Los derechos sagrados de la libertad de prensa y la libertad de expresión no son absolutos. Cargan responsabilidades sociales y profesionales. El periodista no puede abusar de su acceso a la opinión pública para hacer acusaciones contra una persona o una entidad sin fundamentarlas, al contrario, se esta cometiendo “difamación” y “vilipendio,” y debe ser sometido a la ley. La manipulación de información veráz y la distorción de hechos son estratégias aplicadas por la mayoría de la prensa privada de este país para engañar al pueblo venezolano y la comunidad internacional y falsificar la realidad socio-político que vivimos actualmente. Ellos tienen una agenda personal, y sirven interéses muy poderosos que quieren frenar el éxito y el crecimiento de la revolución bolivariana. Quieren desestablizar este país y hacerlo imposible llegar a elecciones en Diciembre porque saben que hay un solo candidato que ganará: el Presidente Chávez. Buscan sabotear y destruir la fuerza y la unidad del proceso de cualquier manera, y aplican tácticas viejas de provocación y amarrillismo. Mienten abiertamente y casí nunca pagan las consecuencias. Eso no es libertad de expresión ni de prensa, es abuso y violación de los principios del libre intercambio de ideas.
Una de las maneras en que atentan contra este proceso de cambios sociales y la lucha por la justicia en este país es atacando a personas particulares que juegan papeles públicos e de influencia en el ámbito político. Un columnista en un semanario, que más bien debe ser considerado “una panfleta” llena de falsidades y mentiras, ha intentando rayar a mi persona, acusandome de ser “un infiltrado” de la CIA. Por supuesto que no presenta prueba ninguna porque no existe ninguna evidencia para respaldar su peligrosa acusación. Es falsa, catagoricamente, y éste pueblo que me conoce y que ha visto y sentido mi dedicación y compromiso con éste proceso sabe quien soy yo, y sabe que menos soy su enemigo. Podría especular un montón de razones del porque este periodista irresponsable ha publicado esa información, pero en final, él forma parte de esa campaña constante de desacreditarnos a todos, de intentar dividirnos y debilitarnos y de confundir y engañar al pueblo, hasta el punto del cansancio.
No puede ser que es tan tonto aquel periodista, que cree que como obtuve documentos “ultra-secretos” de la CIA, entonces, debo ser de la CIA. Que pátetico sería si fuera así. Solo hay que investigar y leer un poco para entender la Ley de Acceso a la Información de los Estados Unidos, que nos permite solicitar tales documentos y require al gobierno estadounidense desclasificar información que no perjudica la seguridad de la nación. Puede ser que es un resentido, porque no ha podido respaldar sus escritos con pruebas contundentes, como hacemos los investigadores profesionales y competentes, y hasta el propio Presidente Chávez lo ha acusado de ser un mercenario de la oposición extremista.
No podemos caer otra vez en las trampas de los medios irresponsables de éste país y tampoco debemos dejar que sigan violando nuestros derechos y abusando de la libertad de su profesión. Triste y lamentable es el estado del periodismo en este país. Hay que tenerlos lástima a aquellos periodistas que solo pueden vivir del sensacionalismo y el amarrillismo. No podemos dejarlos seguir actuando sin consecuencia y hay que denunciar sus mentiras cada vez que las detectamos, para exponerlas a la luz público y demonstrar lo que son estos supuestos periodistas realmente: lacayos, y “agentes provacadores” al servicio de los poderosos intereses que quieren acabar con todos nosotros y nuestro futuro. ¡PERO NO PASARAN!