De los tres textos del Chilam Balam (Libro del Consejo) de Chumayel, según la versión castellana de Demetrio Sodi en su Literatura de los Mayas, de quien hemos tomado todas las referencias, el segundo refiere una “señal del Señor Dios Único” que ordena recibir a “los huéspedes barbados, portadores de la señal de Dios”… ¡vaya confusión!: de haber convertido la palabra “barbados” en bárbaros y “portadores de la señal de Dios” en portadores de la muerte, habrían sabido lo que les esperaba tras la presencia de la espada y la cruz, trabajando, en esta ocasión, mancomunadamente.
El tercer texto habla de los “Dzules” o extranjeros, es decir, los españoles. No sabemos si las culturas que habitaban en el Norte, dejaron relatos sobre la llegada de los británicos y sus tropelías. En el caso de Mesoamérica, el Chilam Balam de Chumayel fue compilado, tardíamente, por Juan José Hoil, del pueblo de Chumayel, en 1782. Ha sido publicado tres veces: una en Español (1930) y otra en Inglés (1933).
Vamos, prácticamente, a resumir la versión del mencionado investigador sobre la llegada de los Dzules, es decir, los extranjeros invasores, según el Chilam y la percepción de los mismos mayas sobrevivientes. El espíritu de los Itzaes, sabios iniciados del pueblo Maya, nunca quiso a los Dzules ni a su falso cristianismo. “No les dieron tributo, ni el espíritu de los pájaros, ni el de las piedras preciosas, ni el de las piedras labradas, ni el de los tigres, que los protegían. Mil seiscientos años y trescientos años y terminaría su vida. Ellos sabían contar el tiempo, según ellos mismos”.
Los Itzaes “tenían la Sabiduría, lo santo: no había maldad en ellos. Por el contrario, había salud y devoción; no había enfermedad, dolor de huesos, fiebre ni viruela, ni dolor de pecho ni de vientre. Pero vinieron los Dzules (los bárbaros españoles) y todo lo deshicieron. Enseñaron el temor, marchitaron las flores chuparon hasta matar la flor de los otros para que la suya viviese. Mataron la flor del Nacxit uchitl. Ya no había sacerdotes (mayas) que nos enseñaran y así se asentó el segundo tiempo, comenzó a señorear y fue la causa de nuestra muerte. Sin sacerdotes, sin sabiduría, sin valor y sin vergüenza, todos iguales. No había gran sabiduría, ni la palabra que enseñaba de los señores. No servían los dioses que llegaron aquí. ¡LOS DZULES SÓLO HABÍAN VENIDO A CASTRAR AL SOL! Y los hijos de sus hijos quedaron entre nosotros, que sólo recibimos su amargura”.
Por supuesto, los subrayados son nuestros, pero si alguien dudaba del verdadero significado de ese 12 de Octubre, vendido a nosotros por la magia de la ideología como una fecha para celebrar o, peor aun, para agradecer, cuando no como un presunto “encuentro” de dos mundos, eufemismo rebuscado como último recurso para reconciliar lo que en realidad fue el saqueo de un mundo por otro que, paradójicamente, se precia de ser “civilizado”; si alguien dudaba, repetimos, esperamos que estos textos, a pesar de que fueron vertidos, de alguna manera, por los mismos ocupantes, aclaren, en alguna medida, por qué el gobierno venezolano tuvo el valor de cambiar la razón de la “celebración” del Descubrimiento de América, descubrimiento cuya exactitud como acontecimiento atribuído a Colón no se ha agotado, por cierto, por DIA DE LA RESISTENCIA INDÍGENA. Es interesante, dentro de este contexto, el hecho de que algunos mexicanos actuales dejaron de utilizar la expresión “prehispánico”, cambiándola por precuahutémico, término que honra a Cuahutemoc, especie de asistente militar de Monctezuma, en el antiguo Tenochtitlan, asesinado por orden de Cortez, quien nunca le perdonó la valentía y el hecho de haberle escondido el famoso tesoro de Monctezuma, pues la ambición de los saqueadores siempre ha “chupado la flor de los otros hasta matarla”.
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