Las resistencias en la pandemia y la desconfianza en las vacunas

Como nota aclaratoria comentamos que en este ensayo no interesa cuestionar a las vacunas en sí, ni deliberar sobre sus orígenes y eficacia en el combate al padecimiento del Covid-19. Ello es un debate farmacéutico e inmunológico que amerita otro abordaje que escapa a este ensayo. Importa analizar las dimensiones sociales y las connotaciones políticas de las actuales campañas de vacunación –en sí mismas asimétricas a escala mundial– y las resistencias de amplios segmentos de la población mundial que pugnan por evitar la aplicación del biológico en su organismo. Particularmente, en varios países europeos se gestaron, desde principios de 2021, actitudes de cuestionamiento respecto a la vacunación masiva. Cabe preguntarnos: ¿Qué es aquello que subyace en estas posturas ostentadas por amplias porciones de esas sociedades?

En principio, las vacunas son parte del consenso pandémico y de la construcción mediática del coronavirus (https://bit.ly/2VOOQSu) al asumirse unilateralmente como la única salida o solución oficial de cara a la crisis epidemiológica global. La pandemia del Covid-19 fue asumida como un fenómeno coyuntural y estrictamente sanitario, y en ese sentido fue situada en la mirada cortoplacista que privilegia medidas y decisiones públicas efímeras y paliativas. Muy probablemente ningún gobierno del mundo escape a esa lógica que se fusiona con el colapso de legitimidad de los Estados (https://bit.ly/3aPdgBL). En esta concepción es obviada la crisis del capitalismo de larga gestación y duración, así como el cuestionamiento del ideal ilusorio y etnocéntrico del progreso. Sustraída de estas megatendencias mundiales, la pandemia fue reducida a la gestión tecnocrática, descontextualizando su sentido y su convergencia con la crisis sistémica y ecosocietal (https://bit.ly/3l9rJfX).

Con la pandemia se vislumbró, de manera acabada, la sociedad de los prescindibles, y se reivindican los discursos neo-malthusianos orientados al control y reducción de la población. Con el híper-desempleo y la fábrica masiva de pobreza, relacionados con la gran reclusión, las posibilidades de emergencia de hambrunas plantean desafíos que ni de lejos son considerados, para ser abatidos, por la llamada Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible. Los llamados Objetivos de Desarrollo Sostenible, con la misma pandemia, fueron dinamitados y su cumplimiento es puesto en predicamento ante una postergación de los impactos y efectos de la pandemia en los siguientes años. Es altamente probable que la crisis de cooperación internacional evidenciada con la pandemia (https://bit.ly/3lu3o47) contribuya a estos escenarios.

El generalizado negacionismo respecto a la pandemia del Covid-19 se relaciona con la pérdida de fe en el Estado como conjunto de mecanismos capaces de resolver los grandes problemas nacionales y mundiales. Amplios sectores de la población mundial cuestionan las promesas incumplidas que subyacen en la profundización del fundamentalismo de mercado y de su ideología de la democratización. Todo lo cual es capitalizado por los movimientos nacionalistas de tinte ultraconservador/demagógico (Donald Trump en los Estados Unidos, Jair Bolsonaro en Brasil, Marine Le Pen en Francia, etc.).

Si con las decisiones públicas que comienzan a perfilar el mundo post-pandémico (https://bit.ly/3j7iwmV y https://bit.ly/3shJLjs) se mantienen intactos los viejos y nuevos problemas públicos que laceran al ciudadano de a pie, es hasta cierto punto comprensible que las poblaciones muestren un cansancio respecto al perfil que adopta el largo confinamiento global (comienza a manejarse el término de fatiga pandémica para designar a este cansancio), la reincidencia del coronavirus en sus distintas variantes, y los dispositivos bio/tecno/totalitarios adoptados en múltiples países para coartar las libertades y la movilidad urbana de los ciudadanos. El llamado "pasaporte sanitario" (https://bit.ly/3E2fZp1) es concebido en ese sentido por esos grupos sociales que legítimamente expresan su postura respecto a ello.

En países como Alemania, Austria, Francia, entre otros, amplios segmentos de la ciudadanía sentencian que las vacunas anti Covid-19, al ser experimentales, no son seguras para sus organismos y tampoco son eficaces, sino que fungen como instrumentos para acrecentar los márgenes de ganancia del Big Pharma. Llama la atención que estas resistencias sociales enfaticen en la noción de libertad ciudadana como aquella que es golpeada por los gobiernos que pretenden hacer obligatorias las campañas de vacunación. Las restricciones se extienden a la prohibición para el ingreso a bares, restaurantes, centros de arte, cines, centros comerciales, lugares de trabajo, escuelas, etc.

