Cómo lo han señalado diversos voceros, los momentos en los que mengua el ataque fascista son los más peligrosos. La pérdida de las calles en los pocos municipios donde lograron radicarse, los lleva a actuaciones más desesperadas y criminales, de allí que no sorprende que recurran a los asesinatos utilizando francotiradores, la quema de estaciones de electricidad, mercados, flotas de vehículos, oficinas públicas; ataques a Gobernadores y el envenenamiento del agua potable. Se impone redoblar la vigilancia y profundizar las acciones de inteligencia, porque en esta fase el enemigo se vuelve mucho más sigiloso al saber que está acabado públicamente y solo le queda la clandestinidad.
La inteligencia de los cuerpos de seguridad es insuficiente sino cuenta con la inteligencia social. Los certeros golpes dados últimamente confirman esta tesis, en todos los casos el develamiento de los conspiradores se da gracias a la cooperación de los propios vecinos, trabajadores y personal subordinado, al notar movimientos sospechosos de hombres y equipos en comunidades y sitios de trabajo. Esta red informal, donde incluso participan gente de oposición hartas de la violencia sin sentido de la ultraderecha, ha jugado un rol esencial en la derrota de la conspiración y en nuclear a la población en torno al Gobierno como garante de la paz.
Ahora bien, la derrota no significa el fin de la lucha. Los fascistas sacan cuentas y aunque vencidos, saben que cuentan con el apoyo del imperio y de una oposición que nunca ha querido desmarcarse de la vía violenta para reconquistar el poder en Venezuela. Esa sigue siendo su gran fuerza y seguro los llevará a volver a intentarlo en otro momento. Por parte nuestra, la gran debilidad ha sido la de desaprovechar la victoria para avanzar hacia el socialismo. La máxima de que la revolución marcha bajo el látigo de la contrarrevolución no parece estar resultando en estos momentos. En vez de aprovechar el momento para lanzar una contraofensiva en el plano económico, se han permitido (no salen en Gaceta Oficial) elevados incrementos en alimentos básicos, pasando en algunos casos a costar el triple de su valor, como el caso del café y la harina de maíz y en menor medida con la carne, el pollo y el queso blanco. Permitir esta situación luego de la inflación del 2013 y saliendo de un feroz ataque derechista, es como fumar dentro de un tanque de gasolina.
Si bien el diálogo dentro del respeto al marco constitucional es esencial, ello no implica mantener una actitud pasiva y ceder a las demandas de la gran burguesía y sus aliados, las cuales implican inflación y devaluación. Todo lo contrario, hay que iniciar un plan coherente que supere en el marco del socialismo, la visión burocrática y cortoplacista y diga cómo vamos a producir y a distribuir la riqueza para reducir la desigualdad. Inventar mecanismos para atajar al dólar, solo pueden ser una medida de muy corto plazo, lo esencial es apuntar a la independencia de los mecanismos económicos-financieros que nos atan al capital trasnacional y sus monedas. Estas son las tareas pendientes para poder salir con éxito de estas horas peligrosas y es lo que esperan millones de venezolanos y latinoamericanos que respaldan al Presidente Obrero Nicolás Maduro.
Bernardo.ancidey@gmail.com