“Sereno
y fecundo, siempre se mostró superior al peligro. Artigas era verdaderamente
un hombre de hierro. Cuando concebía un proyecto no había nada que
lo detuviera en su ejecución; su voluntad poderosa era del temple de
su alma y el que posea esta palanca puede reposar tranquilo sobre el
logro de su empresa... original, en sus pensamientos como en sus maneras,
su individualidad marcada hería de un modo profundo la mente del pueblo”:
Camino a la libertad.
Por esta misma época Hubo algunos movimientos autonomistas que se desarrollaron en San Juan, en San Luis, y en Santiago del Estero, cuyo espíritu fue relativamente afín al federalismo artiguista, pero sus acciones fueron fácilmente derrotadas.
La provincia de Mendoza se negó a aceptar la autoridad del Director Alvear, refrendando la de su gobernador local, el general José de San Martín, rebelión que se circunscribió a la persona de Alvear, y Mendoza, cuyo resultado fue la sumisión a la Provincia de Cuyo, que se mnternia firmemente sometida al gobierno central.
En cambio, el federalismo de hecho en la provincia de Salta, movilizada por el caudillo Martín Miguel de Güemes logró un éxito absoluto. Sin embargo, Güemes nunca rompió formalmente con el Directorio. De hecho, después del fracaso de la tercera campaña al Alto Perú, las fuerzas del gobernador salteño se encargaron de la defensa de todo el país por la frontera norte, la más amenazada por los ataques realistas.
La
victoria federal se consolida
A principios de abril, Alvear lanzó una poderosa expedición hacia Santa Fe, de más de 5000 hombres[2] al mando de su ministro de guerra, Francisco Javier de Viana. Éste debía después pasar a la Banda Oriental o a Córdoba. Viana envió al coronel Ignacio Álvarez Thomas como vanguardia a ocupar San Nicolás de los Arroyos y Rosario. Estando en la posta de Fontezuelas — posiblemente la actual ciudad de Pergamino — se pronunció contra Alvear, anunciando que se negaba a usar sus fuerzas en una guerra civil y que contaba con el apoyo de todos sus oficiales y soldados. Sugestivamente, unos días antes había recibido la visita de un enviado de Artigas, con el que tuvo una entrevista a solas.
Días más tarde arrestó a Viana, aseguró a Artigas que firmaría un tratado de paz con él y que lograría la reunión de un congreso verdaderamente representativo, y retrocedió a Buenos Aires. Encontró la ciudad convulsionada, con movimientos militares que pedían la deposición de Alvear, y se unió a ellas, reduciendo a las fuerzas leales acampadas en Olivos. Días después renunciaba Alvear y en su lugar el cabildo elegía al general Rondeau y, como éste estaba en campaña hacia el Alto Perú, nombró como su delegado a Álvarez Thomas.
La Asamblea se disolvió, los personajes más notables de la Logia fueron deportados, y los oficiales que habían luchado contra Artigas le fueron enviados para que dispusiera de ellos. Pero él los puso en libertad, explicándoles que él no era "el verdugo de Buenos Aires".
En 15 meses, Artigas había logrado pasar de la humillación a la victoria casi absoluta: dominaba por completo las provincias de Corrientes, Entre Ríos, Misiones y la Oriental, era firmemente aliado de las de Córdoba y Santa Fe, y podía considerar al nuevo gobierno nacional como un aliado más o menos leal. Incluso se había convocado a un nuevo congreso nacional, con garantías de que los diputados serían elegidos libremente por cada provincia y que se reuniría en una ciudad del interior: sería el Congreso de Tucumán.
Ofensiva
directorial de 1815
Artigas convocó a un congreso de todas las provincias federales en Concepción del Uruguay, el 29 de junio de 1815, el llamado Congreso de Oriente. Fue una organización muy rudimentaria con representantes de todas las provincias litorales, que se abocó a firmar la paz con el gobierno nacional.
En cumplimiento de los pactado en Fontezuelas, Artigas envió a cuatro representantes a firmar un tratado de alianza con el nuevo Director — se había abandonado el título de Supremo — Álvarez Thomas. Al llegar, éstos se encontraron con evasivas del gobierno; semanas más tarde presentaron una protesta formal por la falta de avances en las negociaciones. Se les comunicó que serían alojados en un lugar más cómodo y seguro: un buque en el río; habían sido arrestados. Unos días más tarde era arrestado también Mariano Vera, enviado por el gobernador Candioti a Buenos Aires para pedir armas con las cuales enfrentar la amenaza de los indios.
En esos mismos días partió una división al mando de Juan José Viamonte a apoderarse de la ciudad de Santa Fe. Los santafesinos no sólo no tenían cómo defenderse sino que el gobernador Candioti estaba muy enfermo y hacía semanas que no gobernaba, de modo que debieron que aceptar que Viamonte ocupara la ciudad.
Candioti murió al día siguiente de la entrada de Viamonte; negociando hábilmente entre el cabildo local y una junta de representantes, el 28 de agosto Viamonte hizo elegir gobernador a Juan Francisco Tarragona, que de inmediato anunció que la provincia volvía a quedar sujeta a la de Buenos Aires.
Unas semanas más tarde, Álvarez Thomas le explicó sinceramente a Artigas que había arrestado a los diputados porque, si los hubiera dejado en libertad, le hubieran avisado que enviaba un ejército hacia Santa Fe. Artigas retiró indignado sus representantes de Buenos Aires.
En Córdoba, separada de los “pueblos libres” por la reconquistada Santa Fe, las posiciones moderadas comenzaron a prevalecer sobre el discurso de máxima presión contra el gobierno central. El mismo gobernador Díaz mantuvo muy buenas relaciones con el Director Álvarez Thomas, y organizó las reuniones entre San Martín y Pueyrredón, a través de las cuales se plasmó la idea de organizar el Ejército de los Andes y liberar Perú a través de Chile.
