Mensaje dirigido, con mucho respeto, a todos los profesores universitarios.

Los trabajadores asalariados venezolanos estamos viviendo el peor momento económico de nuestras vidas. Todos los trabajadores, en general. Es obvio pues, que los trabajadores universitarios no escapamos de esta verdad. Así ha sido denunciado y explicado innumerables veces por quienes hacemos vida dentro de las universidades públicas del país.

Mi familia es una familia universitaria. Mi padre, mi madre, mi hermano, varios de mis tíos, primos, etc., fueron o son trabajadores universitarios; algunos profesores y otros empleados.

Lo que me genera el escuchar el nombre de mi universidad y, en general, el de todas las universidades (sobre todo las públicas), es un profundo sentido de pertenencia, un gran amor, un respeto muy marcado. El nivel de vida que nos dieron a mí y a mis hermanos mis padres, se lo debo a la universidad; mi formación, la de mis hermanos y mis primos, se las debemos a la Universidad del Zulia; mi trabajo formal, se lo debo a mi amada universidad.

Habiendo hecho el anterior prolegómeno, y esperando que haya quedado claro el respeto que le profeso a las instituciones de educación superior y a todos los que trabajan en ellas, es necesario hacer algunas consideraciones.

He notado, con profunda decepción, que muchos profesores se consideran los únicos miembros de las universidades y, cada vez que realizan algún reclamo, se olvidan de que existimos los empleados y los obreros, ni qué decir los estudiantes (verdadera razón de ser de las casas de estudio). En efecto, imbricados en un anacrónico pensamiento elitista que los hace sentirse miembros especialísimos de la sociedad, dejan de lado una y otra vez a quienes compartimos espacios laborales con ellos, a quienes también hacemos posible el funcionamiento de las universidades.

En mi caso en particular, a pesar de que tengo credenciales suficientes para concursar para ser profesor, he decidido no hacerlo, pues no solo me siento bien haciendo lo que hago (soy asesor legal de las autoridades de la universidad a la cual pertenezco), sino que nunca me he sentido atraído por la docencia. Tengo una maestría en Derecho Procesal Civil, estudio una especialización en Derecho Mercantil, soy bilingüe y tengo experiencia laboral en tribunales del trabajo, penales y civiles y mercantiles. Así como yo, muchísimos empleados están ampliamente formados y capacitados, y deciden quedarse siendo empleados y dando lo mejor de sí mismos. Al contrario de los compañeros profesores (no todos), sí tomo a la universidad en su conjunto, y respeto y considero a todos los empleados y obreros, sin los cuales la universidad no podría funcionar.

Existe una necia "necesidad" en los seres humanos: esa "necesidad" de sentirse mejores a los demás, de sentirse parte de una élite, de creerse -como decimos coloquialmente- la gran cosota. Tal vez esta severísima crisis económica haya puesto a muchos en su lugar, y ahora sepan que todos formamos parte de la universidad, que todos somos igual de importantes y que todos estamos luchando por mejores condiciones de trabajo y de vida en general. Habrá otros, sin embargo, que persistirán en su onanismo mental de creerse superiores, allá ellos.

Aunque por mi profesión debo vestirme de paltó y corbata (al menos dentro de la universidad a la que pertenezco), no me siento identificado con esos "señorones" que se pasean por los pasillos de nuestras casas de estudios cuales artistas renombrados que no miran para los lados y pareciera que caminaran sin tocar el piso. Eso no es la academia, esa no es la Universidad. Eso es echonería, fanfarronería, soberbia (dice la Iglesia Católica, que ése es, precisamente, el peor pecado que puede cometer un ser humano; vaya usted a saber).

Aunque el gobierno ha hecho de nosotros, los trabajadores universitarios, unos parias, miserables (según lo que estipula la ONU), y ahora muchos viven en la inopia después de haber estudiado mucho, de haber trabajado mucho, muchísimo, considero que en algo tiene razón aquel. Ciertamente, la mentalidad burguesa y el elitismo tienen décadas (sino toda la vida) enquistados en nuestras universidades, y sí, sí hay discriminación en ellas, en muchas de ellas. Hay que acotar, que nadie es más humilde que el verdadero sabio.

A veces se aprende a coñazos, y muchos profesores han prendido a coñazos (injustos, pero coñazos al fin), que no son ninguna élite, que no son más que nadie, y que pertenecen a una comunidad: la muy golpeada comunidad universitaria.

Concluyo expresando que somos todos los trabajadores universitarios en conjunto, todos, y todos unidos, quienes debemos seguir en la lucha por una calidad de vida digna. Así como también somos todos, y primeramente los más estudiados, los que debemos desechar el pensamiento de superioridad, la falta de humildad y el elitismo.



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José Miguel González Villalobos

Abogado, Magíster Scientiarum en Derecho Procesal Civil, Cristiano, Bilingüe, con baja tolerancia a la estupidez. Entrenador personal.

 miguelvillalobos9@hotmail.com      @jomigovi

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