Los resultados de las elecciones legislativas del 26 S han tenido una virtud: confrontar a los bolivarianos con el espectro de la IV República y la ominosa presencia del Imperialismo que ni descansa ni duerme en su campaña letal para destruir la Revolución Bolivariana. La nueva línea que ha bajado el gobierno de Barack Obama a sus sirvientes del Pantano de la oposición (MUD= pantano en inglés), es la de presionar para lograr enchufarse, más de lo que ya está, en el gobierno bolivariano, a través de la estrategia política del diálogo.. La razón de esta movida política, pensamos, es evitar que la representación parlamentaria del Pantano quede ideológicamente al descubierto cuando se inicien las discusiones en la nueva Asamblea Nacional. Dicha representación tendrá que defender los intereses de la oligarquía nacional y del gobierno de la oligarquía estadounidense que paga sus sueldos y financia sus campañas y sostener el viejo y desgastado programa neoliberal que animó sus intentos de destruir el Estado Nacional Venezolano en 2002 y 2002 mediante el golpe de estado militar del 11 de Abril y el golpe petrolero del 2 de Diciembre del mismo año.
Los bolivarianos no debemos olvidar que la lucha de clases es el motor de toda revolución. Cuando hablamos de lucha de clases no estamos aludiendo al viejo cliché que la equipara solamente con huelgas y enfrentamientos violentos. Esa es una de las formas de lucha, pero lo esencial de la lucha de clases es que representa la oposición de dos proyectos de sociedad, de dos visiones antagónicas del mundo que, este caso, están representados en el decadente proyecto de capitalismo neoliberal que mantiene la oposición, pero que no se atreve a confesarlo, y en el proyecto de sociedad socialista del siglo XXI que explícitamente sostiene la Revolución Bolivariana y nuestro líder Hugo Chavez Frías.
El proyecto capitalista neoliberal tiene como una de sus armas de penetración ideológica al pensamiento único, posición política totalitaria que solamente ha sido posible ser sostenida por el Imperio en América Latina mediante dictaduras militares o democracias burguesas francamente dictatoriales como las de Chile, Perú, Colombia, Panamá y Honduras. Dicho proyecto tiene como finalidad única promover la concentración de capitales y riqueza en una minoría de empresarios y banqueros, crear una república plutocrática gobernada por los intereses del lucro y el dinero donde la mayoría de los ciudadanos tengan que trabajar más a cambio de salarios de hambre y contratos basura cada vez más degradantes, la eliminación de la seguridad social, de la educación gratuita y universal y de la libertad y los derechos humanos que conspiran contra el enriquecimiento de la minoría plutocrática que se apropia de los gobiernos y del control del Estado. Esto es lo que deberán defender los parlamentarios del Pantano (MUD) en la Asamblea Nacional, si es que quieren seguirse ganado el salario que les paga el Imperio.
Nuestra lucha de clases, la lucha de clases que debemos conducir los bolivarianos, debe tener como meta hacer prevalecer y triunfar nuestra concepción socialista y democrática de la sociedad venezolana. Oportunistas, dirigirse al Pantano (MUD) a ver que migajas les da la oposición. Para lograr que dicha meta prevalezca es imperativo, como ya hemos resaltado en diversas oportunidades, estimular la conciencia crítica, el desarrollo del un imaginario revolucionario que anime modo de vida socialista, para que este llegue a desplazar a al imaginario del modo de vida capitalista, a la Cultura del Petróleo que penetro hasta el tuétano la sociedad venezolana durante la IV República. Una Revolución es un proyecto cultural, no solamente un cambio en la vida material sino también en la ideología. Si el gobierno bolivariano tiene capacidad de decidir sobre las políticas culturales que animen y estimulen el desarrollo del imaginario de la revolución, es preciso actuar en consecuencia. Los ejemplos, la teoría y los métodos de acción, ya existen.
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