Hay que saber escuchar, sentir, palpar e interpretar el clamor del pueblo, de esas grandes mayorías curtidas por el hambre, la miseria, el abandono y, sobre todo, esa vorágine delictiva en que están convertidas nuestras comunidades más desprotegidas.
Desde hace mucho tiempo, en el Zulia la gente gritaba al Gobierno nacional que interviniera la Policía Regional, cuyas acciones delictivas están demostradas, incluso, comprobadas, pero no lo hizo y la gente continúa esperando.
Una descomposición similar se observa en policías de otros estados. La corrupción minó las operaciones antidelictivas en detrimento de la población, y del mismo modo, el Gobierno nacional se ha observado inexplicablemente rezagado, porque en Aragua, el estado Bolívar y la capital, fueron las autoridades de esas regiones las que solicitaron la intervención dadas las irregularidades.
Realmente no he vivido ni padecido la situación delictiva de otras entidades, para hacer un diagnóstico preciso, pero supongo que lo mismo que en Zulia, la población honesta desea que se neutralicen esos cuerpos de seguridad que garantizan el delito en lugar de la paz y la tranquilidad.
Sin embargo, al Ministerio de Relaciones Interiores – con todo y la preocupación y voluntad que se observa en Jesse Chacón - se muestra excesivamente cauteloso para asumir el compromiso, aún con las enormes posibilidades de que en estos momentos viviéramos otras circunstancias, favorables al pueblo y, por su puesto, a la revolución que lidera el presidente Chávez
Pues ahora, con el brutal asesinato del empresario Sindoni, de los hermanos Faddoul y del chofer de esta familia, así como del reportero gráfico Jorge Aguirre, más el aderezo que los medios opositores colocan a sus publicaciones, pareciera que el único responsables de la delincuencia es el Gobierno nacional.
De manera muy hábil y subrepticia –tal cual nos tienen acostumbrados- los medios han extraído de la obligación y hasta de la culpabilidad, a juzgar por los casos de corrupción en que se encuentran inmersos, a las policías regionales, que se sabe son las responsables más directas de la inseguridad en sus estados.
Me temo que el Gobierno nacional parpadeó y recibió una puñalada trapera. No encuentro otra explicación, mucho menos sabiendo que este proceso se crece en las adversidades, retoza con los enemigos de mayor tamaño y saca una carta debajo de la manga para vencer en los momentos más decisivos.
Recuerdo que cuando la población era blanco perfecto del analfabetismo, la sacó de la oscuridad con la Misión Robinson en medio de miradas escrutadoras de detractores e incrédulos.
Ante el hambre que agobiaba –y pese a todo aún padece - este país, lo observamos ejecutar la Misión Mercal y actualmente es la gran alternativa de buena parte de los venezolanos.
En vista de que las familias más desprotegidas no tenían ningún espacio en la salud pública, creó la Misión Barrio Adentro, que ha sido otra bendición para esa gente sin recursos.
Ni hablar de la Misión Milagros, que devuelve la vista a esas personas de lo sectores más empobrecidos de latinoamérica y del caribe.
Y así por el estilo, podríamos nombrar cada una de las misiones que el Ejecutivo nacional ha coordinado como percutor de las acciones contundentes de este Gobierno.
Pero en materia seguridad, creo que le tembló el pulso, no apretó el gatillo a tiempo. Ojalá esté equivocado y recibamos cuanto antes una lección en esta materia.
Porque tal como se encuentra la situación, un segundo equivale a una gota de sangre de personas honestas e indefensas, por lo que es imposible seguir esperando por soluciones de oficina.
El diagnóstico delictivo, por lo menos del Zulia, ya está hecho y escrito en el alma de esas madres y padres que han perdido a sus seres queridos a manos de las absurdas acciones del hampa.
Así que ministro Chacón escuche a esas comunidades, donde sí saben de inseguridad y no porque la estudian, sino porque la viven y la padecen en carne propia. Todavía esperan por usted y ya no hay más tiempo que perder.
Periodista / albemor60@hotmail.com