La renuncia del primer ministro George Papandreu el 9 de noviembre profundizó la crisis política y económica que vive Grecia y alteró la continuidad institucional, aunque desde el punto de vista legal y formal la asunción de Lukas Papademos como primer ministro respetó el sistema parlamentario vigente. La incertidumbre es generalizada y es imposible saber cuándo serán las próximas elecciones aunque según el calendario electoral deberían realizarse a fines de 2013. La situación es tan grave y cambiante que pensar en el 2013 es como pensar en el siglo XXII.
Papademos asumió con la orden precisa de la banca europea de arreglar las cuentas sin ningún tipo de plazos. Cuando renunció Papandreu el partido de derecha Nueva Democracia liderado por Antoni Samaras exigió elecciones generales el 19 de febrero, convencido de ganarlas. Sin embargo Papademos pidió más tiempo para implementar su plan de ajuste y ni los alemanes ni los franceses le plantearon convocar elecciones. En Grecia hay un limbo electoral porque no se sabe qué mandato tiene este gobierno. Un primer ministro renunció, alguien impuesto por otros países asumió el poder sin ser electo y los partidos políticos ni siquiera saben quién es capaz de organizar un cronograma electoral. No es casual que se hable de un golpe de Estado de los mercados financieros liderado por Angela Merkel y Nicolas Sarkozy.
Por otra parte, la crisis es tan profunda que ningún partido lograría hoy un triunfo contundente en las urnas y a los dos principales partidos los beneficia por un tiempo integrar un gobierno liderado por un “tecnócrata” sin tener que asumir la plena responsabilidad del ajuste. Mientras Nueva Democracia desconoce si logrará los votos necesarios para conformar un gobierno sólido el Partido Socialista Panhelénico (PASOK) de Papandreu está pasando su peor momento y cuanto más tarde se convoquen elecciones generales mejores posibilidades tiene de reorganizarse. Sólo algunos sectores de la izquierda parlamentaria están levantando la consigna de realizar elecciones lo antes posible porque consideran que el mandato de Papademos es ilegítimo.
La izquierda griega tiene una historia muy importante en este país y en la memoria colectiva quedó grabada su activa participación en la lucha contra la ocupación nazi durante la Segunda Guerra Mundial. Pero está muy dividida. Kostas Isijos, uno de los dirigentes de Synapsismos, un importante referente de la izquierda griega, dice con un porteñísimo acento que la izquierda en su conjunto debe unirse lo antes posible. Isijos se exilió de joven con su familia durante la dictadura, y fue dirigente sindical de la aerolínea Olympic por varios años. En la plaza Syntagama, el centro político del país por excelencia, Isijos mira hacia el parlamento y afirma de manera contundente que “hay que unir a la izquierda parlamentaria y movilizar a la población contra este gobierno”.
Las encuestas indican que los diferentes componentes de la izquierda podrían alcanzar el treinta por ciento de los votos a pesar de las divisiones, porque muchos desencantados con el PASOK podrían votarlos. Una de las impulsoras de la unidad es Sofía Sakorafa, una diputada muy famosa por haber tenido el récord mundial de lanzamiento de jabalina y haber participado de los Juegos Olímpicos. “Me fui del PASOK porque renunciaron a su programa histórico -afirma con cierto dejo de nostalgia-. Ahora hay que unir todas las fuerzas tal cual se hizo durante la Guerra cuando se formó el Frente de Liberación Nacional como principal fuerza de resistencia”. Nadie sabe cuánto tiempo podrá sostenerse este gobierno, pero Sakorafa no tiene dudas, “hay que derrocarlo”. Es difícil saber si la izquierda griega está ante una oportunidad histórica, pero la extrema derecha ya ha hecho sonar las alarmas que puede nacer una nueva Cuba en los Balcanes.