Muchas, pero muchas veces, unas ocasiones entre discursos, otras en medio de la vida real, ha salido a relucir el principio griego que reza: "la mujer del César no sólo debe ser honesta, también debe parecerlo". Hoy lo traemos una vez más a colación. Haciendo quizá una analogía muy a lo venezolano, aprovechamos el precepto para decir que el buen revolucionario no solo debe decir que lo es, sino que debe parecerlo.
El revolucionario es compromiso, es solidaridad, es humildad, es amor, como bien decía el Che. El revolucionario debe tener principios, debe creer en lo colectivo, jamás en lo individual. El revolucionario tiene vista larga, sabe que perder o ganar una batalla no define el resultado de la guerra.
Por eso otra vez usamos el manido ejemplo de la honestidad y la decencia de la mujer del César. No vasta vestirnos de rojo, ni ver Aló presidente con estricto cuidado cronológico; lo importante no es colgar afiches del comandante por doquier, ni quedar ronquitos a fuerza de gritos en marchas y concentraciones. Aquí y ahora, lo importante es el compromiso hecho cotidianidad.
Compromiso y disciplina es lo que se impone en este momento para salvaguardar la unidad como principio básico y garantía de éxito con miras a las elecciones del 23N. Dicen algunos que el proceso interno generó fracturas en ciertas regiones. Por allí suenan las voces disidentes de los inconformes y descontentos que intentan negar la brillantez del proceso. Esas voces tienen su espacio, claro, dentro de la oposición las reciben con bombos y platillos (qué gusto para ellos, tienen juguete nuevo las jineteras de los medios).
Yo me pregunto, ¿de qué se quejan? ¿no querían participación?, ¿no querían que las bases decidieran? Bueno, las bases hablaron de manera contundente. Por primera vez en la historia 2 millones 460 mil personas deciden quiénes serán sus candidatos y candidatas, ese es un logro inédito señores, no dejemos que lo empañen.
¿Qué quieren ahora?: Pues petróleo, diría Pedro Pueblo o Juan Bimba. Esas voces inconformes son los inmaduros, los mezquinos, los individualistas, esos que dicen ser revolucionarios, pero no saben parecerlo. Esos son los que querían que el dedo siguiera imponiéndose, para seguir quejándose claro está. Esos nada aportan, así que su opinión, a mi en lo personal, me importa poco. Me interesa sí, la voz de los que votaron por candidatos que no ganaron y sin embargo dicen, ¡¡¡Venceremos!!! y van con todo a apoyar a los escogidos por las mayorías para ganar en las elecciones del 23N.
En este proceso electoral no podemos titubear. Está en juego la soberanía. No podemos optar entre vencer o morir, necesario es vencer. Así es que vamos a ser revolucionarios, a parecerlo y a demostrarlo. Disciplina y Unidad.
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