Suplicios de la mujer aborigen durante la conquista en América

Reminiscencias de la historia venezolana (XIX)

La actuación de la mujer aborigen, desde lo por la s periodos históricos anteriores a la invasión europea a nuestras tierras, sostiene un importante significado socio-espiritual, por ser ella, el ser garante de la procreación y prolongación de la humanidad. Para los pueblos originarios, la mujer era el símbolo de fertilidad. Era poseedora del atributo constante, en la realización del ciclo vital recurrente de la naturaleza. En los pueblos cazadores, recolectores y pescadores, las mujeres eran las encargadas de la recolección de frutos silvestres, para garantizar la alimentación del pueblo, mientras los hombres se dedicaban a la caza, la pesca y la guerra, mientras que en los pueblos sedentarios, que se establecieron en las costas venezolanas, eran las mujeres quienes se dedicaban a las labores agrícolas; se encargaban de las labores culturales de la agricultura, protectoras con su labor natural, a la preservación del entorno ambiental, protegiendo así, la fertilidad como fuente de vida integral: la vida en toda sus manifestaciones; practicante de las diversas formas de proteger el ambiente, el respeto a los dioses dadores de vida y su cosmovisión y ejercía el símbolo de la sociedad matriarcal.

Las mujeres aborígenes antes de Conquista, no eran dominadas ni tratadas en desigual situación con respecto a los varones, pero a partir de la llegada del invasor, con sus criminales desmanes, las mujeres aborígenes no se doblegaron se distinguieron como guerreras y defensoras de su territorio y la vida; salieron a combatir, junto a los hombres, por preservar y defender lo que les pertenecía por heredad natural: su vernáculo territorio, sus costumbres, su cultura, dioses y religiones. Muchas de esas mujeres aborígenes asumieron el ejercicio del cacicazgo, gobernaron con valentía, dirigiendo los destinos de sus pueblos.

Como ya hemos visto en anteriores entregas, la llegada del conquistador europeo a nuestro Continente, personificó la dominación cultural, la imposición violenta de una nueva forma de vida mediante una arbitraria acción hegemónica, inducía al desconocimiento de los saberes ancestrales, la destrucción de la naturaleza, azolando el entorno ambiental, alterando el hábitat natural del nativo, pero también los conquistadores practicaron con saña, la persecución y agresión contra la mujeres aborígenes, aplicando la de-valoración y el des-conocimiento de su humanidad, cometiendo atroces delitos, desde la violación carnal, la tortura y la muerte. Aquellos desalmados seres que al principio, cuando llegaron a invadirnos, fueron considerados, por algunos pueblos nativos, como dioses. Fueron recibidos con amistosa hospitalidad, pero luego con su comportamiento criminal, se convierten en pervertidos demonios, cuando no sólo buscan el oro sino que también persegúian a las mujeres para utilizarlas como instrumento de placer, Gerardo León Guerrero Vinueza, en un trabajo titulado: "El "otro oro" en la conquista de América: las mujeres indias, el surgimiento del mestizaje", Anota que,

(…) cuando inició el saqueo y la persecución, a las mujeres para descargar en ellas toda su brutalidad libidinosa, el botín, por tanto, no sólo consistía en buscar desesperadamente el oro sino también ese "otro oro" o sea, la mujer, las guerras en consecuencia tenían varias motivaciones: conquistar y poblar, saquear y enriquecerse, evangelizar e imponer sus valores y pensamientos y hacerse mediante muchas estrategias de mujeres no obstante el desprecio hacia ellas pues el español nunca amó, repugnaba a indios e indias pero las perseguía por doquier para sus fines morbosos,

Esto nos indica que la invasión europea a nuestras tierras, cambió drásticamente la vivencia existencial de la mujer aborigen; acabó con su vida de pasividad y sosegada tranquilidad, en medio de un ambiente armónico y sustentable; la vida se le convierte en un martirio sin fin, hasta sucumbir con la muerte. Es perturbada por la violencia, de aquellos seres morbosos, ávidos de sexo a través de un exaltado ímpeto desenfrenado, en acecho de las mujeres aborígenes, siendo salvajemente violadas.

"El oro, la plata y las perlas, perturbaron las mentes, quitaron el sueño y despertaron pasiones, al igual que las mujeres indias; oro, plata, perlas, fortuna y mujeres, fueron enormes atractivos de la conquista. Y en cita de Abel Posse: "Más que el lugar del oro, América fue el lugar de la libertad sexual. Todas las clases sociales de España (incluidos los eclesiásticos) pronto supieron de esta atracción, del "oro secreto" (…) "el otro oro, fueron los cuerpos (…)" Ibídem.

