Así se lo lanzaban a uno en el rostro, en medio de las largas discusiones teóricas bien en un cafetín de la universidad, en un bar a la orilla de la playa o en una reunión de esas que se organizaban para hacer la revolución. Un cuarto adjetivo agregaban: sectario; pero este lo compartíamos entre todos, desde el izquierdista ligth del MAS o del MEP hasta los más radicales del PRV-Ruptura.
Nosotros, atrincherados en lo que quedaba del PCV, respondíamos con acusaciones como reformista, ultroso, anárquico, trosko, maoísta y otros. Bien recordados debates; eso sí, sin pueblo, sin masas.
Al pueblo lo invitó Chávez y llegó con él, una vez que los disparos del 4 de febrero de 1992 se disiparon y el “por ahora” empezó a correr de boca en boca por los rincones del país. Su presencia sirvió para que el nivel de los debates bajara y cesaran algunos encontronazos que a veces pasaban de lo ideológico a otro terreno.
Hoy, cuando se intenta la conformación de un partido socialista de aspiración unitaria, nos hacen falta esos debates, aquellas largas discusiones y hasta los epítetos que nos lanzábamos unos a otros. La falta de polémicas es lo que nos asusta.
De allí que cuando deambulamos por la prensa escrita y la que encontramos en la red, nos deleitamos con artículos y ensayos de un Carlos Lanz o de un Roland Denis o de un José Roberto Duque o un Vladimir Acosta o un William Izarra y así de tantos otros que desde un espíritu crítico, libertario y consciente brindan su aporte al proceso.
En ellos nos detenemos para saber que en este país la discusión ideológica está viva, que no todo se centra en la elección de voceros o de cualquier otra cosa, que no todo se limita a colocarle zancadillas a los camaradas para sacarlos del camino.
Lo otro, lo que discurre en el parlamento, lo que leemos o escuchamos de muchos de los llamados promotores del PSUV, es para fastidiarse, porque es escuchar una y otra vez “lo que dice el comandante Chávez”, así de repetitivo, así de ladilla, así de culto a la personalidad.
Uno a veces se pregunta ¿es que no piensan? ¿Será esta una revolución dirigida por repetidores del discurso del Camarada Presidente?
Entonces uno revisa periódicos, revistas y libros de años atrás, cuando todavía el líder máximo de este proceso no había aparecido en la escena política, y no los lee, no averigua uno el pensamiento por donde andaban, no les sabe uno sus posturas políticas ante el fracaso de la URSS, el derrumbe la Yugoslavia de Tito o el Eurocomunismo. Nada, camaradas. Y eso preocupa mucho. Porque ahora son los que dirigen.
¿Será por eso que apareció primero una comisión disciplinaria que una definición de lo que será el PSUV?
Nos hace falta el debate y, de mí parte, hasta me calaré que me llamen de nuevo ortodoxo, dogmático y prosoviético, pero urge escribir y hablar más allá de lo que opine el Camarada Presidente.
Por la vía en que andan la mayoría de nuestros parlamentarios y promotores del PSUV, hasta decir que éste es un partido stalinista resultará un insulto a Stalin.
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