Mordisqueada

Los tiempos cambian. En otros tiempos la batuta familiar la llevaban los miembros de mayor edad. Ahora quienes ejercen la dirección del hogar son las parejas jóvenes. Como los abuelos y abuelas han perdido su capacidad de mando y por la falta de adaptación a los tiempos modernos quedan rezagados y solo sirven para el cuido de los nietos.

Entonces, los ancianos al haber agotado su carácter en la crianza de los hijos y, además, inútiles para entender a las nuevas generaciones crían a los nuevos vástagos muy consentidos y malcriados.

Tal le sucedió a una abuela con el nieto que estaba bajo su responsabilidad. Éste exigía a la nona que lo complaciera y ella solícita lo complacía así fuera en lo más inverosímil. Cierto día el niño pide como merienda una rosca de… (Por respeto a los lectores se omite la composición del requerimiento, solo que está referida a una de las acepciones de la palabra escatología). Ante tal situación la anciana se sorprende y pregunta si es cierto lo escuchado y el niñito reitera su solicitud. Atolondrada la mujer se niega de manera rotunda. Entonces el crio prorrumpió en llanto, pataleó, resolló, bufó y adoptó todas las actitudes posibles para impresionar. Temiendo por la salud del chico, de la reprimenda de los hijos, de familiares y la crítica de los vecinos la doña accede al pedido. Obtenida la absurda petición el chamo pone como condición para deglutirla que la abuela ingiera primero. Ella doblegada toma un bocado de la extraña golosina, rechazada ahora por el muy granuja porque no come rosca mordisqueada.

Este cuento viene a colación por la actitud de un personaje doblemente fracasado en elecciones presidenciales. Después de morder el polvo de la derrota a este sujeto, cual engreído y caprichoso hijo de la gran USA, le ha dado por desprestigiar todas las instituciones públicas, exigiendo se le complazcan en sus más veleidosas peticiones.

A este energúmeno se le debe parar el trote, porque sino quienes comerán rosquitas amargas seremos la gran mayoría de los venezolanos.

¡Chávez vive, la lucha sigue!

Noel Martello
snoels@gmail.com


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