choca con una tasa de homicidio de la más pronunciada de la región con cerca 50 por cada 100 mil habitantes para el 2010, según pagina web del Observatorio Venezolano de Violencia.
De tal manera que esta reflexión implica un mayor grado de complejidad, y quizás la explicación atiende a razones muy particulares de cada caso o realidad social. Especialmente el caso de Venezuela tiene otras aristas fundamentales, como lo es el proceso complejo de transformación cultural y reinstitucionalización social, con ocasión de su marcada dinámica política y socio-económica. Estas tensiones internas son muy parecidas a lo que el criminólogo Enrique Font, denomina construcción identitaria, permeadas por la cultura del consumo. Así como la tensión entre inclusión cultural y exclusión material, generando expectativas frustrantes en la población. De la misma manera es considerable que las instituciones al estar sometidas a procesos intensos de transformación, siendo interpeladas, reformadas y creadas, estas transitan una dinámica de aceptación y legitimación social, que puede dar espacio para situaciones anárquicas, de inseguridad jurídica o en el peor de los casos de internalización de prácticas sociales contrarias a la ley.
La pobreza y el desempleo son factores influyentes en la generación de condiciones para la perpetración de los delitos. Pero lo que quiero dejar en claro, es la complejidad del fenómeno e insistir en la necesidad del estudio de fondo del problema, que indefectiblemente involucra razones de índole económica. Me pregunto ¿Acaso el sistema de convivencia social moderno (economía de libre mercado) es equitativo en la distribución de riquezas y mejores condiciones de vida para todos? ¿O es qué precisamente su fundamento es una competencia de mercado excluyente y alienante?
La importancia de pensar el trato al fenómeno del delito desde una visión integral pasa por mirar esta otra dimensión, como la económica que constituye la base fundamental de las relaciones sociales, como bien lo diría Marx. Es menester pensar que el estudio del delito, no es matemático, que dos más dos no es cuatro, puesto que la multifactorialidad es un abanico inconcluso y avasallante, pero tampoco lo suficientemente distante como para pensar mejores soluciones.
Hay un conjunto de elementos propios del sistema económico capitalista, que segrega la sociedad a la competencia y no a la cooperación. La sociedad moderna está dirigida por la incertidumbre y el temor. El mercado liberal contribuye a desarticular las relaciones humanas en beneficio de la reproducción del capital. Esta lógica egoísta, utilitaria y fragmentadora que coordina la sociedad contemporánea se traduce en la comisión de mayores hechos punibles. La injusta redistribución del ingreso, la tendencia elevada a la desigualdad social, la desestructuración de los valore sociales, por los antivalores del mercado constituyen otra dimensión de fundamental análisis.
Quizás el estudio de la delincuencia no es tan sencillo y nos abre la puerta para entender no solo el aspecto punitivo o criminológico del fenómeno delincuencial, sin que por el contrario nos asomemos a un camino económico-político de la sociedad moderna. En muchas ocasiones la exclusión social del mercado termina siendo reforzada por el mismo Estado. El reconocimiento formal de derecho es un gran avance, pero más allá del reconocimiento, esta la capacidad y efectividad en la generación de condiciones fundamentales para el ejercicio de los mismos, justamente es una sugerencia en materia de seguridad ciudadana de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, según informe del 2009.
Estos dos ejemplos que tomé como base de la respuesta deben ser un punto de reflexión también para la política social, de tocar el fondo del problema y generar soluciones duraderas, que en definitiva no sólo tengan un impacto en la reducción de los indicie delictivos de una comunidad determinada, sino que también permita mejores las condiciones de vida de la sociedad. Quizás una política que atiende a esta dimensión debe tener un abordaje multiagencial y multiactoral, que permita tocar el fondo del problema.
En definitiva de acuerdo a lo antes expuesto podemos considerar que la pobreza y el desempleo son potenciadores del fenómeno de la delincuencia, pero no se traducen en la panacea para explicar dicho fenómeno. Por el contrario podemos ver al desempleo y la pobreza como consecuencias de un sistema al servicio de la reproducción exacerbada del capital. En el cual el mercado es el principal organizador de la sociedad, pero también el principal excluyente de una parte de ella.
De lo antes expuesto es claro que tales complejidades no pueden ser catalizadores de la acción, si no que por el contrario nos permiten amplían la mirada sobre el fenómeno de la delincuencia, lo suficientemente como para poder determinar el conjunto de variables que influyen en una circunstancia especifica.
Bibliografía
1.- Young, Jock. La Sociedad Excluyente: Exclusión social, delito y diferencia de la modernidad tardía. Madrid, 1999.-
2.- Ortega Sánchez, José Antonio. “¿Pobreza=Delito? Los factores socioeconómicos del crimen y el derecho a la seguridad ciudadana”. Mexico, 2010.-
3.- Informe Latinoamericano de la Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL). Chile, 2011.-
4.- Observatorio Venezolano de Violencia. Revisión en fecha 30/07/2013. Sitio web: http://www.
5.- Banco Mundial, Índice Gíni Venezuela. Revisión en fecha 05/08/2013. Sitio web: http://datos.bancomundial.org/
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