Sobrevivir o desaparecer

Bolivia y su crisis

El mundo mira a Bolivia con un anhelo de esperanza y una necesidad de paz que sacuden profundamente el alma de todo revolucionario. Este hermano y dilecto pueblo latinoamericano cargado de experiencias de desilusión y de errores atraviesa una de sus peores crisis políticas.

He considerado nuevamente abordar el tema de la libertad frente a esta situación. Y es que sigo insistiendo en todos nuestros problemas se basan en la ausencia de un verdadera libertad, no esa que heredamos del pasado nefasto de nuestros pueblos, sino aquella que no hemos logrado establecer en nuestras sociedades, digo la libertad que implica impedir a toda costa que los caprichos de las minorías sean estorbo para la liberación de las mayorías. Nadie puede negar que la ausencia de una auténtica libertad, íntimamente relacionada con el cumplimiento de deberes y derechos, soportada en la responsabilidad que tenemos con el momento histórico, haya sido la raíz de nuestros problemas.

A todos siempre les he dicho con mucha radicalidad y sin intenciones de debate que, en América latina estamos viviendo un proceso revolucionario que es inaplazable, donde no debemos dar ningún tipo de concesiones a las derechas y a sus individuos fascistas subordinados a los intereses de la gran potencia asesina. No estamos en democracia, estamos en revolución y, el detonante de todos los problemas bolivianos es la Presidencia de un indígena altamente capacitado para conducir a esa nación al gran cambio.

Para los Estados Unidos y los sectores más fascistas de Bolivia es un signo de clara derrota que Evo Morales esté al frente de un proceso que mira a la verdadera independencia social, política, energética y cultural. Sería imperdonable que Bolivia desechara tamaña oportunidad.

Las pretensiones de dividir a Bolivia en pedazos y de enemistarla con su propia gente es algo inaceptable. Algunos sostienen que el compañero Evo Morales es incapaz de conducir a Bolivia y, por lo tanto, de perseguir el bien que corresponde a la “hija predilecta de la gran patria”. Pero ¿acaso alguien que no sea él puede hacerlo en este momento? No, Morales fue electo por una mayoría y por tal debe respetarse la voluntad de un pueblo decidido a buscar el oxigeno en medio del ahogo financiero que las trasnacionales le produjeron, ya es inmoral que se pretenda autorizar a la bota extranjera a dejar más cordones de miseria en nuestras latitudes.

Pienso que debemos colaborar todos unidos para que todas las estructuras sociales, económicas y políticas bolivianas se sometan al poder legítimamente constituido. Desde cada espacio personal hay que enviar señales de apoyo irrestricto al Presidente Morales, así como mensajes ideológicos que acompañen el proceso generador de conciencia en el pueblo boliviano. No podemos vacilar en la defensa de Bolivia que, por ser una zona exclusiva y estratégica, jamás puede ser usurpada por el fascismo latinoamericano, cada paso que demos desde este momento es crucial para la etapa revolucionaria. No puede haber vuelta atrás, confiamos en los líderes que hemos puesto al mando.

Quiero ser breve esta vez, más diré que soy fiel creyente de que la democracia no puede convivir con la revolución. Ese sistema político ha fracasado en nuestro suelo, ha dejado innumerables males y nos confinó a miserables situaciones que no pueden volver a suceder. No se nos permite el error, es ahora o nunca. A través del juego de la democracia, se aprueban leyes contrarias a los principios y valores que un revolucionario vive, peor aún, existen libertades que nos hacen prisioneros de flagelos inhumanos que aumentan cada día la miseria, el hambre, la transculturización y la opresión.

Bolivia es innegociable, su unicidad no puede ser alterada. Todo su espacio debe ser complemento de otro y las intenciones de separarla son improcedentes con la maravillosa que estamos forjando.

El propósito de mi mensaje no es desviar esa mirada que nos centra en el problema político, sino desvelar la profundidad del problema histórico que sería perder en Bolivia. Solidaridad, libertad, esperanza deben ser nuestras armas para acompañar a la patria aymara. Solidaridad para con aquella multitud de pueblo que se prepara a resistir la más feroz de las emboscadas. Libertad para proceder como un pueblo revolucionario y, esperanza para no desfallecer en la lucha que se avecina.

Nuestras esperanzas históricas y, en concreto, la esperanza de paz de este pueblo boliviano, construida entre todos y para todos, no quiere, no puede resignarse a la presente situación de desestabilización golpista.

El camino de Bolivia aún es largo, y difícil; pues se trata de librarse del sistema hegemónico capitalista, de sus visiones exclusivas, de sus miedos, a fin de llegar a ser una nación preñada de conciencia revolucionaria. La solidaridad no debe faltar con un pueblo que no ha podido romper el hielo del silencio y de la sumisión. A Bolivia le queda hacer desde este momento su propia revolución y nosotros estaremos con ellos alentado todo lo que sea necesario para que Evo Morales libre con el signo providencial de la victoria su primera gran guerra moral, política y revolucionaria.

Esta gran nación sólo tiene dos caminos: sobrevivir o desaparecer. Y tiene la gran obligación no de sobrevivir sino de erguirse victoriosa con la vida de su pueblo. Sucre ha regresado de Berruecos, incólume y dispuesto a convertirse en pueblo para no permitir que la bala asesina llegue a su más grande gloria. A la hija predilecta de Bolívar que en sus entrañas conserva el espíritu libertador.

¡Con Evo me resteo!

Patria, Socialismo o Muerte, Venceremos.

reyesomar@hotmail.com


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