El fascismo
Un descontento generalizado, y por supuesto, el temor a que triunfara una revolución obrera, harían que no tardaran en aparecer las asociaciones políticas de extrema derecha que combatían los movimientos obreros. Así, en 1919 hacen su debut los “fasci di combatimento” que luego sería el Partido Fascista Italiano y, en 1920 el Partido Nacional Socialista Alemán, conocido como el partido nazi, dado que Alemania tenía su economía hipotecada por tener que pagar las indemnizaciones de la guerra (la primera), un creciente desempleo y una violencia social que haría llamativa la opción por el Partido Nazi que prometía paz, orden, trabajo, autarquía y militarismo, para acabar con la humillación de la Primera Guerra Mundial. Y para colmo la gran depresión del 29 hizo que regresara la crisis que incidió con fuerza en Europa y sobre todo en Alemania. Lo económico, pues —como sabemos— está inmerso en toda cuestión social.
El capitalismo ha dispuesto de dos fundamentales formas de organizar la política: mediante un Estado democrático, o de un despotismo absoluto. Pero resulta que ambas formas políticas habíanse quedado rezagadas con respecto a imperiosas y actuales necesidades de defensa del estado burgués. Pues el fascismo no ha resultado, ser más, que una nueva forma de contenido económico del capitalismo.
La revolución, por otra parte, requiere de una estrategia y de una táctica. La lentitud pareciera estar presente en la estrategia, por la necesidad de buscar caminos preparatorios; y máxime, cuando ella es necesariamente autóctona y democrática, como resulta la nuestra. Pero los ataques rápidos, inesperados, y hasta inevitables, parecen estar en la táctica. Los políticos tradicionales defensores a ultranza de la burguesía, se fueron dando cuenta, en base a su larga experiencia, que sus antiguos métodos de defensa les habían resultado insuficientes. Porque no les ha alcanzado, ni un aparato defensivo de Estado, ni una policía represiva, ni un ejército, incluso. Y sintieron que necesitaban algo más. Y era, que más que rechazar el ataque, prevenirlo; más que preparar la vacuna, matar el virus de la revolución con fuego. Pero para ello había que modificar sustancialmente la estructura del Estado. Porque no bastaba ya guarecerlo; resultaba imperioso transformarlo y, de forma tal, que sólo, y únicamente, hiciera posible la vida de la burguesía creando para el pueblo revolucionario una atmósfera asfixiante dentro de la que no pudiera sobrevivir ni una sola de sus organizaciones. Ese pues es el papel del fascismo. De allí que toda artimaña o herramienta que busque esto (sutil o descaradamente) es fascismo puro al servicio de la burguesía. Por eso es que aquí en Venezuela la cosa es muy clara: los fascistas, saltan a la vista.
Porque si bien es cierto que el fascismo en unos primeros momentos, lanzaba consignas revolucionarias como significando una división con sentido clasista dentro del propio proletariado, a su vez aprovechaba las condiciones de división dentro del movimiento obrero, la separación comunista de la socialdemocracia, incluso, el fracaso de la huelga general de 1921, para dar un viraje violento, fanático, y poner al servicio de la contrarrevolución, sus aparatos de choque y su envidiable sentido de la disciplina. De allí que la toma del poder, para los fascistas, se mostraba como en dos fases. La primera vencer al pueblo revolucionario y desorganizarlo para descabezar la revolución, y luego presentarse como el salvador, reclamando el poder para la burguesía, siempre espantadiza y temblona.
