Después de la lucha que libraron los trabajadores en Chicago, para reclamar sus derechos tales como jornada laboral de ocho horas, el derecho a huelga, la libertad de reuniones y el derecho a una vida más justa a través de las mejoras salariales, se institucionaliza en Ginebra Suiza el 3 de septiembre de 1886, el 1° de mayo la celebración del Día Internacional del Trabajador.
Fue la primera histórica reivindicación que lograron los trabajadores del mundo a un costo muy alto, pues fueron una buena parte de esos trabajadores asesinados a manos de la policía Norteamericana.
En Venezuela en 1936 en la ciudad de Maracaibo se instituyó la celebración de esta magna fecha, pues terminaba el ciclo de la dictadura de Juan Vicente Gómez, pero no es sino hasta 1945, bajo la Presidencia de Isaías Medina Angarita, que se institucionaliza tal celebración.
De allí partió la costumbre que todos los años antes de celebrarse el primero de mayo “Día Internacional del Trabajador” los gobiernos y empleadores junto a “los dirigentes sindicales” se ponían de acuerdo para fijar el monto del incremento salarial, de acuerdo a las variables económicas, políticas y los negociados que hacían con los mal llamados representantes sindicales.
Era normal y común escuchar y leer las grandes controversias que se tejían entre los trabajadores y “sus dirigentes sindicales” quienes con honrosas excepciones, vendían a los patronos los contratos colectivos, los cuales consistían en un decálogo de peticiones y aspiraciones de los trabajadores, fraguados en asambleas que previamente se desarrollaban.
La perversidad llegó a ser tan grotesca, que esos dirigentes sindicales gozaban de una serie de prerrogativas y privilegios nunca vistos, porque se aliaban al patrono por sobornos y corruptelas, vendían el contrato colectivo de los trabajadores que habían creído en su honradez y se convertían en unos tiranos, olvidando a su clase social.
Ese, brevemente fue el sindicalismo venezolano, con algunas excepciones, aquí se tienen todavía vestigios de esa dirigencia sindical, que cambió radicalmente su estándar de vida con las riquezas que poseen, a cambio de “favores recibidos” por los patronos en detrimento de la clase trabajadora.
En los últimos quince años de los gobiernos Chávez – Maduro, la decisión del incremento salarial al trabajador venezolano, es una política de Estado, ya los mecanismos de los gobiernos anteriores en contubernio con los dirigentes sindicales en la célebre tripartita, pertenece al pasado; hoy el gobierno toma la medida económica y la anuncia al país en forma firme y soberana.
No se trata entonces de justificar el sindicalismo que hoy se vive en Venezuela, donde aún persisten vicios y corruptelas del pasado; se aspira a un dirigente sindical nuevo y pulcro, que contribuya a elevar la calidad de vida del pueblo trabajador y donde el país avance económica y socialmente. La fuerza sindical venezolana no ha logrado definido un perfil, ni encontrado el camino combativo, que sea transparente, nuevo y que reivindique al obrero.
Por otra parte, históricamente siempre que se decretaba un aumento salarial era en tiempos cercanos al primero de mayo, lo que traía inmediatamente la reacción de las diferentes corrientes políticas expresando sus opiniones, en favor o en contra del porcentaje aumentado; hoy sigue siendo parecido y tiene toda la validez por la diatriba política permanente del país, solo que ahora ha habido incrementos salariales en tiempos diferentes, por la propia coyuntura económica que se vive.
Y es que siempre los aumentos salariales están por debajo de las posibilidades de cubrir las necesidades prioritarias de los elementos que integran la cesta básica, y esa sí que es, una gran disyuntiva para el gobierno, porque la economía no anda en su mejor momento y a veces resulta peor el remedio que la enfermedad.
De nada sirven las intenciones de aumentar los salarios, si luego la escases, el desabastecimiento, el acaparamiento, especulación y la insólita inflación que ya ni El Banco Central de Venezuela se atreve a informar infringiendo la ley, son las piedras de tranca con las que se topa el consumidor, volviéndole trisas los churupos que le aumentaron.
Por eso el gobierno tiene que encarar y definir la ruta económica que Venezuela deberá seguir en los próximos años para lograr aliviar el desbarajuste hoy reinante, ya que el rentísmo petrolero no aguantará por mucho tiempo, el seguir cubriendo la mayor masa monetaria de dinero que el país maneja y que demanda su economía, y en ese camino debe estar presente la contribución de todos los venezolanos, para evitar que los aumentos salariales se vuelvan sal y agua.