Es que son muchos. No por su totalidad que así si son pocos, sino por el grotesco número de partidos, partiditos, grupos y grupitos y hasta pilones de cuatro o cinco que han ganado leves espacios mediáticos y aspiran alguna nominación a los curules de Capitolio. La verdad que en toda Venezuela es casi exasperante el escenario que la Mesa Opositora muestra. La bien zamarra tienda adeca se aprestó a la lidia con ventaja y organizó un equipo muy disminuido de adeptos que en ese cascarón persisten, para simular una representación regional y municipal que les permite apostarse en cualquier esquina de la mesa y desde allí jugar el tiro al blanco para rasparse a cuanto cristiano pretenda apoderarse de las nominaciones que le han puesto el ojo. La viveza de los adecos les hace aparentar presencia nacional en cualquier lugar de país y venden cara esa estrategia que desplaza sorprendentemente algunas posiciones mejor nutridas. Y el Copey se dejó soltar la mula. Andan como alma en pena casi rogando a sus convidados de mesa a que le echen una manito, a ver si alguno de los poquitos que en la casa verde han persistido, salta al tabloide de la mesa y se alza desde el rincón donde lucen acogotados.
Es que no se han podido sacar la congoja de la mea culpa del vainón que les echó el padre que les abandonó, cuando solitario y con un lánguido partido de oportunistas se alzó con la presidencia en el 93, y los dejo con su congoja que ni los fuertes tragos de Álvarez Paz todos los días, han podido ahogar. Y lo que llaman Nuevo Tiempo. Se creen, no el papá de los helados, como diría un buen maracucho, sino los papaítos de un arroz con leche que han edulcorado con mango maduro, después que el rey de la chequera gorda y los regalos millonarios se escapara intempestivamente al Perú, como buscando alivio a sus fijaciones golpistas y a sus propósitos magnicidas. Ese desarticulado e insonoro conjunto de renegados adeco-copeyanos, constituye por su prepotencia supina, la pata de la mesa opositora que mas produce roncha y tatarateo. Di tú, Primero Justicia, la ambición desmedida es su premisa y el tropezón que causó Leopoldo López, mide en dos platos la hambruna intestina que fermenta en ese toldo. Con seguridad, ese grupo retiene el cinturón mas fácil de desprender desde la mesa, cuando estén en peligro sus pretensiones, que siendo bastantes, no se logren rapidito concretar. Y del pobre Mas ya no queda nada. Entre los invitados a esa mesa, las tristes exposiciones que harían Mujica y Puche permiten sólo que sus nombres puedan ser apenadamente advertidos y a lo mejor tímidamente asomados en una mesa de tertulia a diente y latigazos, donde bregan esos valientes solitarios, más por la inmensa carga que llevan desde el pasado que por las acciones que pretendan acometer.
(*) INGENIERO GEÓLOGO
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