Dos de los crímenes que han conmovido al país, el de Filippo Sindoni y el de los hermanos Faddoul y su acompañante Miguel Rivas, están por esclarecerse.
De las investigaciones policiales conocidas se infiere que no existió ninguna relación entre ambos secuestros, y que en un caso pareciera vinculado a una sórdida lucha interempresarios aragüeños, y en el otro, una acción de la delincuencia organizada para obtener un millonario rescate.
El tercer crimen, el de nuestro fotorreportero Jorge Aguirre, ocurre entre algunas extrañas e inciertas circunstancias. A diferencia de los anteriores, el móvil no está todavía claro, y se plantean algunas preguntas.
¿Buscaban reprimir al periodismo?
¿Impedir que tomara fotos de una manifestación?
¿Asuntos profesionales o personales?
¿Estimular reacciones de calle, pacíficas o violentas, contra el Gobierno en momentos de tensiones en toda Caracas?
Las investigaciones nos permitirán despejar esas y otras interrogantes, como ¿quiénes pueden tener interés en esas agresiones a los periodistas? ¿O fue un caso de represalia personal?
De la versión del más importante de los testigos, el conductor del vehículo Julio Canelón, con quien hablamos largamente, se deduce que el crimen no fue un hecho fortuito, ni producto de un altercado, ni la acción de un gatillo alegre, nada circunstancial.
El motorizado los siguió unos 300 metros desde la plaza del Rectorado de la UCV. Fue algo premeditado, pensado, organizado.
Conociendo como todos aquí conocíamos a Aguirre (siempre bromeaba con él porque a menudo lo veía salir con su cámara, trajeado y de corbata, “¿adónde vas así?” ), tan querendón con su madre, su esposa e hijos, tan honesto como profesional, es impensable que hubiese sido un asunto personal.
No puede descartarse que el asesino sea un efectivo policial, un sicario, un ex funcionario; en cualquier caso, debió ser experto tirador, pero lo más importante es averiguar el móvil: ¿por qué lo hizo?, ¿qué buscaba?, ¿al servicio de quién estaba el asesino?, ¿de dónde la moto y el arma? Y la pregunta más importante, la que se hacen los criminalistas: ¿a quién beneficia el crimen?
o ¿a quién debía beneficiar?
Deducirán ustedes las razones que hacen tan compleja, como importante, la investigación que tiene ahora en sus manos el Ministerio Público.
Por todo eso, por razones de solidaridad con el colega asesinado en pleno ejercicio de nuestra profesión, y para demandar justicia, fue posible que periodistas de uno y otro lado, con tantas divergencias políticas, ideológicas y hasta de conducta profesional, coincidiéramos el jueves en la marcha silenciosa hasta el Ministerio Público. Sabemos que ese reclamo tiene el apoyo de todo el gremio en el país. Y precisamente por ello y en solidaridad con los periodistas, la sociedad, los estudiantes, el pueblo, impidieron que estos hechos se politizaran y así fueron acallados todos los intentos que hubo para aprovechar interesadamente el grado de indignación, de pesar y de demanda de justicia de los venezolanos cuando se conoció la muerte de los niños Faddoul.
Esa reacción compromete al Estado venezolano, en primer lugar al Ejecutivo, en la acción para emprender conjuntamente con el sector privado, con la sociedad toda, esa batalla pendiente para detener la ola de criminalidad.
Por su parte, el fiscal Isaías Rodríguez estará consciente del compromiso que asumió el jueves ante centenares de periodistas, de la altísima importancia de la investigación que dirige; estará igualmente consciente de la expectativa que dejó con su anuncio entre los familiares de Aguirre, en el periodismo todo y en el país, de que en un mes tendremos resultados de ese proceso de averiguaciones que inició ese mismo día. Confiamos en que no nos defraudará.