Israel no logró sus objetivos. No destruyó a Hamas ni su capacidad operativa; no doblegó el espíritu de resistencia de los palestinos. En pleno genocidio, suponiendo que la campaña de terror habría ablandado a la población, lanzó panfletos instando a que se delatara a los militantes de Hamas, pero esto no ocurrió; no pudo rescatar al prisionero israelí que tiene Hamas. En Gaza se realizarán elecciones y no será Fatah quien las gane. Tampoco logró un cese al fuego manteniendo sus tropas en Gaza. Tuvo que retirarse.
Recibió tal condena mundial, que los gobiernos de Europa, el Presidente Obama, los gobiernos árabes cómplices, tuvieron que presionar a Israel. No fue suficiente el plazo que le dieron para masacrar y destruir. La sangre de Gaza los salpicaba a todos.
El Consejo de Seguridad de la ONU, finalmente tuvo que tomar una resolución. EEUU no pudo vetarla. Israel respondió atacando instalaciones de la ONU, incluso, quemando depósitos de alimentos y medicinas. Responderá por estos crímenes.
El Consejo de Seguridad decidió, por la presión que generó el Presidente de la Asamblea General, padre d’Escoto, al convocarla. Impidieron que dicha asamblea aprobara un cese al fuego y la retirada inmediata, pero tuvieron que salir corriendo a imponérsela a Israel, ante el hecho de que la Asamblea podía reunirse de nuevo y establecerla, para descrédito tanto del Consejo de Seguridad, del Secretario General de la ONU y las potencias de occidente.
Por primera vez la Asamblea General se levantó en representación de las 192 naciones que la integran, desafiando el veto de EEUU, marcando un precedente para la transformación del sistema de poder vigente, la actual superestructura mundial, que incluye al FMI.
La Misión de Venezuela ante la ONU supo estar a la altura, cumpliendo con su deber ante la patria y el mundo.
Los responsables de este genocidio son los mismos causantes de la crisis financiera, la crisis alimentaria, el calentamiento global y la eventual muerte del planeta. Antes de que eso ocurra los pueblos deben levantarse, recuperando su capacidad para pensar y actuar con autonomía, evitando el asesinato espiritual que se viene realizando mediante la imposición del materialismo, la insolidaridad, la destrucción del altruismo y la capacidad para rebelarse.
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