¡Qué golpe, era un simple bombardeo en Caracas!

Si el Gobierno Revolucionario no hubiese desarrollado habilidades para anticipar las intenciones asesinas de los agentes al servicio del imperio, de esta Nación, solo quedara cenizas. La oligarquía gringa mantiene el convencimiento de que los recursos naturales de este país, les pertenecen. Ni los 15 años de Revolución Bolivariana han logrado sacarlos de semejante error. Son incontables los planes y los intentos que han desarrollado para convertir este país y su gente en antorchas. Lo que más dolor da, es que hayan connacionales, como los hubo en Libia, Irak y en otros países, que cambien la historia, la soberanía y la paz de un país, por el bienestar suyo y el de sus familias en Gringolandia. Por un exilio dorado en Estados Unidos, algunos se han atrevido a sepultar su PATRIA.

Cuando creíamos que la oposición venezolana había entendido que nuestra gente, es un pueblo de paz, nos sorprenden con otra de sus espantosas canalladas. Razón tenía Marx cuando sostenía que con la oligarquía no podía haber entendimiento. Y planteaba con total convencimiento la obligatoria dictadura del proletariado. No es necesario llegar a este evento, para percatarnos de lo indignos que son. Basta con recordar el trato generoso que les dio el gigante Hugo Chávez, luego del golpe de estado de 2002, y lo que ocurrió después con el paro petrolero, para convencernos de lo ruines que son. ¡O son ellos o no es nadie!. ¡Y se ufanan de ser “demócratas!”.

La novela por la cual está fatigado Capriles, no es la que acostumbran a ver las señoras en las casas, en sus horas de descanso. En esta, no solo lloran las que se fatigan y afligen porque el protagonista se fue con otra y no se decidió por la que debió ser. En el drama que pretendieron poner en escena durante este mes de febrero, si no hubiese sido por la mano de Dios, que nunca abandona este pueblo, posiblemente estaría llorando un país entero. A diferencia de los culebrones que todas las tarde desconsuelan a Capriles, el evento que los peones del imperio planificaron desarrollar en esta oportunidad, buscaba ametrallar y bombardear objetivos ubicados en la gran Caracas. Planteaban asesinar al Presidente de la República en pleno acto de celebración del 12 de febrero. Acompañando la acción, con la generalización de las guarimbas en todo el país. En otras palabras, asesinaban al Presidente y los radicales de la oposición saldrían a hacer lo mismo que hicieron durante los meses de febrero y abril del año pasado. Además del magnicidio, se disponían también a ametrallar y bombardear objetivos, que según plantean los implicados, fueron recomendados por el señor “demócrata” Julio Borges, estos son; el Palacio de Miraflores, el Cne, el Ministerio de la Defensa y Telesur. Bombardeando al primer magistrado en un acto público, también acabarían con la vida de todos sus acompañantes, los cuales no serían otros que la plana mayor de la Revolución y el pueblo que estuviese respaldándolo en ese momento. Y como las balas, ni las bombas tienen identificador de revolucionarios, es de presumir que la mortandad hubiese sido bien grande, sobre todo por lo estructuralmente congestionada que es nuestra ciudad capital. Hubiese corrido un río de sangre por las calles de la gran Caracas. Aunque esta situación no le sea tan dramática a Capriles, como le pudiera resultar un acto de traición a la protagonista de su novela favorita, el País todo, debe llenarse de la más grande indignación, ante la planificación de este genocidio frustrado. Ya basta que se siga colocando la vida y la paz del venezolano en el tablero de ajedrez del imperio. Debemos llevar a cabo acciones que permitan desactivarlos de manera definitiva. Porque de continuar permitiéndoles que lancen la pelota al arco, en algún momento pudieran introducir el balón.

Hay compatriotas que observan que se desarticulan a tiempo a estos malnacidos y por no percibir que le explote una bomba en la cara o le atraviese una bala el cráneo, insisten en jugar a ser opositores, como los que jugaron a ser chavistas, pero no maduristas, votando por capriles en las elecciones Presidenciales pasadas. Que por poco lanzan a las cañerías las conquistas del pueblo y entregan cual juego macabro, la soberanía nacional a los gringos y a las transnacionales petroleras. Esta situación que estuvo a punto de cambiar dramáticamente y en desmedro de las grandes mayorías, la historia de Venezuela, es otra oportunidad que se nos da, para que apreciemos todo lo que los excluidos de otrora han alcanzado hasta ahora y nos dispongamos a construir lo que no pudo terminar Hugo Chávez. Ya basta de críticas absurdas, y evaluemos nuestros aportes. Consolidemos nuestra revolución; construyendo un aparato productivo nacional y apuntalando nuestro sistema de distribución justo, que hemos llamado socialismo del siglo XXI.



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Pedro Figueroa


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