Los conquistadores europeos convirtieron nuestras tierras, en un inmenso centro de aventureros y contrabandistas, y a sus respectivos habitantes, en esclavos y esclavas. Así iniciaron sus lucrativos negocios; así se inicia el sistema capitalista salvaje, con la cacería de hombres y mujeres aborígenes, para venderlos como esclavos y esclavas, siendo asesinados y asesinadas cuando ejercían resistencia, alternándose el exterminio y el erotismo: "la mujer aborigen fue obligada a servir a la satisfacción del deleite al hombre europeo, desde donde nacía la angustia y odio de la mujer hacia el invasor, que la llevó hasta el suicidio o a la resistencia combativa en defensa de su dignidad, y el honor de su pueblo. Según las cartas que desde las tierras caribeñas envió el italiano Michel Cuneo, donde narró las andanzas de Colón y demás secuaces de la época, dice:

"(…) las violaciones de mujeres adolescentes, los maltratos cuando estas se resisten, las burlas de que son objeto, la impudicia y el desenfreno con que realizaban el acto sexual unas veces en público para demostrar la hombría y otras en secreto, revelan la brutalidad, el abuso y la degradación de aquellos que a juicio de la historia rosa, fueron los mensajeros de Dios y portadores de la modernidad". (Ibídem)

Entre los pasajes históricos del cronista Gonzalo Fernández de Oviedo, referente a la respuesta de los hombres aborígenes, frente al infernal acoso en contra de sus mujeres e hijas, que infringieron los 39 españoles que dejó Colon en la Española, mientras regresaba a España de su primer viaje, encontramos el siguiente relato:

"No pudiendo (los indios), sufrir sus excesos, porque les tomaban las mujeres y usaban de ellas a su voluntad, y les hacían otras fuerzas y enojos, como gente sin caudillo y desordenada…y les tomaban… las hijas y todo lo que tenían, según lo querían hacer… usando de sus ultrajes de tal manera, que los indios no lo pudieron ya comportar" actuaron, les declararon la guerra hasta aniquilarlos. (Ibídem)

Según Bartolomé de las Casas, uno de los pocos cristianos defensores de los aborígenes, en relatos que aparecen en diversas fuentes historiales, referente al mal trato y abuso a las mujeres nativas, encontramos que:

"Los cristianos con sus caballos, espadas y lanzas entraban en los pueblos, no dejaban niños y viejos, ni mujeres preñadas ni paridas que no desbarrigaban e hacían pedazos, como si dieran en unos corderos metidos en sus apriscos. (…) Tomaban las criaturas de las tetas de las madres, por las piernas, y daban de cabeza con ellas en las peñas"

En tierra firme (al parecer Panamá), "Los Españoles llegaron a un monte donde estaba recogida y escondida, por huir de tan pestilenciales e horribles obras de los cristianos, mucha gente, y dando de súbito sobre ella tomaron setenta o ochenta doncellas y mujeres… juntáronse muchos indios e iban atrás los cristianos peleando por el ansia de sus mujeres e hijas; viéndose los cristianos apretados, no quisieron soltar la cabalgadura, sino meten las espadas por las barrigas de las muchachas e mujeres, y no dejan de las ochenta una viva. Los indios que se les rasgaban las entrañas del dolor, daban gritos y decían ¡Oh malos hombres, crueles cristianos! ¿A las Iras matáis? Ira, llamaban en aquella tierra a las mujeres, cuasi diciendo: matar las mujeres señal es de abominable e crueles hombres bestiales"

En otro relato con referencia al mismo tema el cura De Las Casa, relata que en la Provincia de Cartagena (Colombia) dice:

"Llevan infinitos atados en cadenas: las mujeres paridas, yendo cargadas con cargas que de los malos cristianos llevaban, no pudiendo llevar las criaturas por el trabajo y flaqueza de hambre, arrojábanlas por los caminos, donde infinitas perecieron… un mal cristiano, fuerza a una doncella para pecar con ella, arremetió la madre para quitársela, saca puñal o espada y córtala una mano a la madre y a la doncella, porque no quiso consentir, matóla a puñaladas" (…) Tormentos, amputaciones de orejas, nariz, dedos, manos, afrentas, todo estaba autorizado, no por la ley sino por la actitud personal del conquistador, cada quien actuaba de manera, "sin Dios y sin Ley", atesoraron, desobedecieron, organizaron cacerías de indias para esclavizarlas y venderlas después de violentar su cuerpo y despreciar su alma.

