Ser como Chávez, tienes que volverá nacer

Decidí escribir este artículo cuando los chavistas celebramos los 59 años del Gigante. Es decir, si estuviera con nosotros, estuviéramos celebrando con él. Aún me niego a creer que se nos fue. Parece una pesadilla. Pero el destino es el destino. Aunque muchos no crean en el. ¡Qué difícil es la vida para algunos! Nacemos de un modo, es decir, venimos al mundo predestinados a ser como tenemos que ser. Uno no puede escoger ser como alguien, que ya no esté en este “infierno comunista”, para estar en concordancia con los desesperados compradores de dólares en las llamadas subastas del Sicad, que se inventaron, de pronto, una empresa de maletín o un viaje a Curazao. ¡Válgame Dios! Estas son las cosas que me cuestan creer, pero como vivo en Venezuela, estoy jodido.

Este es el país de las contradicciones, donde si les sueltan un chorro de dólares a los vivos, emprendedores, y empresarios especuladores, unos, y otros de maletín protestan, y si no le los dan ni para comprar una lata de sardina en un Bicentenario, o en un Pdval, también protestan. ¡Qué vaina tan buena!, como dice nuestro humorista, que vive en Cagua, estado Aragua, ya retirado, pero que revivió con el aquellas sabias y proféticas palabras, al estilo poético, que dijo en el Teresa Carreño, ante un gentío, y en presencia del Comandante Supremo de la revolución, titulado “No volverán”. Ese personaje, fue nada más y nada menos que Perucho Conde, quien al terminar sus estrofas fue abrazado y felicitado por el propio Chávez.

Efectivamente, aunque usted no lo crea, es mejor ser como Chávez, arrechamente, para usar la palabra que puso de moda aquel de los ojos “puyuos”, el mismo que quiso imitar a Chávez, y casi se declara chavista, y hasta ofreció nacionalizar a los médicos cubanos, en la campaña de las últimas elecciones presidenciales. Pero eso de ser como Chávez, es más difícil que matar un burro a pellizco. Porque hay más de un “´pero” atravesado. Miren, Chávez, bautizado, el Gigante, por su hija María Gabriela, era un hombre de una sola pieza, sólida como una estatua. Era de una personalidad única. No era de este mundo, era de otra galaxia, así le duela a los de la cuarta. Ese Comandante Supremo, cuyo cuerpo descansa en el Cuartel de la Montaña, vino a cumplir una misión en la tierra, concretamente, en un país llamado Venezuela, y la cumplió a medias, porque el imperio algo hizo para que ese cáncer avanzara a la velocidad del tren que, lamentablemente, se descarriló en días pasados en España, arrojando cifras de fallecidos y heridos, que enlutan a ese país.

Sí, eso es verdad. Lo del avance del cáncer fue tan acelerado que aún pienso que todo fue un sueño (pero pienso otras cosas, como por ejemplo, que ese cáncer, de alguna manera, fue sembrado, en su cuerpo, por quienes tienen las mejores tecnologías del mundo). No necesito nombrar al imperio. A ese imperio que retrata tan bien Al Gore, en su libro “El Ataque a la razón” (el cual recomiendo que lo lean). Por eso, les juro que yo no veo los videos que pasa el canal 8 donde aparece él. ¿Saben por qué? Porque me parece que eso es mentira, que Chávez se nos fue. Pienso que él está vivo. Y que solo se fue a de vacaciones, por primera vez, a orillas del río Arauca, metido dentro de un chinchorro, viendo los alcaravanes planear, como buscando el rumbo deseado.. Eso pienso, en mi mente, que se resiste a creer lo increíble. Por eso, por todas estas, cosas, y otras más, para ser como Chávez, es como dice el skech del programa, de Venevisión, “A que te ríes”, tienes que volver a nacer. No hay otra manera. Lo juro.

