La vida, tan frágil y cándida es muy bien atesorada por muchos pero, con ardua pena hay que decirlo, sin alcanzarse a la completa conciencia. Es comprensible notar en la Venezuela que transita los primeros años del Siglo XXI, chavista, como muchos la quieren identificar, señalar y etiquetar, ha ocurrido de todo sin caerse en una guerra civil. Las provocaciones internas más la injerencia extranjera junto a los atentados a distintas personalidades de la vida pública, añadiendo la desaparición física del máximo líder del proceso revolucionario no han detenido la marcha. Entonces a esta nación actual debe reconocérsele como la más firme, valiente y luchadora de todas.
Han transcurrido 24 años bajo la égida de la Constitución de 1999, la que dio impulso a la construcción de un Estado basado en la inclusión social, la conformación del Poder Popular, la real y necesaria integración cívico-militar, la modernización y funcionabilidad de los servicios públicos, el apoyo financiero desde la banca pública a productores, artesanos, pequeños comerciantes y, más recientemente a emprendedores, todo a favor de una mayor independencia económica y apostándose a la diversificación del mercado interno con miras a fortalecer nuestros ingresos e incluso así más adelante poder hablar de una moneda sólida.
Sin embargo se transita por una Venezuela convulsionada, vilipendiada, sacudida y sometida a duras pruebas que atentan, primeramente contra la paz y estabilidad de sus habitantes; la segura y adecuada distribución de alimentos; las condiciones favorecedoras para la adquisición de viviendas; el derecho a recibir atención médica de calidad junto a una educación anclada a las exigencias de los nuevos tiempos más la justa remuneración de sueldos y salarios acorde a la canasta básica; con todo ello se continúa sin que la dinámica termine por quedar brazos cruzados.
Desde luego cómo dejar de percibir el pundonor, sacrificio con que cientos de compatriotas, sean mujeres y hombres, a través de sus distintas ocupaciones resistan el día a día y en medio de unos indicadores inflacionarios que siembran de calamidad y serias necesidades a la mayoría de la población, a tal punto de observar embarazos no planificados y terriblemente bajos en nutrición. .
Desde finales de julio a la fecha en que se escriben estas líneas se cuentan a compatriotas viajeros ahora del cosmos. Cada uno de ellos deja en su historial momentos valiosos e imborrables. Ciertamente la ausencia pega pero es difícil no hallar en la rabia más frustración. En última instancia solo queda la enorme tarea de continuar sin esa persona y complacido, nosotros, de haberle conocido hasta hacer valorar sus enseñanzas.
En tal sentido es importante concienciar a la población de los riesgos actuales en cuanto a contraer enfermedades. El no cuidarse. La salud de miles de venezolanos de a pie es evidente y el sistema de salud público es catalogado de insuficiente. Con decir existen zonas apartadas, rurales, lejanas que no consideramos capaces de atender una epidemia ésta pueda desatarse en un momento inesperado.
Así mismo entendemos el gobierno busca los mecanismos con tal pueda responder en situaciones de gran impacto. Cabe decir hemos presenciado el desbordamiento de caños y quebradas. Las ayudas llegan pero son muchos los que se quedan sin tales beneficios. También es cierto los incontables accidentes en zonas escolares sin dispensarios cerca. De ahí el llamado de atención pronto a iniciarse un año escolar y que aún seguimos inmersos en situaciones calamitosas que pudieran atentar contra la salud, principalmente de los estudiantes venezolanos.
Hay que valorar ese rayito de luz que tenemos. La conciencia es colectiva. No podemos olvidar existen agentes extraños a los proyectos de vida que juegan con nuestro bienestar. La seguridad, los alimentos, la salud y la educación de los más jóvenes son potenciales negocios con números de personas cada vez más influyentes, faltos de alma y corazón. Y aquí el chavista inescrupuloso o el de oposición oportunista no están con cuento.