El socialismo que asusta

A pesar de los años que tiene en el mundo, desde los utópicos owenianos o saint-simonianos, pasando por el planteado y soñado por Marx y Engels o por el leninista de Vladimir Ilich o socialismo real que nunca se supo que tan real fue, hasta el presente del Siglo XXI, el socialismo todavía asusta.

En primer lugar asusta a muchos socialistas de verdeolivo en los sesenta o de cafetín de todos los tiempos, turistas del socialismo, los llamó alguna vez nuestro cineasta Román Chalbaud, quienes al ver la posibilidad palpable de empezar a transitar por la vía de construir el socialismo en Venezuela, dieron un salto tan grande de talanquera que pasaron al lado derecho de los meritocratas de PDVSA y los directivos de Fedecámaras.

Asusta, por supuesto, a quienes se ampararon en el carnet blanco, la Reforma Agraria y los créditos agrícolas para hacerse latifundistas, dueños de las tierras y hasta del trabajo de los campesinos. Ven en el socialismo el fin de sus tropelías, el punto final de su “yo hago con las tierras lo que me da la perra gana”.

Asusta a los especuladores que por años han jugado con el hambre del pueblo, a los dueños de grandes consorcios de la salud que han dejado morir a muchos venezolanos en las puertas de clínicas impagables, a los banqueros que han saqueado al país.

Y así a muchos que de una u otra forma han intentado “meterencintura” al Presidente Chávez.

A esos los tenemos ubicados en la acera del frente.

Pero es que el socialismo asusta puertas adentro, en especial cuando se dice que nacerá del poder popular, que es el poder del pueblo y no de las cúpulas. Sí, allí también asusta, caramba porque se nos dice que el socialismo significará la “eliminación progresiva de la jerarquía en la sociedad y el seno del pueblo, con acciones reales y positivas para erradicar definitivamente cualquier forma de discriminación”. ¡Uf!, eso es la liquidación de las cúpulas, el corte de patas a eso que alguna vez se llamó la “vanguardia”.

Imagínense el temor de algunas de las altas figuras del chavismo, de esos que gozan de sueldos obscenamente elevados, cuando se dice que el socialismo significará la “reducción de las diferencias salariales entre la cúpula política y las bases productivas”. ¡Uy!, ¿parlamentarios con sueldos cada día más parecidos a los de un obrero? ¡Fin de mundo, camaradas!

Y muchos se asustan porque en el socialismo del siglo XXI, recogiendo lo más justo y preciado de las experiencias anteriores, a fin de evitar secretarios generales y similares enquistados en la cúpula del partido único, se plantea que habrá “mecanismos de fácil aplicación para renovar a los dirigentes políticos”. ¿El ocaso de los cogollos que quitan y ponen parlamentarios?

Así podríamos seguir señalando puntos que preocupan a unos cuantos que sólo se desvelan por “garantizarse su futuro político” y no por el futuro de este proceso revolucionario que intenta llegar al socialismo.


salima36@cantv.net


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Pedro Salima


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