A mi no me alegra que caigan banqueros y corruptos. Como no me alegró que cayeran las Torres Gemelas. Uno no se alegra porque los que están arriba caigan, uno se alegra porque los que están abajo triunfen. Porque la lucha por la liberación de los oprimidos no es un festín de resentidos ni el satánico ritual de los obscenos embriagados de odio.
Nosotros no odiamos a Estados Unidos. Nosotros odiamos al imperialismo, que no es un país sino un fenómeno político-económico con prepotente expresión militar y desastrozas consecuencias humanas.
Nosotros amamos la presencia todopoderosa de Walt Whitman pero exigimos respeto para las insuperables rancheras del Gallo Giro. Admiramos el pueblo que marchó contra la guerra en Viet Nam pero aborrecemos al Pentágono que manda a matar. Somos como Alí.
Nosotros amamos el triunfo de Evo. Nos alegra la victoria del Frente Amplio en Uruguay con el Comandante Pepe Mujica a la cabeza. La Bolivia de Evo nos enamora con su sabia sencillez que conmueve buenos corazones y estremece viejos dogmas de la opresión.
Nosotros comulgamos con la sensual contundencia de la Presidenta Cristina de Argentina. Ella habla con un lenguaje sólido y abierto como la pampa. Ella tiene ese hálito grave y seductor de las canciones de Leonardo Fabio. Y es pura dignidad hecha mujer.
Por eso celebramos las buenas nuevas que trae el viento, menos Honduras.
Pero no nos revolcamos en el lodazal de los arribistas e intrigantes. Queremos Patria libre o morir, queremos revolución o nada. No nos conformamos con pequeñas jornadas.
Agradecemos que los pueblos hayan elevado las conciencias y que ahora tengamos mejores gobiernos. Sabemos que falta mucha trocha por andar. Pero despertamos con ganas de marchar.
Ya son diez años de nuestra Constitución, y lo conmemoramos mirando hacia el futuro con un optimismo militante, porque no esperamos que el azar nos de las buenas nuevas, al contrario, las salimos a buscar cada amanecer con el ánimo del café mañanero.
La Constitución Bolivariana ha cambiado al continente. No se conformó con dotarnos de una nueva institucionalidad y crear el marco jurídico-político para transformar la vida nacional. Ella modeló la sociedad que quieren los pueblos y despertó las energías revolucionarias que no se dejan mediatizar.
Con la Constitución de la Revolución Bolivariana nacieron los Lula, los Evo, los Correa, los Tabare y Pepe, las Cristinas, los Lugo, resucitó el sandinismo y triunfó el Frente Farabundo Martí. Una nueva política recorre este continente, antes de opresiones, ahora de esperanzas.
Los obreros, los indígenas, las mujeres, los religiosos comprometidos, los revolucionarios antes perseguidos, los postergados todos, ahora somos gobiernos, y gobiernos buenos. Tenemos que estar orgullosos de ser bolivarianos.
Claro que hay razones para ser optimistas, y para seguir apostando por las revoluciones. Y, aunque uno no se alegra con la desgracia de los otros, da un fresquito saber que los banqueros corruptos ya dejaron de ser intocables.
Constituyente
"... los Estados Unidos que parecen destinados por la providencia a plagar la América de miserias en nombre de la libertad..."
Simón Bolívar, El Libertador.
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