Después de tu partida, la utopía dio una vez más un paso hacia adelante. Ellos arremetieron, como siempre, pero ahora con la furia de saber tu ausencia.
A pocas horas de tu partida, seguimos esperando que ordenes, que des orden, que nos digas lo que se te ocurre que hay que hacer.
Cuando te fuiste, dejaste el lienzo a medio hacer, tu retrato del futuro quedó en el aire con la incógnita de los tiempos y de las ideologías.
Antes de irte, una lluvia limpió las pocas cosas impuras que tu entrega no había podido expiar.
Te fuiste y aquellos, algunos y los mismos creyeron que sólo vivías en un discurso, en frases hechas repetidas a cal y canto hasta la credulidad.
Cuando tus ojos se cerraron al paisaje del mundo, tu mirada alcanzó la profundidad de aquel que mira la sabana. Los ríos, esos ríos que alimentan con su savia las extrañas de la soberanía, ensancharon sus cauces, comprimieron sus saltos, se elevaron a las alturas de los padres tepuyes y regresaron a su origen.
A pocas horas de tu partida hubo grandes movimientos y alianzas, traiciones y delaciones, estallidos luminosos de un camino por comenzar o por terminar.
Muchos alzaron la voz para recordarte, otros siguieron su eterno cántico de los olvidos. Pudiste tú oír los últimos latidos de ese corazón que enseñaste a latir con el estruendo de la libertad. Los más humildes, guardaron una diminuta lágrima para nunca olvidarte. Los soberbios se colocaron en su boca tu nombre, para banalizarte y esperar que el tiempo se hiciera cargo de ti. No pudieron plantar la muerte y tú, estarás peleando mano a mano con El Patrullero, con tus pantalones remangados hasta la rodilla y tu mano izquierda juntando la cola con la boca de la fiera. Luego, con uno de los dientes de la bestia harás una improvisada pelota de béisbol y le lanzarás tus curvas al centro mismo del cosmos para esperar que retorne lo que dormido, sigue escondido de tu pueblo.
Cuando regreses, el día primero del mes uno del año inicial, las hienas se enterarán de tu vuelta. Partirán en carreras por los callejones de la historia y dejarán su fetidez en el ambiente. Luego, todo será perfumado con esencias de café, de mastranto, de cartulina, de marcadores de color, de cuero de guante, de chaqueta tricolor, de betún para lustrar las botas para el desfile, de sudor de mano de hierro que reprime su golpe por ese extraño vínculo con el amor.
Regresarás tal vez no hoy, ni mañana o, quizás, ya estás, o nunca te has ido y, entonces, nunca regresarás, sino que como la garua o el arestín estás esperando el momento preciso para empapar y hacer del lodo provocado por tus humedades, un nuevo ser con el barro de los piaches, con los ríos de todas las corrientes.
Nos dejaste tan presentemente, que ahora no sabemos cuándo, ni dónde, ni por qué estás. Nos dejaste de una forma tan planificada que toda improvisación te resucita y te hace cuerpo y sangre y alma y pedazo de galleta recibida de un niño.
Nos llevaste tan lejos que no salimos del asombro, al no tener al conductor de ese pequeño Volkswagen rojo que rueda por las calles con la mano izquierda alzada y con la derecha haciendo piruetas al volante, en el timón. Ese carrito en el cual cabíam0s todos, hasta tus propios enemigos que fueron perdonados una y otra vez por ti, aún después de haber firmado tu sentencia de muerte.
Cuando creas conveniente puedes hacernos saber qué hacer, o simplemente dinos que por ahora hay que seguir el camino largo de los maramarales de la incertidumbre.
Hoy el enemigo nos sigue mirando fijamente a los ojos esperando que nuestras rodillas claudiquen, quiere seguir el festín y el aquelarre. ¿Será que de verdad creyeron que al matarte se iría la esperanza y el oprobio volvería a enseñorearse en la luminosidad de la Patria?
Hoy te convocamos a una marcha… la misma marcha que tu mente fraguó en ese pequeño pueblo del llano hace 60 años.
¡Arpa maestro que se me rompe el sueño!
@armandocarrieri