De niña escuché muchas veces a los mayores decir que el día que nació tal o cual persona se rompió el molde. Eso se traducía a que el aludido era muy bueno y que no tenía repetición.
Recordábamos esta antigua pero sabía expresión mirando un retrato del presidente Hugo Chávez, que hemos colgado en la habitación como una forma de mantener viva la memoria del comandante eterno, líder de la revolución bolivariana de Venezuela que hoy se extiende por el mundo.
Y es que Hugo Chávez fue un fenómeno. Uno analiza su personalidad y obra y siempre consigue nociones. Todo alrededor de él es un aprendizaje, una brújula que lo guía a uno para entender, revisar situaciones y hasta tomar decisiones. Ahora que no está físicamente, sus reflexiones nos acompañan. Más de una vez nos hemos plantado frente a su imagen para preguntarle: ¿cómo lo habrías resuelto tú? De algún lugar aparece la señal que indica el camino.
Vientos fuertes soplan y los revolucionarios debemos enfrentarlos con coraje y sensatez... Chávez se encontró con muchos huracanes pero se convirtió en un apaciguador de tempestades. Discutía con su equipo, revisaba las decisiones, escuchaba, proponía y se imponía cuando era necesario.
En el 2008 hizo estas consideraciones: “Hay que mantener el ímpetu de las grandes decisiones, con coraje y sabiduría, y con capacidad política para hacerlas cumplir.
Siempre hay que estar revisando esos esquemas acordados, el control de cambios por ejemplo. El año pasado yo dije como es posible que estemos dando mayor cantidad de dólares para los viajeros que para comprar alimentos; a alguien se le ocurrió abrir un boquete de compras por Internet (…). Bueno hicieron una resolución allá en el Banco Central, casi siempre cediendo a presiones. No podemos ceder a ninguna presión de ninguna oligarquía, de nadie, aquí manda el pueblo. Y por allí se nos fueron miles de millones de dólares el año pasado. He ordenado ajustar, vicepresidente, y que más nunca vuelva a ocurrir eso, cualquier decisión al respecto debe ser consultada conmigo, aun cuando el Banco central de Venezuela es autónomo pero yo soy el Jefe de Estado.”
Igual refería: “como costó la decisión del control de cambio. Recuerdo que en la primera reunión el único que estaba de acuerdo era yo, ni los ministros estaban de acuerdo; El Banco Central mucho menos. Hasta que después de muchos debates, discusiones y peleas de madrugada, por fin acordamos el control de cambio. De inmediato comenzaron a recuperarse las reservas internacionales, se acabó la hemorragia”.
El comandante no postergaba las materias urgentes. Sacaba el tiempo que no tenía. En una ocasión conversamos con un exministro y nos contó que el presidente Chávez solía llamarle de madrugada para consultar, revisar políticas, programa y proponer ideas. Los ministros de su gabinetes por tanto debían estar atentos y localizables. El no esperaba que los funcionarios fueran a pedirle reuniones, el los llamaba, estaba pendiente de lo más mínimo.
Sería mucho pedir otro Chávez, porque está visto que el molde de el se rompió al nacer. Pero al menos uno mantiene la esperanza de que quienes hoy conducen los destinos del país al menos se le aproximen sobre todo en esa capacidad de imponerse a las presiones, de rectificar y reconocer las equivocaciones.