A poco de concluir el proceso electoral que consagró a Dilma Rousseff como la próxima presidenta de Brasil con una sustancial cantidad de votos (más de 12 millones) por sobre los del candidato de las fuerzas de la derecha, José Serra, tuvo comienzo una terrible campaña psicológica para inviabilizar el nuevo gobierno y la puesta en práctica del programa electoral escogido por amplia mayoría por el pueblo brasileño.
De acuerdo con lo que ya se ha tornado común, las grandes empresas privadas de comunicación (la mafia mediática) asumieron para sí el comando de las acciones de la oposición al gobierno que sucederá en continuidad al de Lula. La manera de actuar de esta mafia ya es conocida: primeramente, intentan imponer a su candidato, aquel que vendría a ser pura y simplemente un ejecutor directo de las decisiones tomadas por los dueños de los medios (como ya lo hemos dicho, ese candidato era José Serra). Al no lograr su primer objetivo, una vez que José Serra ha sido fragorosamente derrotado en las urnas, parten para el Plan B: a través de una campaña de desinformación, terrorismo psicológico y cabildeo, forzar la aceptación por parte de la candidata vencedora (Dilma Rousseff) del programa político derrotado en las urnas; mientras tratan de desgastarla al máximo para que, en poco tiempo, ya no tenga condiciones de permanecer en el comando del país.
Este intento de desgaste se lleva a cabo de manera continuada y con acciones variadas. En este exacto momento, lo que desea la mafia mediática es volver a centrar fuego en el pasado de Dilma Rousseff durante el período dictatorial con el objetivo de inculcarle en la mente del público (por lo menos de aquella porción que todavía le dedica algo de credibilidad) su imagen como una despudorada terrorista. Es este el propósito del diario Folha de S. Paulo al exigir y lograr que el proceso a que Dilma Rousseff fue sometida durante el tiempo en que estuvo detenida por los órganos de la dictadura sea expuesto al público. Los demás integrantes de la mafia mediática (Red Globo, el diario O Estado de S. Paulo, la revista Veja, etc.), actuando en perfecta sintonía con la FSP, se encargan de darle repercusión a la divulgación inicial y de suplirle con nuevos subsidios para la continuidad de la campaña de terrorismo psicológico.
Sabemos que el interés de las entidades mafiosas es hacer factible una tercera vuelta de la escogencia presidencial, si posible por medio de un “impeachment” o, si llega a ser el caso, a través de un golpe de estado con menos tapujo. Sin embargo, creo que los que nos identificamos con los sectores populares podemos aprovecharnos de los golpes propinados por la mafia mediática para contragolpearlos de modo firme y arrasador.
Ni Dilma Rousseff ni ninguno de los patriotas que combatieron a la dictadura militar tienen motivos para avergonzarse de su pasado de luchas. El hecho de haber sido víctima de esa dictadura, lejos de representar una mácula negativa contra alguien, significa más bien un patrimonio de dignidad y coherencia democrática que no debe ser menospreciado. Entonces, ¡qué se revele el pasado de Dilma durante la dictadura! ¡Que se expongan al público los interrogatorios y la tortura a que ella y tantos otros luchadores populares fueron sometidos! De nuestra parte, debemos demandar que sean abiertos los archivos de la dictadura para que el pueblo pueda conocer el rol que tuvieron en esa fase nefasta de nuestra historia los responsables por las empresas de comunicación. ¡Qué sean abiertos los archivos de la dictadura que se refieren a la participación política de las familias Frias, Marinho, Mesquita, Civita, etc., así como de sus empresas (FSP, Globo, O Estado de S. Paulo, Abril, etc.) y de todos los que las comandaban en aquel entonces! Debemos aceptar la lucha y llevarle a todos la verdad que la mafia mediática quiere ocultar: el rol de colaboración con la dictadura (tanto en lo moral como en lo material) que sus empresas y sus propietarios ejercieron.
Nosotros no tendremos que mentir sobre nada acerca del pasado de nuestros mártires. Ahora, vamos a ver si la mafia mediática también podrá resistir incólume a la revelación de la verdad. El arma que quieren usar para destruir al gobierno de Dilma podrá muy bien tornarse un arma poderosa que nos ayude a librar a nuestra patria de esta mafia que manipula casi todos los medios de comunicación de masas en detrimento a los intereses de toda la nación.
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