No me gustan para nada los apodos. El burlarse de la gente por presentar algún desperfecto en su condición física, el menospreciar a los otros por tener diferentes apetencias o inclinaciones sexuales, el endilgarle un mote a los demás por cargar a cuestas una disminución en las capacidades mentales, el que ataquen despiadadamente al desvalido me molesta sobremanera. Pero como es bien sabido, en política todo vale y el que se mete a político muere crucificado. Tus defectos serán utilizados para minar tus posibilidades y tus errores los resaltarán hasta que te vean el hueso pelado. Por eso el hombre en ciernes de líder, como Zoon Politikon, debe evitar a como dé lugar el dejar al descubierto cualquiera de sus debilidades.
Me quejé con los amigos del tratamiento de “Caprichito” que le estaban dando a Capriles Radonski, porque a pesar de que su conducta a lo largo del tiempo había sido la de un niñito mimado, el restregarle sórdidos episodios de su vida privada o destacar sus malcriadeces y berrinches para opacarlo durante la campaña me sonaba un tanto infantil y exagerado.
Es cierto, en artículos anteriores he realzado un tanto su escases de talentos intelectuales pero eso siempre ha sido público y notorio y al parecer no ha afectado en nada su desempeño en la arena de la política vernácula. Ahora, también es verídico que el muchacho por si solo, en todos estos años de vida pública, ha demostrado que como buen hijito de papi y mami ha alcanzado todo lo que se ha propuesto menos la presidencia de la república sacando ventaja de apellidos, fortuna, influencias políticas, respaldos económicos, relaciones familiares y apoyos internacionales.
Las veces que ha tenido que convencer a una multitud se estrella contra el fracaso, y sin ir muy lejos en menos de 6 meses ha impuesto el indiscutible record de haber sido el único candidato en todo el universo conocido que ha sido derrotado por dos contendores diferentes en dos elecciones sucesivas en un lapso tan corto de tiempo que cabe con holgura entre diciembre y Semana Santa.
Al apenas conocer los resultados de estos comicios, Henrique Capriles dispuso del escenario que de antemano le habían construido los medios de comunicación y demostrando una ausencia absoluta de gallardía, le dio una patada al tablero y se burló de la Democracia.
Desde los tiempos de Platón y Aristóteles a la Democracia así en mayúsculas, se la ha definido como el gobierno de las mayorías. Y eso fue así hasta ahora, cuando al joven Henrique le tocó morder el polvo.
La frustración y el enojo transformados en arrebato le hicieron convertirse, al inmaduro Capriles Radonski, en un semántico consumado y al igual que sucede con el millonario Bruno Díaz, dejó de ser el apacible ricachón para convertirse no ya en Batman sino en un niñito malcriado que interpreta la palabra democracia como el gobierno por complacencia de los deseos de un muchacho toñeco soez y desconsiderado.
Como ocurre con las aves rapaces que no poseen un verdadero canto, en vez de discurso Capriles en su alocución postderrota vomitó una egagrópila, una bola de desechos indigestos conteniendo todo lo que su organismo no había podido procesar durante esta campaña.
Henrique en su berrinche niega que la mayoría se haya pronunciado puesto que él no salió favorecido y sólo si el dictamen popular lo beneficiara éste joven maravilla lo reconocería.
Al igual que seguramente cuando en su niñez no lo escogían para jugar al beisbol se ofuscaba, enloquecía, tomaba su guante, su pelota y se marchaba, de la misma manera Henrique Capriles Radonski cuando se dirigió al mundo que esperaba sus palabras, llegó abrió la boca y puso la torta aconsejado seguramente por el pertinaz e incorregible perdedor Andrés Velázquez.
Imagino que Capriles Radonski cuando se va a hacer un hemograma para saber el valor de su hematocrito exige que le procesen los cinco litros de sangre que debe circular por su cuerpo y fiel a su filosofía, le pide al CNE un recuento inmediato de todas las papeletas emitidas durante el pasado acto democrático.
Irreversible dijo que era la diferencia entre Maduro y Capriles la presidenta del Consejo Nacional Electoral, organismo que también se encargó de organizar y llevar a cabo los comicios en los cuales “Henrique el Malcriado” (como “Olafo el Amargado”, o como “Carmona el Breve) resultó escogido por un porcentaje similar al de este sufragio gobernador del estado Miranda.
Los mismos rectores, las mismas máquinas de votación, el mismo procedimiento, la misma distribución en herradura, el mismo padrón electoral pero Henrique no reconoce el resultado.
Y al desconocer al árbitro electoral y su proceder, pone en tela de juico su propia legitimidad al frente del gobierno del estado Miranda, pero así es Henrique capricho, berrinche y pataleta hasta que le den el juguete anhelado.
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