Pero hay que recordar, que en la guerra civil de genio social acaecida en Italia, a comienzo de los años 20, los fascistas despedazaban y quemaban las organizaciones obreras (¿habría de extrañar eso, hoy en Venezuela?), mientras los obreros combatían, indomablemente, organizando incluso hasta deplorables estragos. En 1921 –como cuenta Curzio Malaparte– cincuenta camisas negras fueron degollados en Sarzana, los heridos estrangulados en sus respectivas camillas mientras otro centenar (huido hacia los campos y los bosques, buscando salvación) eran perseguidos afanosamente con “horcas y guadañas”... Pero en esa contienda, por cierto, el pueblo desarmado y acometido, por todos los flancos, llevó la peor parte. La violencia fascista complementaba la desorganización de ellos, con su exterminio. Decapitó totalmente la revolución, matando a sus mejores dirigentes. La ocupación militar, protegida y aplaudida por el Estado liberal acobardado y agradecido, pesó demasiado sobre la vida del pueblo revolucionario. Y, con su consabida táctica del incendio, convertían en cenizas los ardores populares revolucionarios. Es un buen espejo para verse, a los fines de la imprescindible unidad y de la práctica de la crítica y autocrítica inteligentes; vale decir, que no le permitan al fascismo hacer causa común con ella. Y en nuestra merma electoral, pudiera haber alguna mortífera dosis de ello.
La crítica
Desde el punto de vista semántico, crítica remite a criticar como un mero juzgar de las cosas. Y, como femenino de crítico, a escrutinio y juzgamiento acerca de alguien o algo. No es fácil definir lo que es la crítica. Puede que necesite hasta un método filosófico para determinar su esencia, porque muchas veces obedece también, más a un afán intelectual, que a una necesidad lógica.
¿Y podría el crítico a propósito ser un conservador? A esto pudiera darnos una respuesta el hecho de que, ser conservador sea, o pudiera ser, un hecho sentimental. ¿Sentimental? Sí, sentimental. Porque el conservadurismo real no significa confiar en los razonamientos sobre cuestiones de importancia vital, sino más bien en los instintos hereditarios y en los sentimientos tradicionales. Bastaría con oponerle al conservador un argumento, por el que tienda, digamos a demostrar su sabiduría y virtud, para darse cuenta, de inmediato, que no será capaz de responder a ese argumento, sino siendo presa, más de cuanto cree que la tradición y los sentimientos que la tradición y costumbre han desarrollado en él, que por su propio y débil raciocinio, dado que le resultarán, en todo caso, más seguros. Esto pudiera dar explicación a por qué algunos o algunas apreciados camaradas, al formular críticas, lo hacen, en tal tono, que parecieran estar bajo un arrebato sentimental... Pienso que olvidan, precisamente por la seguridad que les da lo que la tradición y costumbres han desarrollados en ellos y ellas, que nuestra Revolución es a lo venezolano, sin desdeñar, por supuesto en lo que corresponda estrictamente, las lecciones que podamos sacar de otras revoluciones afines y de los hontanares que le sirvieran de fuentes de inspiración filosóficas e histórica… Ello nos obliga entonces a hundirnos más en el mar de nuestra historia y de nuestra manera de ser, que en otros mares por más pletóricos que se hallen de “plancton” ideológico. Nosotros somos bolivarianos, zamoranos y rodriguistas. “Moral y luces son nuestras primeras necesidades”; “Tierras y hombres libres” o, “inventamos o erramos” ¿no constituyen tres proposiciones bonitas como para erigir, con ellas, un cuerpo de doctrina socialista a lo venezolano? Así planteó Chávez —esencialmente bolivariano— nuestra revolución. Por tanto, también somos chavistas, porque Chávez con el pueblo fue el que hizo posible toda esta avalancha de hechos ciertamente históricos. Porque, interpretando a Bolívar en la Carta de Jamaica, diría : Los y las chavistas venezolanos hemos manifestado la voluntad de conseguir instituciones socialistas y perfectas, sin duda, por el derecho que tenemos los revolucionarios y revolucionarias a desear y alcanzar la mayor felicidad posible para nuestro pueblo, fundándolas sobre las bases de la justicia, de la libertad y de la igualdad.
