Hace unos cuantos años, durante el noviciado de mi carrera militar, en comisión de servicios, me dirigía desde la ciudad de Valle de la Pascua hasta Roblecito, donde se hallaba acantonado el Grupo de Artillería de Campaña José Cornelio Muñoz No. 33. Yo sentaba plaza allí. Para quienes desconocen el sitio de "Roblecito"; éste queda en la jurisdicción del municipio Chaguaramas, en el estado Guárico, entre las Mercedes del Llano y la población de Chaguaramas. Venezuela ¡Gratos recuerdos de mi mocedad profesional! El meollo del asunto fue que durante el desplazamiento, a la altura de un sector que llaman el "Ánima de Pica-Pica" se volteó un camión lleno de cervezas. Al momento que nos detenemos para descongestionar el bululú de carros; estaban las personas fuera de sus vehículos agarrando cajas, como niños en piñata de cumpleaños; incluso, había una ambulancia que sus ocupantes en lugar de ver si existía algún herido, lo primero que hicieron fue recoger las cervezas que más adelante se las decomisó la Guardia Nacional de aquella guarnición.
Algún acucioso lector podría preguntarse "¿Qué tienen que ver los libros con unas cajas de cervezas?" Muy sencillo, a mi contorno de ojear las cosas, como fueron bebidas que momentáneamente deleitaban el paladar; la ansiedad por adueñarse de unas cuántas cajas de gratis, creaba todo aquel escenario de desorden y bochinche. Los ojos de las personas reflejaban alegría y emoción. Corrían nerviosamente de un lado a otro, llevando sobre sus hombros las gustosas cebadas. Niños, adultos y ancianos, todos se confundían apartando con mezquindad, cual botija a punto de ser repartida. Caso contrario, a la inversa, si un camión con libros se volteara, nadie iría a rescatarlo. Una razón de base: la lectura tiene muy pocos amigos. Una gandola cargada de lecturas, quizá, la gente le pase por un lado; sin tomar en consideración lo importante, lo interesante, lo maravilloso que es el arte de leer, de nutrirse de lo desconocido, de dinamizar el pensamiento, de establecer un campo en la crítica, de discernir con sano juicio. La lectura nos ata a la vida.
¿Qué pretendo decir: cuando nos ata a la vida? Nos obliga a sentir el disfrute de su amable compañía. Es un amigo invaluable. Es como el poeta que se ancla a sus versos con mucha ecuanimidad. No hay que dejar de tener un buen libro como compañero. En un lenguaje optimista, pienso, que la afición por la lectura debe comenzar por los niños, por los jóvenes; elemento indispensable en la formación de su espíritu y fomentar lo leído con gran entusiasmo. Muchas veces produce cierto desconcierto, cuando se ignoran las cosas más sencillas, las más próximas, por falta de lectura, por carencias de no indagar. En este sentido, cierto día, al azar, le pregunté a un estudiante de quinto año, del liceo "Cecilio Acosta" de mi localidad ¿quién era el personaje epónimo de su instituto? El adolescente me responde, lanzando su mirada al vacío: - "Ni ideas" – Quizá la falta de enseñanza por parte de los docentes o él mismo por no tener interés en la lectura de saber el origen del nombre de su instituto de aprendizaje, lo obligó a emitir esa írrita respuesta.
Como párrafo concluyente, podemos agregar que pasearse por la lectura, es una noble pasión que debe sustentarse en buenos hábitos que den la posibilidad para leer más; siendo uno de los modos principales de facilitar su acceso a la cultura y a la civilización. Considero que leer, es tomar contacto con las preocupaciones humanas. A mi modo de sentir, no es menester que un sujeto se transforme en sempiterno bibliófilo. Por lo tanto, soy del pensar, que es una quimera que pretendamos leer todo al mismo tiempo, conocer todas las materias que conforman el universo. No obstante, al menos, impregnarnos de lecturas de las cosas más próximas o elementales que nos rodean, verbigracia, nuestra historia local, nuestra cultura, nuestras fechas patrias, personajes que intervinieron en nuestra venezolanidad, entre otras. Para no fastidiarlos más, a hurtadillas, quiero dejarle esta frase que no me corresponde: "Si yo fuera dueño del mundo, sembraría libros por toda la tierra, como se siembra trigo en los surcos". (Horacio Mann. 1796-1895)".
Mis respetables aporreahabientes, ¡Muchas gracias! Nos vemos en la biblioteca.