El rumbo seguido por sectores de la derecha durante las últimas semanas ha corroborado la hipótesis que he trazado desde este espacio las pasadas semanas: la ratificación de las tendencias irreversibles a favor de la Revolución Bolivariana y su traducción en acciones desesperadas incluso fuera de la lógica, transgrediéndose los ordenamientos legales e irrespetando el sentido común de las y los venezolanos, especialmente a quienes aún puedan mantener alguna disposición de votar por el candidato opositor.
Las acciones ejecutadas por este sector y que comenzaron a mostrar su desapego al buen juicio, iniciaron con las agresiones que sufrieron -y siguen sufriendo- los periodistas del Sistema Nacional de Medios Públicos en los actos opositores y han continuado en una escalada irrefrenable de la que sólo destacaremos el irrespeto al árbitro electoral, el utilitarismo politiquero de tragedias recientes que han enlutado a la nación, la negación del paquetazo económico suscrito y rubricado al momento de comprometerse a la “unidad” y las ofertas irresponsables de aumento del salario mínimo y de creación de 3.000.000 de empleos -si, leyó bien, tres millones- a pesar que el Instituto Nacional de Estadística refleja que son menos de un millón los cesantes. Como vemos, aunque breve la selección, la sarta de sinsentidos lleva a cualquier persona sensata a preguntarse: ¿es eso lo que quiero para mi país?
Las señales de su impotencia están al alcance de quien quiera verlas y sus causas no hacen sino agudizarse en la medida que se consolida el liderazgo del Presidente Chávez y a la par, se erosiona aceleradamente la tan cacareada “unidad” y se incrementan los opositores con criterio a quienes el respeto propio les impedirá votar por un candidato tan vacío e insolente.
Pero eso no es todo, hay que extremar las alertas. La experiencia ha demostrado que en su desespero estos sectores pueden desviarse aún más de la Constitución y las leyes, especialmente cuando tienen en contra al Pueblo, a sus ex-aliados, a los opositores responsables, a la historia y por si fuera poco, al almanaque. El 7 de octubre es ya. Ellos los saben y eso los desespera más. Tenemos la obligación de ser más cuidadosos que nunca.
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