En el mejor sueño de la madrugada el opositor escucha zumbidos de aviones en picada. Una, dos, tres, diez bombas silban hacia el Centro. Cinco se desvían y caen sobre Fedecámaras.
Con superior tecnología, los medios privados interfieren la cadena donde el Presidente electo se dirige a la Nación, y difunden unos la noticia de su muerte, otros la de su renuncia “que él aceptó”.
De sus madrigueras salen encapuchados y disparando decenas de miles de paramilitares que llevan décadas suplantando al hampa criolla.
Los medios conminan a la ciudadanía a denunciar a los partidarios del gobierno, difunden en forma sensacionalista la detención masiva de funcionarios electos, cubren con apagón comunicacional las caravanas de camiones cerrados que aceleran hacia los estadios donde se escuchan descargas de fusilamientos.
En las ruinas de Palacio se reúnen los abajo firmantes de siempre.
Como en grabación que rueda invertida, quienes corrieron el 13 de abril ahora regresan de espaldas hacia la rebatiña que entonces no pudieron concluir.
La presidente de la Junta de Transición anula por decreto la Constitución sancionada por el 75% del electorado, suspende a perpetuidad las garantías constitucionales, destituye por oficio a todos los funcionarios elegidos y disuelve, Consejos Comunales, sindicatos y organizaciones del Poder Popular.
Entre aclamaciones se leen los decretos de privatización de PDVSA, de la siderúrgica, de la electricidad, de la telefónica, de las carreteras, de los latifundios expropiados, de las aguas, ríos, lagos y lagunas, y del lanzamiento de un dumping de sobreproducción petrolera para hacer caer los precios más todavía.
En pocos minutos se negocia con el Fondo Monetario Internacional y el Banco Mundial un empréstito con intereses modificables por éstos a cambio de la entrega de las reservas de hidrocarburos del país.
Entre ovaciones se decreta la legalización del contrabando de extracción de gasolina y la eliminación del Control de Cambios. En medio día desaparece la mitad de las reservas de divisas, y la otra mitad es confiscada por los que se robaron las reservas de Libia.
Mediante oficios se anulan las Misiones, las entregas de viviendas, las pensiones a los ancianos, las prestaciones sociales, el salario mínimo y el régimen de estabilidad laboral. La liberación de precios desata una oleada de aumentos del mil, el diez mil, el veinte mil por ciento.
Por decreto se reducen las tasas máximas de tributación de los monopolios a 14% y se aumenta el IVA a 34%. En las ruinas de Cancillería son firmados de un tirón 33 nuevos Tratados contra la Doble Tributación, que exoneran a las transnacionales de otros tantos países de pagar impuestos en el nuestro. El país se retira del ALBA, de la Celac, de Unasur, del Mercosur y se alía al Eje del Pacífico.
El gabinete de Defensa anuncia la instalación de una docena de bases de Estados Unidos, otra de bases de la OTAN y un número indefinido de bases paramilitares, cuyos efectivos no están sometidos a las leyes ni a los tribunales nacionales, y ejercerán la dirección y supremo comando de las Fuerzas Armadas.
El decreto más aclamado elimina la gratuidad de la enseñanza y cierra las 16 nuevas universidades y centenares de bachilleratos e institutos de formación técnica creados en década y media.
Se declara la amnistía para corruptos y delincuentes financieros.
Para el control del hampa se reinicia la política calderista de operativos que encarcelan barrios completos por el delito de ser populares.
A fin de eliminar la polarización se reimplantan las medidas adoptadas con motivo del Caracazo del 27 de febrero de 1989. En las fosas de La Peste se vuelve a enterrar con pala mecánica.
Corren rumores desarticulados sobre la secesión del país en varias zonas aproximativamente dominadas por diversas facciones del National Security Council, del Mossad, de Al Qaeda, de las AUC, de la NED, del Daesh, del Cartel del Pacífico y del Cartel de Medellín.
Hacia mediodía la Junta de Transición parece haber perdido el control sobre las bandas que se disputan el poder: a pesar del apagón comunicacional trasciende que, al igual que en Libia, la presidenta ha sido ejecutada por sus cómplices mientras intentaba refugiarse en la Embajada de Estados Unidos.
De los cerros, de los barrios marginales, de las aldeas, de los montes brotan sin cesar torrentes humanos dispuestos a resistir a los ocupantes en sus mismos términos.
Enjambres de drones teledirigidos contra los barrios populares por errores de dirección satelital convierten en tierra arrasada Country Club, Sartenejas, Lagunita.
La humareda tóxica cubre el horizonte de los eventos.
Con manos temblorosas el opositor descorcha una botella de champaña para brindar por la realización de sus deseos.
Pero ay, el taponazo lo despierta de su sueño y lo enfrenta a la cruel realidad: la situación es normal, el gobierno constitucional sigue mandando, hay varios oficiales detenidos y no va a haber comisión por la privatización de PDVSA.
Soñar no cuesta nada.