En el centro neurálgico de la lucha en el litoral se dio en la Provincia de Santa Fe, que tenia particular importancia estratégica por su puerto fluvial. Apenas asumido el poder por las autoridades derivadas del Motín de Fortezuelas, un contingente militar encomendado por el general Juan José Viamonte ingreso en esta provincia y ocupo la capital de la ciudad de Santa Fe en 25 de agosto de 1815, ante las protestas del gobernador artiguista Francisco Antonio Candioti, y el Cabildo. La ocupación de Santa Fe por los hombres de Viamonte fue decididamente violenta; varios gauchos que habían participado de la revuelta federal fueron asesinados, y los soldados saquearon los comercios de los simpatizantes del finado Candioti. La oposición comenzó a gestarse de inmediato, pero debido a la división de los grupos dirigentes entre partidarios y enemigos de Artigas, por el momento no pudo exteriorizarse. Las milicias provinciales, entre tanto, debían dedicarse a repeler los avances de los indios del Chaco, que habían llegado varias veces a los alrededores de la ciudad.
Dos días después se produjo la muerte de Candioti, y las tropas ocupantes designaron como gobernador unitario Juan Francisco Tarragona. El regreso de Mariano Vera desde Buenos Aires aceleró las conspiraciones, y cuando Viamonte envió dos contingentes al Ejército de los Andes, decidieron que la ocasión había llegado. La insurrección comenzó en el fuerte de Añapiré, donde se sublevó el comandante Estanislao López. Vera se unió a ellos y a las milicias de Coronda, con las cuales sitiaron la ciudad. Además se apoderaron de dos buques de guerra, con los cuales bloquearon el puerto y recibieron la ayuda de José Francisco Rodríguez desde Paraná. Tras varios días de sangrientos combates, Viamonte capituló el 31 de marzo de 1816. Como condición para poder retirarse, se le impuso entregar todas sus armas; pero cuando las retiraron, los federales comprobaron que habían sido destruidas por orden de Viamonte. Éste terminó preso en el campamento de Artigas. El Director interino Ignacio Álvarez Thomas envió entonces sobre la Provincia a un ejercito que comandaba el general Eustaquio Díaz Vélez y al Ejército del Norte, bajo la conducción del general Manuel Belgrano. El comandante de San Nicolás, Díaz Vélez avanzó hacia Santa Fe por orden de Belgrano, mientras éste se establecía en Rosario. El galardonado general de las luchas anti-colonialistas venía al frente de 3.000 hombres y se mostraba lleno de optimismo. El mismo afirmaba en uno de sus oficios:
“Esta guerra no tiene transacción. Los que están a mi frente son gente de desorden, y correrán luego que vean tropas”.[3
Pero Díaz Vélez se adelantó a sus fuerzas y marchó solo hasta Santo Tomé, donde firmó con Cosme Maciel y Mariano Ezpeleta, comandantes de las fuerzas de Santa Fe, el Pacto de Santo Tomé, el 9 de abril. Por éste se reconocía la autonomía santafesina, se separaba del mando del ejército a Belgrano — que no se negó, porque quería irse cuanto antes a asumir el mando del Ejército del Norte — y la deposición de Álvarez Thomas. Éste fue reemplazado por Balcarce, y más tarde por Pueyrredón.
Pero también se acordaba que debía firmarse un tratado definitivo; los representantes del gobierno porteño se reunieron en Rosario con el representante del Congreso de Tucumán, Miguel Calixto del Corro, y con los de Santa Fe, Maciel, Ezpeleta y Seguí. Todos ellos esperaron la respuesta del nuevo Director Supremo y del Congreso de Tucumán.
Inesperadamente, Pueyrredón respondió que no podía aceptar la separación de Santa Fe de Buenos Aires; el Congreso, imitando su accionar, rechazó el tratado. Exigió el reconocimiento inmediato de su propia autoridad, sin conceder nada a cambio, y sin que se le hubiesen incorporado los diputados de las provincias federadas. Incluso el diputado enviado por Santa Fe al Congreso, Seguí, fue arrestado; no se le permitió marchar a Tucumán hasta que el gobernador Vera hubiese aceptado las condiciones impuestas.
Artigas anunció que no enviaba los diputados de sus provincias aliadas hasta que no se ratificara el Pacto de Santo Tomé, que debía demostrar la buena voluntad del Directorio. De modo que las provincias del Litoral no estuvieron representadas en la Declaración de la Independencia de Argentina.
Pueyrredón ordenó entonces una tercera invasión sobre Santa Fe; Díaz Vélez llegó por el río Paraná y se apoderó de la ciudad el 4 de agosto. Pero los santafesinos retiraron todas sus tropas a los alrededores y sitiaron la ciudad, atacándola todas las noches y dejándola sin víveres. Sorpresivamente, Díaz Vélez abandonó la ciudad el 31 de agosto, también por el río.
A pesar de los conflictos entre el Directorio y Santa Fe, durante el año 1817 no hubo nuevas hostilidades.
3 Lincoln R. Maiztegui
Casas (2004). Orientales una historia Política del Uruguay 1. De
los orígenes a 1865. Buenos Aires: Grupo Planeta. ISBN 950-49-1330-X.
Algunos de los refranes y frases que dijo, en ellas se refleja su grandeza:
"La multiplicidad de nuestros enemigos sólo servirá para redoblar nuestras glorias si queremos ser libres. Los Orientales saben desafiar los peligros y superarlos."
6 DE JULIO DE 1816 AL CABILDO DE MONTEVIDEO |
(Continuará…)
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