Otro tema tormentoso para la oposición es el anuncio de crear un “hombre nuevo” y, se supone también, una “mujer nueva”. De inmediato eso lo vinculan al comunismo de Marx para descalificarlo como algo monstruoso y dañino para la sociedad. En otros términos: por ese hombre nuevo
entiende, la oposición, un hombre lobo que come niños. Así lo han
dicho, con palabras más o palabras menos, los ideólogos enemigos del
socialismo.
Esos
mismos ideólogos, si les tocase hablar de la historia pasada venezolana
y especialmente de la independentista contra el colonialismo español,
se pronunciarían admiradores del maestro Simón Rodríguez. Incluso,
algunos han escrito sobre él, destacando su incuestionable vocación de
maestro, su inobjetable nivel de conocimientos para su época y,
especialmente, su modesta manera de vivir y de enfrentar la pobreza sin
proponerse nunca hacer riqueza material individual. Ningún
estudioso de la vida y obra del maestro Simón Rodríguez ha encontrado
elementos para descalificarlo o rechazarle sus ideas en el tiempo en
que las propagó. Esto debemos tomarlo en cuenta para lo que a continuación se expone.
Lo de crear un “hombre nuevo” se vincula inmediatamente al Che Guevara. Como éste era comunista se termina creyendo que el “hombre nuevo”
es una cosa exclusivamente pensada y articulada por el comunista y, por
consiguiente, contrario a la democracia y la libertad que viene
imponiendo el capitalismo desde 1789 hasta el sol de hoy. Democracia y
libertad que favorecen, casi exclusivamente, a los sectores oligarcas,
a los grandes propietarios de los medios de producción y de la riqueza
social. Así lo dice la experiencia histórica, la cual no podemos
modificar aunque mucho nos comprometamos con la mentira y la
desinformación.
El Che no es el creador de la frase “hombre nuevo”
y nunca se la atribuyó. De allí que todos quienes hacen sus análisis y
sus síntesis partiendo de esa premisa falsa, terminan en un silogismo
asfixiante de sandeces. Algunos años antes que el Che la frase “hombre
nuevo” fue un pronunciamiento de Frank Fanon, el autor de “Los condenados de la tierra”.
Y un siglo y medio antes que éste la utilizó, nada más y nada menos,
que nuestro grande e insigne maestro don Simón Rodríguez. Creo que el
Che leyó a Fanon pero no a Simón Rodríguez, lo cual me hace deducir que
la tomó de aquel y no del maestro. Lo que sucede es que el Che tiene el
mérito incuestionable de haberla popularizado.
Todo
el que haya estudiado a don Simón Rodríguez conoce que fue un defensor
de los socialistas utópicos y de las ideas de Rousseau. Este fue el
ideólogo más importante con que contó la burguesía para premeditar la
revolución burguesa, y casi nada de sus postulados han sido cumplidos
por el capitalismo que se hizo salvaje contra la humanidad. Y, de otro
lado, nadie goza de argumento para cuestionar la profunda condición
humanitaria de los socialistas utópicos, aunque éstos nunca han llegado
a presentar una doctrina capaz de servir de guía para la acción
revolucionaria que transforme de verdad verdad el mundo capitalista en
socialista.
Don
Simón Rodríguez decía, con mucha sabiduría y razón, que una revolución
política nada resuelve sin la revolución económica. Eso también lo
sostiene el marxismo. Y esas dos revoluciones implican igualmente una
revolución ideológica. Esta es la esencia del “hombre nuevo” en tiempo de don Simón Rodríguez como en tiempo del Che Guevara y como en el tiempo actual. Un “hombre nuevo” y una “mujer nueva”
son el espejo de la cultura y el arte que van mucho más allá de la
frontera nacional para transformarse en la universalidad de la vida.
El “hombre nuevo” soñado y planteado por don Simón Rodríguez no fue posible en su tiempo, porque ninguna clase en la América
colonial luchaba por un régimen de vida que se planteara acabar con la
explotación y la opresión del hombre por el hombre. Sin embargo, nadie
puede discutirle ni disputarle el mérito de haberlo planteado en un
mundo donde aquel que no sabía leer ni escribir o no tenía propiedades
o bienes raíces jamás fue considerado ciudadano por mucho que se
hubiera sacrificado por la Independencia, aunque en 1879 se hizo pública la “Declaración de Derechos del Hombre y del Ciudadano”, que proclamó que
los hombres nacen libres y son libres e iguales en derechos, pero como
nunca antes ningún régimen de producción y de explotación de clases se
había burlado tanto de la miseria y el dolor ajenos como el capitalismo
salvaje. Sin duda alguna, don Simón Rodríguez fue una digna y
ejemplarizante expresión de hombre
nuevo.
Ahora, pudiéramos entender que don Simón Rodríguez tenía por hombre nuevo
a aquel que era capaz no sólo de luchar por la liberación nacional,
sino también que llevara su condición de revolucionario a la imposición
del bien común por encima del bien individual. El oligarca jamás y
nunca, salvo que ordene su propia expropiación por los expropiados,
podrá alcanzar el grado humano de “hombre nuevo”.
Para Fanon como para el Che, mejor dicho: para un comunista, el “hombre nuevo”
y la “mujer nueva” son quienes toda su condición humanitaria y sus conocimientos los ponen al servicio de la causa de la redención social sin nunca
interponerle por delante su ambición personalista. Así de sencillo.
Quienes se opongan a ese elevado escalafón de la libertad y la justicia
humana piensan y actúan como el hombre-lobo enemigo del hombre. Así de sencillo.