Pero dejó su obra a medias, para que otros la continuaran hasta el final. Uno de esas personas destinadas por el propio Chávez, quien fe un Gigante hasta para despedirse de su pueblo cuando, en su interior, ya sabía que sus días estaban contados, fue Nicolás Maduro Moros, quien sabiendo la distancia entre uno y otro dijo ”Yo no soy Chávez”, soy su hijo. Pero igual, presidente Maduro, su responsabilidad es tan grande que no cabe en las aguas del Atlántico. Yo no quisiera estar en su pellejo, porque o la revolución se pierde en sus manos, o avanza hacia la consolidación, hasta llegar al final, y seguir más allá. Usted tiene que parecerse, un poco a Chávez, arrechamente, pero cultivando una personalidad propia. Gobernar a su estilo, sin desviarse del camino que trazo el Gigantes, antes de partir, el ocho de diciembre para Cuba, para su última intervención quirúrgica, dejó a usted, camarada Maduro, la grandísima responsabilidad de seguir la senda trazada. Esas serian sus últimas palabras, y como Gigante, al fin, las dijo ante una cadena nacional, y concluyo, como un varón, como lo hacen lo hombres que dejan huellas, como todo un auténtico revolucionario, dijo sus últimas palabras a su pueblo y ante la presencia de su equipo, qe lo acompañó en esa cadena histórica del 8 de diciembre del 2012.

“Hoy tenemos la Patria más viva que nunca”, dijo con si voz y la seguridad de siempre, “ardiendo en llama sagrada, en fuego sagrado. La revolución seguirá porque no depende de un solo hombre, se ha desatado un liderazgo colectivo. En ese sentido, insto a todo el pueblo venezolano, a la Fuerza Armada Nacional Bolivariana, a los miembros del equipo de gobierno a mantenerse bajo el lema de la ¡Unidad, Unidad, Unidad! Venezuela no es la misma de hace 20 años, de hace 40 años. No, no, no. Tenemos un pueblo, tenemos a unas Fuerzas Armadas en unión nacional.

Y ya, como queriendo y no queriendo despedirse de su pueblo, a quien tanto amó. Dijo: “Buenas noches venezolanos, buenas noches a todo el pueblo venezolano. Desde este querido recinto, mi llamado es a la unidad y a seguir profundizando la revolución”. Y como si fuera poco, se despidió como lo hacen los grandes, con un corazón adolorido, aún sacó fuerza para entonar una canción de uno de sus batallones, que se había aprendido desde niño: “Al resonar de clarines guerreros, ocurre el blindado, ocurre veloz, con celoso dragones de acero que guardan la Patria que el cielo nos dio. ¡Patria, Patria, Patria querida ,tuyo es mi cielo, tuyo es mi sol. Patria tuya es mi vida, tuya es mi Dios, tuya es mi alma, tuya es mi amor”. Y remató, advirtiendo a los enemigos de la revolución: “Tenemos Patria, no se equivoquen. ¡Hasta la victoria, siempre!.

Así se despiden los grandes de sus seres queridos. De su pueblo. El, Comandante Supremo de la revolución, sabía que estas eran sus últimas palabras. Y así fue. Se terminaba con la ida, para siempre, de Chávez, en los días venideros, el más grande, diría yo, después del Libertador Simón Bolívar. Por eso, Nicolás Maduro tiene sobre sus hombros el destino de esta revolución. ¿O la lleva al destino encomendado por Chávez, o se pierde bajo el signo de la corrupción, que campea por todos lados, apareados con la desestabilización de la derecha, fascista y apátrida?

¡Chávez, vive, la lucha sigue!

Teófilo Santaella: periodista, egresado de la Escuela de Comunicación Social de la UCV. Militar en situación de retiro. Gerente de Información, jubilado de la Corporación Venezolana de Guayana.


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Teófilo Santaella

Periodista, egresado de la UCV. Militar en situación de retiro. Ex prisionero de la Isla del Burro, en la década de los 60.

 teofilo_santaella@yahoo.com

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