La esclavitud de la mujer aborigen, significó la pérdida de su libertad y la pérdida de su virginidad en el caso de las adolescentes, el acoso, la persecución erótica, y el abuso sexual de las viudas a las que los mismos conquistadores les habían matado el marido, y las casadas que eran arrebatadas de su morada familiar. Otro relato de este cura defensor de los aborígenes, según, en el reino de Yucatán, narra otra escena de violencia donde se lee:

"Este hombre perdido se loó e jactó delante de un venerable religioso, desvergonzadamente, diciendo que trabajaba cuanto podía para empreñar muchas mujeres indias, para que viéndolas preñadas, por esclavas le diesen más precio de dinero por ellas".

En esta misma zona de Yucatán el Obispo Diego de Landa escribió el siguiente relato:

"Las mujeres locales eran apreciadas por lo buenas y tenían razón, porque antes de que conocieran a nuestra nación España, lo eran a maravilla, según los viejos hoy lo lloran. De esta bondad de las mujeres, voy a darles un ejemplo: El capitán Alonso López de Avila, prendió una moza india, bien dispuesta y gentil mujer. Esta había prometido a su marido, (…) no conocer otro hombre más que él. No bastaron con ella los medios para que no se quitase la vida por no quedar ensuciada por otro varón. Por lo cual la dieron a los perros".

En narraciones de este mismo Obispo encontramos otro relato que dice:

Lo más preciado del botín de guerra además de los tesoros fueron las mujeres que las distribuían entre los soldados, después de seleccionar las más hermosas y "bien dispuestas" para el capitán o dirigente de la hueste, por eso, encontramos a muchos conquistadores con dos o tres mujeres indias, (…)

En la provincia de Xaragua donde era cacique el rey indio Behechio, los españoles "estaban dedicados a hacer una vida nefanda, corrompida y tiránica, teniendo cada uno las mujeres que quería, arrebatadas por la fuerza a sus maridos y a los padres sus hijas para concubinas, sirvientas, lavanderas, cocineras". Ibídem.

Y en el territorio de Venezuela al igual que el resto del Continente, la mujer aborigen sufrió similares avatares que Según Gallegos Ortiz narra:

La cacería de mujeres –siepuk jirajaraa- es otro atributo de los encomenderos. Por los lados de San Diego de Cojedes y de los cerros de Nirgua, se consiguieron "buenos ejemplares". Allí está el valle de las mujeres hermosas. Vidalina es una de ellas. Lo mismo que la arisca Taca. A las dos las trajeron amarradas, porque no querían seguir a sus captores. Pág. 60

También cuentan los historiadores que, los españoles les arrebataban las mujeres a los jirajaras, que eran altas y bonitas y les mataban los niños, pero los hombres de este pueblo aborigen, peleaban por rescatar sus mujeres, pero en esas luchas de rescate perdonaban la vida de los niños y las mujeres de los españoles. Hay un relato que dice que cuando en el sitio de Aguas Calientes (El Pantano) asaltaron la casa del fundador del Real de Minas de San Juan de Buría, Capitán Juan Bautista Veintemilla, perdonaron la vida de su mujer y sus hijos, a quienes ni siquiera los tocaron.

Gustavo Pereira citando un relato del Obispo Diego de Landa escribe en su obra "Historias del Paraíso", Libro Primero

(…) y dice este Diego de Landa que él vio un árbol, gigante cerca del pueblo en el cual un capitán ahorcó muchas mujeres indias en sus ramas y de los pies de ellas, a los niños. Y en este mismo pueblo y en otro que se dice Verey, a dos leguas de él, ahorcaron a dos indias, una doncella y la otra recién casada, no por que tuvieran culpa sino porque eran muy hermosas y temían que se revolviera el real de los españoles sobre ellas y para que mirasen los indios que a los españoles no les importaban las mujeres, de estas dos hay muchas memorias entre indios y españoles por su gran hermosura y por la crueldad con que las mataron." (Pág. 86).

De esta manera podemos comprender el sacrificio de la mujer aborigen; la mujer madre, la mujer hija, la mujer esposa, la cultivadora de la tierra para extraer los alimentos con su trabajo creador, desde las entrañas de la Madre Tierra; la batalladora y combativa guerrera, que resistió con valentía, al invasor, que gallardamente hizo y sigue haciendo la historia que debemos aprender a comprender e interpretar, para valorar, hoy a todas las mujeres del planeta. La mujer como el ser que da la vida por la vida; sostén de la humanidad, prolongación y perpetuación de nuestra existencia.

Para entender y comprender nuestra historia debemos descolonizar nuestro pensamiento, nuestra conciencia y nuestra razón. Y como humanos que somos, debemos REHUMANIZARNOS, para convertirnos en verdaderos seres humanos, defensores de la humanidad.



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Reinaldo Chirinos

Licenciado en Educación Mención Desarrollo Cultural. Facilitador del INCES.

 reinaldoc06@gmail.com

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