Y no sé si todo el mundo, pero muchos se consideran lo suficientemente expertos en el arte de razonar, claro, pero en cuanto a capacidad de raciocinio de uno mismo, no de los demás. Los demás igualmente se creen expertos en ese arte de razonar, pero también, en la capacidad de razonar, de ellos mismos. De allí que debatir o polemizar, en primer término, no sería más que contraponer nuestras capacidades de raciocinio, que no es lo mismo que razonar con lógica, lo que por tanto resulta sofístico; vale decir, solo con ánimo de ganar la discusión, no de hallar la verdad revolucionaria. ¿Y qué es la verdad revolucionaria? ¡Pues la victoria revolucionaria, a través de la razón revolucionaria!
La posesión plena de nuestra última capacidad, que es la de extraer inferencias, la de pensar con lógica, es algo que hay que alcanzar, ya que, muy lejos de ser un don, es algo muy lento y difícil. Pero es curioso, los escolásticos (pertenecientes a las escuelas medievales), emulando a los romanos, y considerándola bastante fácil, la hicieron el primero de los estudios de un niño, luego de la gramática. Así fue como alcanzaron entenderla. Su principio básico era que el conocimiento se basa, bien sobre la razón, bien sobre la autoridad, y que todo lo que se deduce por la razón, en última instancia depende de una premisa derivada de la autoridad. Por consiguiente, tan pronto como un niño dominaba perfectamente el procedimiento silogístico, se consideraba que ya había completado su pertrecho de pensador.
Nuestra Venezuela revolucionaria tiene que estar preñada de seres pensantes y lógicos. En la democracia burguesa, este objetivo es solo para la élite privilegiada y tiránica. El pueblo no debe pensar. Todo lo contrario. El pueblo solo puede creer en todo lo que le digan, y ser, por tanto, lo suficientemente sumiso. Y para los jóvenes solamente marketing insulso, para aplicarlo luego a lo político cuando convenga a los intereses burgueses. De manera pues, que insisto en que nuestros hijos deben comenzar a manejar, desde sus primeras letras, el silogismo y el lenguaje complejo. Por favor, no les hablemos más a nuestros niños como si fuéramos todos idiotas, y quisiéramos que ellos, por tanto, lo fueran. Démosle mucha ternura, pero hablémosle en lenguaje complejo para que se vayan acostumbrando a identificar lo lioso y evadirlo con sugerencias lógicas. Humberto Eco habla de “neolengua” para referir que todos los textos escolares fascistas se expresan en un lenguaje pobre, con una elemental sintaxis para que limite los instrumentos para el razonamiento complejo y crítico. Y Noam Chomsky, en una de sus diez estrategias de manipulación mediática, habla de aquella de dirigirse al público como “criaturas de poca edad”, como si fueran débiles mentales. Así llegaremos a tener, y en plena juventud, científicos, filósofos, literatos y creadores brillantes para el resplandecer del futuro de nuestra Revolución y contribuir a que también lo sea de Latinoamérica, nuestra patria grande... En quien razona, es difícil que anide la manipulación contrarrevolucionaria. Recordemos que una característica del fascismo es atacar frontalmente todo lo que signifique cultura, intelectualidad o racionalismo. Frente a este imponen el instinto y la fuerza. Purgan los libros de Historia, queman libros considerados peligrosos, son intolerantes frente a los contrarios y, en ellos y ellas, el dogmatismo, en la exposición de sus ideas, son una rabiosa constante.
Hay que tener muy claro entonces, que Primero Justicia es el escuadrón frontero del fascismo venezolano que surgió a expensas del Estado burgués en tiempos en que la arremetida de la burguesía extranjerizante venezolana, pulverizaba a los partidos tradicionales, cuyos escombros, ellos hoy, manejan a placer. Y lo peor es que bases proletarias, que debieran estar con la Revolución, se han creído el cuento de su izquierdismo utilitario y fraudulento. Afortunadamente que la Revolución cuenta hoy con fuerzas (civiles y militares) que lucen imbatibles ante sus parciales arremetidas con apoyo inocultable del imperio. Pero hay que continuar perfeccionándolas.
Pongamos pues a su servicio nuestra capacidad de pensar con lógica, y la de crear.
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