Uno es un médico excéntrico, odia usar batas asépticas, drogadicto que cuando no encuentra en la farmacia el calmante para su pierna exigente, opta hasta por el LSD, con tal de volar su padecimiento. Sabio antipatiquísimo, como el doctor Bell (en cuanto a su sabiduría, no en la antipatía), el famoso que inspiró a Conan Doyle para su Sherlock Holmes, aunque éste otro la mayor de las veces es a punta de pelones dentro del sufrimiento de los pacientes que va descartando hasta dar con el resultado que no pocas ocasiones es una vaina rarísima entre un millón de males, la habilidad aparente del libreto es el empeño que muestra el protagonista hasta someter al mal del enfermo. Lo único que levanta son viejitas alzheiméricas o de infancia senil.
La otra, "24 horas", o simplemente "24", es un vilo de torturas, crímenes, magnicidios (qué extraño que en casi todas las películas de ficción estadounidenses, sus presidentes con tremendo rollo encima, son afrodescendientes), donde se mata a uno ó 10.000 como comer cotufas, a mi modo de ver, un libreto de muy mala elaboración, allí nadie prueba bocado ni de chatarra, mucho menos duerme y se empalman las urgentes acciones con otras más apremiantes, la tecnología tan superior con efecto disuasivo a cualquier rebeldía a donde llegue la serie en los tercer mundistas, o, confianza timorata para los eternos cachorros.
Ambas series encarriladas en/para un solo esquema de desarrollo, el gringo, dan cierta cabida a los protagonistas a una especie de libertad de escape a las reglas, pero que no sea otra la visión del mundo que la que los enmarca. En un capítulo de Dr. House, observé cómo se mofaba ante la meditación como búsqueda de la verdad, me dije "¡qué va a saber burro de chicle bomba!", así como practica yo-yo y críquet mientras el dolor hace aguas a medio hospital. Un patrón que no busca ser seguido, sino dejar un enclave de indiferencia en el hipnotizado televidente ante el dolor humano, creo que si hurgamos en el pajar de nuestra geografía, no nos costará mucho conseguir de estas joyitas médicas.
Por su parte el Jack Bauer ("24"), influyente hasta en el Presidente de unos Estados Unidos que no se ve la actuación ni de Pentágono, ni CIA, el padecimiento le persigue como sombra maléfica, los rusos son unos títeres y los chinos unos malévolos piratas con quienes hay que se inflexibles para doblegar su ambición. La traición la puede poseer tanto el ser amado como el más cercano amigo, y la paranoia es una bendita virtud. La tortura marca el desenlace del tortuoso desenvolvimiento que no resuelven los satélites, la diplomacia, ni las balas. Parámetros, estereotipos que calan la hipnosis aderezada con las noticias que impone el régimen –amig@s, eso sí es régimen esclavista, preparar con rating de torturas, la legalidad de la tortura-. Si sumamos la individualidad que ofrecen los denominados canales ecológicos NAT-GEO, o Discovery, los que construyen "mega cualquier vaina" es una sola persona, allí no hay más nadie, y si son empresas, son mas bien, ejemplos disuasivos y demostrativos de quién es quién en este mundo, todo un escenario preparado para que cuando salga una simple afro descendiente con su falaz sonrisita representando el Departamento de Estado, el conjunto que la envuelva no es sino espacio para la coreografía que va a representar.
Tal es la faceta para apretar los hilos de los títeres, y lo ocurrido en Santo Domingo viene con buen choque de sazón. Obama –es mi olfateo-, podrá ganar las primarias, pero Mc Cain atrapará a los perdedores de la Clinton, ya verán cómo lo denominarán desde favorecedor de terroristas para arriba, dejando al Bush desde ahora todas las hornillas del mundo a fuego alto para que los hipnotizados votantes sepan a qué intereses elegir sin mucho argüir. Irá Mc Cain por una diversión que diluya al afro candidato, planes alternativos, cuando alternabilidad para gobernar es lo menos que va a encontrar. Las pinzas están servidas, el rating una de ellas. El estrellato podría haber sido un factor también dominante en la elección del PSUV, pero hay buenos críticos que tienen sus propias válvulas que los alimenta, buen detalle, y la mesa que ocuparán es mucha mayor oreja que el segmento que ocupan, llámese programa televisivo o Presidencia de la República. El momento no solo es para responsabilidad local sino para el hambriento comensal latinoamericano, afanado en una unidad a contrarreloj.
Es una subasta la que se juega la mercancía mayor: el mundo, una de las ópticas. Es la esperanza que no se veía, a pesar de las amenazas y de tanto sadomasoquismo ocupando rating dizque en un mundo cultural por los léxicos culturales que aparentemente muestra en su traje con colonia. Es un señuelo, no lo olvidemos, un señuelo. El ser humano necesita paz, la construcción es en paz. Vuelan las computadoras hasta INTERPOL, vuela la esperanza en los neo médicos, neo radios, neo estudiantes, neo procederes, urgente neo procederes, el mundo no es una vitrina de marcas, las marcas sólo existen si les das vida, pero sólo puede tener vida lo que nació de, por y para la vida.
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