No es primera vez que estas intenciones nacen de las entrañas de algún personaje reconcomiado con el líder bolivariano, bien porque se le ha caído un negocio o porque ha perdido viejos privilegios. Minucias de cualquier revolución.
Pero en las últimas semanas saltó a la palestra con estas amenazas un personaje de pasado bien conocido: Diego Arria.
El señor del bastoncito es uno de esos personajes que forman parte de la historia de los fructíferos negocios en nuestro país. El Centro Simón Bolívar, la Conahotu, los autobuses Ikaro, el reloj de la parroquia Antímano y otros casos forman parte del historial de buen negociador de este caballero.
Arria estuvo unos veinte años perdido en el exterior, disfrutando de su fortuna, visitando grandes salones y con esa pinta de conde que ha querido darse. Su regreso a Venezuela sólo se explica a partir de los repetitivos traspiés de la oposición ante el Presidente Chávez. Visto el panorama de una derecha errática, el caballero del bastón creyó que iba a llegar y a ser el rey del escuadilismo
Para su mala leche se sabe que sólo Carla Angola cree que Diego Arria es una gran vaina.
El otro empeñado en ver encanado al Presidente Chávez es un caballero que también viene precedido de una fama que no le arrima una carta de buena conducta. Se trata del banquero Nelson Mezerhane, y eso de banquero es una característica algo reñida con la honestidad en un país donde muchos banqueros han dejado el pelero. Mezerhane, además de aficionado a guisar el dinero de sus clientes, aparece involucrado en otros varios negocios de mucha rentabilidad, aunque de dudable decencia.
Al igual que Diego Arria, Nelson Mezerhane, sigue creyendo que los corruptos dueños del dinero imponen sus leyes y que los jueces son unos señores bien vestidos, con centenares de libros leídos, pero cuyo oficio es copiar en sentencias los que ellos dicten. De allí que no duda que el destino se moverá de acuerdo a sus caprichos y Chávez terminará tras las rejas.
Otro caballero acostumbrado a que el mundo se mueva según sus caprichos es el tal Guillermo Zuloaga, quien a diferencia de Arria y Mezerhane no habla de un Chávez encanado, sino que sueña con una invasión gringa a Venezuela.
Algo nos dice que Zuloaga aprendió de la experiencia como jefe golpista de Cisneros, quien usó su influencia para concederle a Chávez una especie de “isla por cárcel” en el 2002, lo que le dio al líder bolivariano la posibilidad de retornar al poder como un cuarto bate que acaba de decidir el juego con un jonrón.
Zuloaga, más cercano a Cisneros que Arria y Mezerhane, quizás piensa que un Chávez encanado sigue siendo un peligro para los intereses de los grandes cacaos del país.
A
lo mejor él piensa en otro final.