A las clases sociales convencionales, con la pandemia se agregaron otras fracturas sociales más: las sociedades tienden a dividirse y polarizarse entre quienes fueron vacunados y quien se resisten a la aplicación del biológico. A estos últimos se les tilda de ser quienes detonan las nuevas cadenas de contagio y de contribuir a la saturación de los hospitales en el contexto de las nuevas olas pandémicas. Es más, varios gobiernos europeos (Francia e Italia, por ejemplo) disfrazan sus posturas totalitarias al difundir incentivos, castigos y normativas para limitar esas libertades ciudadanas y evitar posturas anti-vacunas.

Sin embargo, se pierde de vista que la desconfianza en las vacunas tiene sus raíces en la pérdida de credibilidad y legitimidad de los Estados y de sus tecnocracias, que se tornan incapaces para brindar respuestas y alternativas ante las múltiples crisis condensadas en la pandemia. Ello a pesar de que varios Estados europeos absorbieron el ingreso de empleados y desempleados. La desconfianza ciudadana también recae sobre los mass media y sobre las grandes empresas –en especial sobre la farmacéuticas. El colapso de la credibilidad se extiende al ámbito de la medicina convencional y a los sistemas sanitarios. Más cuando vastos territorios locales que comparten la lengua alemana (principalmente en Austria, Suiza y Alemania) son afectos a la medicina naturista, a los productos orgánicos, a los tés herbales, y a la homeopatía.

A mediados de noviembre del 2021 en estas regiones de habla germana uno de cada cuatro habitantes mayores de 12 años no se encontraba vacunado. Ello no solo evidencia el negacionismo persistente en las poblaciones, sino también la cultura de descentralización que conduce a los gobiernos locales a mostrarse distantes y reticentes respecto a las medidas y acciones de los gobiernos centrales. Subyace también el argumento de la llamada inmunidad de rebaño, que sería una expresión natural que comienza con la infección, la cura y la emergencia de defensas en el organismo, sin necesidad de vacunarse.

Las posturas anti-vacunas no son un asunto relacionado estrictamente con la desinfodemia, sino que es un fenómeno dotado de raíces aún más profundas relacionadas con la formación de las identidades ideológico/políticas que de antaño fragmentan a sus sociedades. Es de destacar que en Austria se crearon partidos políticos regidos por esta ideología de las anti-vacunas y su presencia en parlamentos locales no es desdeñable.

La polarización estriba en la dicotomía verdad/mentira entre los grupos sociales y políticos que defienden una postura u otra respecto a la pandemia. Es un fenómeno eminentemente ideológico/político bifurcado por el escepticismo y la idea de imponer el orden. La división se acompaña de la estigmatización de aquellos ciudadanos que decidieron no vacunarse, y ello por si mismo ensancha las desigualdades y atiza la polarización.

Sin embargo, los problemas públicos de fondo no son debatidos por estos grupos sociales escépticos y por quienes están a favor de medidas obligatorias y restrictivas, sino que esa polarización puede rayar en el inmediatismo y en la emotividad. Aunque cierto es que también las posturas anti-vacunas evidencian ciertas concepciones y decisiones respecto al cuerpo y los límites que el Estado no tiene por qué rebasar, y menos con los hijos de quienes muestran ese posicionamiento. El cuerpo es asumido por estos grupos como un territorio de resistencia respecto a los dispositivos de control. Las creencias religiosas también juegan un papel central en estas posturas al reforzar los discursos escépticos. Y en ese sentido también las redes sociodigitales se erigen en parte de esos territorios en disputa orientados a la construcción de significaciones en torno a un tema que, de entrada, es delicado y polémico.

En este contexto, si el disenso no es reivindicado y se apuesta a concepciones monolíticas y monocromáticas en cualquiera de los bandos, entonces toda posibilidad de diálogo constructivo tenderá a diluirse. La pandemia también evidenció los predicamentos y contradicciones de la ciencia (https://bit.ly/2OGh55d) de cara a la crisis epidemiológica global. Entonces, si no son desmontados y cuestionados los múltiples intereses creados en estos temas, se corre el riesgo de que las sociedades tiendan a extraviarse en la era post-pandémica. El pensamiento crítico (https://bit.ly/3stgiEz y https://bit.ly/3bLzTbo) puede jugar un papel crucial y creativo en estas disputas que nos afectan a todos por igual.

 



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Isaac Enríquez Pérez

Ph D. en Economía Internacional y Desarrollo. Académico en la Universidad Nacional Autónoma de México.

 isaacep@comunidad.unam.mx      @isaacepunam

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