La mamá de los diálogos

Así habrá calado el sentimiento de la necesidad del diálogo que, aunque el ambiente político sigue altamente polarizado, hasta Maduro habló recientemente del tema, tal vez para no quedarse atrás respecto a la pauta apaciguadora de EGU, Ecarri y otros candidatos. Esa mención del dialogo por parte de Maduro, es llamativa, sobre todo porque, al mismo tiempo, hay presos, amenazas, vetos a la observación internacional, marcajes que ni en el futbol, y hasta cierres de humildes negocios de empanadas y alojamientos pueblerinos. Uno no sabe si se trata de una promesa electoral o un condicionamiento; o sea, el equivalente de la frase "dialogo si gano".

Pero, de hecho, ha habido y sigue habiendo conversaciones, negociaciones y acuerdos entre los adversarios y enemigos. Y la negociación ha sido beneficiosa para ambas partes. Digo, a Estados Unidos le permite decidir cuánto y cómo produce petróleo Venezuela, y el gobierno recibe algo de plata por el oro negro producido gracias a las licencias norteamericano. Por otra parte, se ha fijado la fecha de elecciones y, aunque hay anuncios que evidencian irregularidades y sobre todo ventajismo de parte del gobierno, la campaña sigue. Los rumores sobre posibles decisiones de la TSJ contra la tarjeta de la MUD o el veto a la observación europea, la oposición EGU-MCM la interpreta como mensajes para darle la razón a los abstencionistas quienes, por cierto, tendrían, de ser coherentes, que desconocer los resultados de estas elecciones, declarar ilegítimo al gobierno electo y hacer una especie de "gobierno interino" pero de izquierda". Tal vez para eso mencionan formar unas Juntas Patrióticas que decreten cosas para su país imaginario. Ni modo.

Esa simultaneidad entre los contactos "hablados" y los basados en ofensas y amenazas, lo que suscita, en primer lugar, es una natural desconfianza respeto a la sinceridad de estos llamados. Tanto el gobierno como la oposición EGU-MCM vienen de una historia de enfrentamientos violentos verbales y físicos, aparte de las maniobras, mentiras, manipulaciones y coacciones. De modo que uno está tentado a pensar que todo esto es pura paja, y descartar, incluso como tema de reflexión, la posibilidad del diálogo. Se percibe el aire mentiroso y demagogo, como en esos planes turísticos para los adultos de la Tercera Edad que ofreció hace poco el Presidente, como si con ese caramelo se quitara el amargor de unos Seguros Sociales desvalijados y unas pensiones de hambre.

Poniendo la reflexión en otro plano, que permite al menos entender el concepto, uno constata que el diálogo es un ideal filosófico, precisamente porque vivimos en un mundo heracliteano, donde la guerra predomina y la gente no se entiende ni, mucho menos, resuelve sus problemas hablando. La sabiduría popular establece nítidamente que la capacidad de entendimiento mutuo es parte de la esencia de ser humano. "Hablando se entiende la gente", se dice, y al decirlo, se insinúa que para llegar ser gente hay que saber hablar y llegar a acuerdos. Casi llega la noción de Heidegger de la dignidad humana por disponer del Lenguaje. Por supuesto, hablar, conversar, llegar a acuerdos mediante las palabras, sustituye a la otra forma de relacionarse, la predominante, con base a la violencia verbal o física, los misiles y las bombas, la patada y el coñazo.

Ya que estamos filosóficos, recuerdo que hay un pensador alemán que estableció las características de un Ideal del diálogo. Ellas son cuatro: a) manejar el mismo lenguaje, b) la isogonía, o sea, el derecho de los participantes a hablar en términos de igualdad, c) que ambos digan lo que piensen, y d) que estén de acuerdo con los mecanismos para constatar lo que se dice. Difícil. Tanto que Habermas, el filósofo de marras, aclara que esto es solo ideal, tan solo una especie de lista de cotejo o chequeo para ver hasta donde se está dialogando. Por ejemplo: hoy hablan el mismo idioma el gobierno y cualquiera de las oposiciones. Ya sabemos que el gobierno ha inventado su propia "Neolengua" estilo 1984: ingreso mínimo vital, Ministerio del Poder Popular, la "guerra económica", etc. A veces ambos adversarios tienen diferentes significados para la misma palabra ¿Cómo pensar en "isogonía" o igualdad de condiciones si una de las partes se la pasa cerrando emisoras de radio y bloqueando plataformas informativas? LO de la sinceridad, da risa. En lo único en que son sinceros es en la profunda agresividad de los insultos que se dedican las partes. ¿Mecanismos de verificación? ¿Cómo si cualquier noción tiene más de cuatro interpretaciones como las Sagradas Escrituras?

Bajando a tierra, suena más realista pensar en diálogos y negociaciones a partir de la constatación de que ninguno de los adversarios tiene la capacidad de aniquilar al otro. Los pensadores como Hobbes, Nietzsche y Foucault, parecen tener razón. De modo que, curiosamente, una demostración fehaciente y verificable de fuerza es una de las condiciones más importantes para que un diálogo tenga algún fruto. Otra condición es que los participantes entiendan que le es más productivo los acuerdos posibles que los conflictos más inminentes. Como dicen los abogados: "es mejor un mal acuerdo que un buen pleito".

A propósito de la primera condición del ideal del diálogo, el lenguaje común, hay que decir que algunos temas, frases, palabras, pueden llegar a hacerse comunes entre las partes, de tanto insistir en ellas. Eso, al parecer, está ocurriendo con la misma noción de "diálogo", "conciliación", "encuentro", "pacto" y otros por el estilo. Si una parte observa que un término manejado por el contrario prende en el auditorio común, lo usará también, dándole su matiz, por supuesto; pero ya el hecho de usarlo hace que la cosa se incline a un acuerdo, aunque fuera terminológico.

Incluso, la agresividad del verbo puede indicar una condición de la negociación. Los sindicalistas lo saben. Hay negociadores agresivos que se complementan con negociadores conciliadores. Hay casos muy llamativos también relacionados con la representatividad de los negociadores. Puede que se presente el miedo al conflicto con los propios representados, como pudo haber sido el caso de Arafat, el jefe de la entonces vanguardia del pueblo palestino, ante la inminencia de un acuerdo que consagraba la existencia de los dos Estados, Palestina e Israel. También puede haber acuerdos basados en el temor de un conflicto con el adversario, como el que suscribió el canciller de Stalin, Molotov, con el de Hitler, Ribbentrop. Hoy ciertos propagandistas del gobierno están blandiendo el argumento del miedo. Por ejemplo, Pérez Pirela llegó a afirmar hace poco que, en caso de una victoria de Maduro, puede desatarse una guerra por el Esequibo a partir de las bases norteamericanas en Guyana, como un pataleo de la oposición. Por supuesto, esta es una ficción irresponsable, que puede tener efectos contraproducentes para el mismo gobierno que las urde. Lo cierto es que siguen las negociaciones Washington/ gobierno, por un lado, y por el otro, entre ese mismo gobierno y las oposiciones, al tiempo que se da el diálogo y la negociación entre las bases y sus respectivos líderes, que a veces resulta más difícil.

En todo caso, para nosotros, el pueblo, lo mejor sería que el lenguaje de esas negociaciones y diálogos sean los de la Constitución.



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Jesús Puerta


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