Si algo merece con propiedad el calificativo de elefante blanco, es la Conferencia anual Iberoamericana. La misma, donde el rey de España, disociado por los excesos de la noche anterior, lanzó aquella, procaz e irrespetuosa expresión de ¡por qué no te callas! Uno califica aquel gesto así, por lo sabido de las diversiones del monarca; de otra manera no se entiende, se haya atrevido, olvidando las buenas costumbres de la nobleza, común de la gente y hasta políticos de orilla, a tratar de aquella manera a un jefe de Estado. La cosa se ve más fea, cuando se conoce que por disposición constitucional, el rey de España es jefe de la diplomacia de ese país. Esa es la razón por la cual siempre acude a ese “sarao”
Viendo las cosas de esa manera, uno como venezolano se irrita, por no usar una palabra más cónsona, cuando recuerda a ese señor, tratar al presidente nuestro como si fuese su súbdito. Justamente un tipo puesto por Franco, un dictador de siete suelas, irrespetando cual mequetrefe, a un presidente electo y reelecto con una votación elevadísima.
Ahora mismo, en La Asunción, Paraguay, donde se dieron cita los países que integran la conferencia, Rafael Correa, en un gesto que le enaltece se retiró del salón de sesiones, en protesta porque le dieron derecho de palabra a la vicepresidente del Banco Mundial, Pamela Cox. Se justificó Correa, denunciando lo conocido por todos, que ese “elefante blanco” no aporta beneficio alguno, pero quiere meter su cucharada en todos lados, ha sido “uno de los heraldos del neoliberalismo en América Latina” y le instó, que al hablar, “debería comenzar por disculparse por los daños causados”, en nuestro espacio “y en el planeta todo”.
La señora habló, no sabemos a ciencia cierta qué dijo, pero uno supone que de alguna manera repitió la receta neoliberal que ahora mismo provoca protestas gigantescas en toda Europa. ¿Qué sentido tiene que esa funcionaria acuda a decirles a los allí congregados lo que deberían hacer para resolver los problemas creados por el Banco Mundial, del cual ella es vice presidenta, y el Fondo Monetario Internacional, en sus respectivos países? ¿Por qué no resuelven primero la crisis europea sin golpear a los trabajadores y luego vienen a decirnos cómo?
Bien sabemos que entre los puntos aprobados en aquella reunión no se incluyó una resolución con respecto al trato racista y discriminatorio que en Europa, particularmente en España, se da a los nuestros; a quienes de manera oficiosa se nos llama despectivamente sudacas y policías dan tratamiento de delincuentes. Menos condenaron al neoliberalismo ni los atropellos de la OTAN en Libia. Pero en cambio, acordaron otorgarle a España la presidencia transitoria y la organización del evento del año próximo. Además, se pajearon con una resolución sobre el Estado que sirve para todos los gustos, cual traje talla única; cada quien la interpretará como le convenga y así todos pueden regresar a casa felices y contentos a seguir haciendo lo de antes.
Esa conferencia, desde su instalación en 1991, no ha hecho nada trascendente y su ineficiencia es tal, que a la de este año un gran número de presidentes dejaron de asistir. Los de Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay y Venezuela, con todo lo que significan en volumen de población y en el orden económico, no asistieron.
Eso sí, Rodríguez Zapatero, convertido ahora en portavoz del neoliberalismo, acudió acompañando al señor Borbón.
Por todo lo anterior, ha llegado la hora que desde esta parte del mundo nos preguntemos: ¿Hasta cuándo continuaremos dándole vida a ese elefante blanco? ¿Qué sentido tienen esas asambleas en una época que Portugal y España, los viejos conquistadores, forman parte de la comparsa neoliberal y también de la OTAN? Si queremos darle matarile a la OEA y, el CELAC es bueno para eso, ¿por qué no empezar por solicitar acabar con ese cuerpo inoperante que sólo sirve para que el heredero de Francisco Franco, exhiba su triste, gris y decadente figura?
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