En realidad la SIP, esta concentración de sapos empresarios, viene siendo
la Escuela de las Américas para los periodistas de nuestro continente.
Pero vayamos por parte:
En el 2002, Venezuela se convirtió en el campo de batalla orweliano más
pavoroso que país alguno haya conocido; se desató un total genocidio
inducido mediáticamente contra la población. El incesante bombardeo de
tensiones desde todos los flancos comunicacionales privados provocaron
huelgas, marchas suicidas y pronunciamientos de altos oficiales de las
FAN. Los medios de comunicación privados también tenían que convertirse,
además de los autores intelectuales de tales crímenes, en protectores
morales, en defensores a ultranza de quienes llevasen a cabo los sucesivos
actos terroristas de manera directa y frontal, todo con el apoyo logístico
muy bien maquillado desde el exterior por centros dirigidos por la CIA,
como la SIP, por ejemplo.
Fue así como alimentaron con harta difusión los goteos de los oficiales
contra Chávez. El Nacional y Globovisión organizaron un aparatoso
operativo, conjuntamente con CNN, la Televisión Española y Univisión, y
con otras cadenas controladas por fondos del Departamento de Estado, para
cubrir de manera supremamente escandalosa el show del coronel de aviación
Pedro Soto declarando contra “el gobierno asesino y tiránico del Teniente
Coronel Chávez”. Las declaraciones de Soto, en realidad fueron los
primeros globos de ensayo para hacerles creer a los pobres disociados
escuálidos que la manera más directa para salir de Chávez era metiéndosele
en su propia guarida de Miraflores, con una marcha que arrinconara e
hiciera correr de sus alrededores a los “círculos bolivarianos del
terror”. Este diseño de ataque fue copiado del manejado en Panamá para
sacar a Manuel Antonio Noriega, y el objetivo era mostrar sangre, mucha
sangre por televisión. Incluso, a algunas de las marchas escuálidas se
llevó sangre artificial que se derramaba sobre los rostros de los
marchistas, en medio de estampidas, para mostrar la calidad de la
represión del “régimen” contra organizaciones civiles y pacíficas.
Salieron igualmente estos medios en defensa a ultranza de los que
organizaron la huelga general del 10 de diciembre de 2001, el Golpe del
11-A, el paro petrolero de diciembre del 2002, las incesantes marchas
contra el gobierno con titulares de terror, las guarimbas, los cacerolazos
violentos contra funcionarios del gobierno; al tiempo que inculpaban a
Chávez de la masacre en la Plaza de Altamira. El caso de los paramilitares
de la finca Daktari trataron de convertirlo en una vulgar y miserable
guasa.
Los medios de comunicación privados se convirtieron, las 24 horas al día,
en los tribunales decididos a exculpar a los golpistas de los crímenes del
11-A, y lo consiguieron con la ponencia aquella de que “estaban preñados
de buenas intenciones” y que fue redactada por el magistrado Arriechi. Con
esa misma furia han estado defendiendo a los asesinos de Danilo Anderson,
y al igual que en los tres años sucesivos, y casualmente coincidentes con
el ataque de EE UU contra Saddam Hussein, esta gente continúa en un plan
magistralmente diseñado desde Washington, manteniendo la incertidumbre y
el caos contra el país. Situación que arreciará ahora cuando EE UU prepara
sus ataques contra Irán.
Aquel golpe del 11- A, en realidad no ha dejado de cesar, y permanece
intacto. Allí está el caso de Manuel Rosales (de los firmantes del Acta
Carmona) más vivito que nunca, apareciendo todos los días, a páginas a
todo color, por El Nacional y otros diarios, haciendo sentir su garra de
luchador implacable contra el gobierno central.
En el último informe de la SIP, el tema era nuevamente “el peligro de la
libertad de expresión en Venezuela”, que no es otra forma de decir: el
peligro de que la gente pueda finalmente ver la verdad, y entender por sí
misma lo que ocurre en el mundo. Que esa verdad no tenga que verla a
través de lo que dice Globovisión, CNN o El Nacional La SIP mantiene en
América Latina (cual Síndrome de Estocolmo) secuestrados con sus informes
y amenazas, a las mentes débiles de la clase media y de la gente maleada
por las universidades, siempre mostrando el terrible temor de que pronto
vayamos a ser dominados por una tiranía comunista.
Hay que ser realmente imbécil para no darse cuenta de que la SIP no es
otra cosa que parte de la misma estrategia estadounidense que se está
desarrollando contra Venezuela. En Ecuador cada asistente a la SIP bebió
medio litro de champaña, dos litros de vino importado, degustó ocho
distintos platos típicos de la región y descorchó dos litros de whisky
fino, además de dormir en suites de hoteles de cinco o más estrellas. No
nos van a decir, pues, estos canallas sapos que lo de ellos está movido
por puro amor a la justicia y al libre albedrío, que realmente están
sufriendo, con sus horribles panzas y sus tóxicos floridos, por las
amenazas que s ciernen sobre los periodistas en Colombia, en Irak,
Afganistán, en Palestina y por en cuanto charco de sangre andan creando
los gringos en el mundo. No nos joroben, grandísimos sinvergüenzas.