La orientación del Presidente Chávez en torno a la necesidad de mantener activos a los pelotones y batallones, más su propuesta de que estos organismos deben involucrarse en la creación del partido único que impulse la construcción del socialismo en Venezuela son posturas asidas a la verdad, tal como si el propio Chávez hubiese estado involucrado con el trabajo de estas estructuras.
Lo señalo porque la experiencia vivida con el trabajo de los batallones y pelotones ha sido extraordinaria, sin obviar los errores que se hayan cometido. Durante el proceso electoral fue la expresión del trabajo de mujeres y hombres del pueblo a favor de sustentar este proceso de cambio.
Nos tocó ver, por ejemplo, a mujeres provenientes de barriadas humildes, donde no llegan los servicios básicos, donde ni siquiera gozan de viviendas propias, a la orilla de ríos que se llevan los ranchos cuando se desbordan, sin baños donde hacer sus necesidades, en terrenos tomados por la fuerza que les brinda la dignidad; y esas mujeres se convirtieron en defensoras a sangre y fuego de los sitios de votación, por lo tanto constructoras del triunfo de Chávez.
Y hacían ese trabajo sin pedir nada a cambio, mientras había diputados que se encerraron en una especie de bunker, protegidos por dos guachimanes, y que “monitoreaban” los resultados a la par de consumir whisky doce años.
¿No sería más honesta, justa y provechosa una discusión llevada a cabo entre estas mujeres que otra entre los diputados “monitoreadotes”? Estas militantes, junto a sus vecinos o camaradas de batallones y pelotones, que han sufrido la exclusión en la IV República y que en esta V República les impiden el paso al Comando Miranda, pues algunos de nuestros diputados acuden a guachimanes para mantener la exclusión, son merecedoras de ir construyendo ese partido único desde abajo, ellas y ellos deben tener derecho a opinar, exigir y aprobar.
La revolución retumba en sus corazones.