Semana Santa: ¿culpa o emancipación?

No es un secreto que para mucha gente, dentro y fuera de Venezuela, la Semana Santa es sinónimo de playa, vacaciones y descanso merecido luego de un esforzado primer cuarto del año.

Eso es válido, sobretodo para ateos y agnósticos, islamistas, budistas y judíos que vivan y laboren en tierras occidentales.

Pero entre cristianos hay un fondo, que en tiempos de Revolución es menester abordar, sin prejuicio.

En el mundo cristiano pro-hegemónico europeo y norteamericano, se celebra la Resurrección de Cristo, pero en los pueblos cristianos pobres del Sur, lloramos y sufrimos su crucifixión “por nuestra culpa, por nuestra culpa, por nuestra gran culpa.”

Mientras los del norte concurren hacia la apoteosis de la vida, los del sur nos subsumimos en la desgracia de la muerte y nos culpamos por ello.

Mientras los del norte trabajan jueves y viernes santo, para luego festejar la dicha del Domingo en que regresa el Cristo Redentor a al vida, incluyendo lunes feriado, los del sur cargamos cruces, nos damos golpes de pecho y cumplimos promesas de gran dolor físico e interior.

Una nota publicada en la pagina web de YVKE Mundial (29 de marzo de 2010) cita al vicario parroquial comentando que "ese momento de dolor, tristeza, agonía, soledad, desesperación del Señor que se entregará por nosotros es acompañado por el pueblo (…)" y nos recuerda que esa tradición de visitar los “siete templos” en señal de acompañamiento a Jesús data de la época de la colonia, precisamente cuando a nuestros aborígenes, que a los ojos del conquistador aun no llegaban a ser completamente humanos, se les acusaba de ser los responsables de la muerte de Cristo. Solo basta recordar aquella extraordinaria película “La Misión” que comienza con la escena de un hombre blanco crucificado por los indígenas del sur y colocado en las aguas de un río que lo llevaría a una gran caída de agua para su muerte final: “por nuestra culpa, por nuestra culpa, por nuestra gran culpa”, lo que no era más que el relato imperialista mediante el cual la iglesia ejercía su dominación, incluso hasta no hace mucho, cuando las Nuevas Tribus, felizmente expulsadas, se encontraban en nuestro país.

Jesús fue torturado y asesinado para evitar que la oligarquía pre-capitalista que dominaba la vida política, economía y social del área oriental del mar Mediterráneo, sucumbiera ante la palabra de amor, justicia social y humanismo que proclamaba Cristo. Se le acusó de sedición y por haber denunciado a los ricos y a la clase dominante, pero como la acusación no prosperó, decidieron entonces procesarlo por blasfemia tras haber usurpado para sí el nombre de Dios. Entonces se le conminó a traicionar sus ideales y saltar la talanquera, a retractarse y admitir que no era el Mesías, el Hijo de Dios, pero de manera firme y categórica habló ante la verdad y calló ante la mentira, siendo consecuente con su misión sobre la tierra. Por ello fue sentenciado a muerte, solo para luego levantarse entre los muertos y transitar hacia la vida, lo cual encierra el verdadero significado de ser cristiano.

La fe, el éxito, la superación, la victoria, la emancipación, la valentía, la desvergüenza, la esperanza, la luz, son algunos de los elementos que realzan la virtud de la vida como enseñanza de Cristo Resucitado, en contradicción con la pena, la vergüenza, el dolor y la culpa que la hegemonía imperialista encontró como instrumento de dominación para que los pueblos del sur se mantuvieran en la sombra y no levantaran la frente.

Parafraseando al Presidente Chávez en su última línea, la Semana Santa debe ser para honrar en la practica cotidiana de nuestros días, "el compromiso del Cristo redentor, el Cristo libertario, el Cristo de los pobres (…) Nuestra Revolución tiene en el Cristo de los desposeídos el mayor de los guías en la lucha por la dignidad humana. Tras sus pasos vamos."


carrascoeugenio@yahoo.com


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Eugenio Carrasco


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