¿No es hora de dejar de lado la discusión acerca de quién ganó? Insistir en eso es dejarse arropar por la estrategia opositora, y caer en palabras vacías. Podemos mirar la realidad en toda su complejidad y extensión, para derivar aprendizajes y desarrollar estrategias de acción.
Hay realidades tangibles: una mayoría significativa, más compacta y coherente, en la Asamblea. Un colectivo de diputados con alto nivel de reflexión y discurso, que puede asumir un rol de educadores públicos para potenciar la categoría “pueblo legislador”, así como para desmontar los discursos y los verdaderos intereses del grupo opositor. Más de cinco millones de personas votaron por un partido que ha asumido el socialismo como horizonte político, aunque también hay que tener en cuenta que una cantidad similar parece rechazar esta propuesta política. Así, se abre la posibilidad de socializar la discusión sobre el socialismo, no sólo desde sus principios generales, abstractos, sino desde situaciones concretas, vitales. Por otra parte, enmarcados en el plan de desarrollo Simón Bolívar, existen múltiples proyectos por doquier, dirigidos a mejorar la vida de la gente, que requiere de enfoques de gestión compartida más eficientes y pertinentes. Hay un cuerpo de medios de comunicación, cantidad aún insuficiente, que aún hay que renovar, fortalecer y expandir. Pero lo más importante, a mi parecer, es la posibilidad no sólo de permanecer en las comunidades, sino de promover desde ellas proyectos y procesos que armonicen la satisfacción de necesidades concretas (alimentación, seguridad, sustento) con procesos socioculturales que promuevan la solidaridad, la cooperación, la justicia, desde escenarios concretos y específicos.
Otra realidad tangible es la presencia de una sensible cantidad de opositores en la Asamblea Nacional. Este grupo ya expone el discurso que fundamentará sus acciones: La afirmación de que ellos (como bloque) constituyen la mayoría del parlamento, aunque la matemática les contradiga; el sentimiento de que, en sí mismos, ya encarnan los intereses de la mayoría, recogidos en palabras como “seguridad”, “libertad”, “propiedad”. La intención explícita no sólo de detener la propuesta chavista (que no de buena parte del pueblo), sino de borrarla para siempre. Una gran fortaleza de este grupo es la inmensa potencia mediática que les ampara, les amplifica y oculta los errores. No obstante, otra cosa cierta es que ellos no constituyen una fuerza monolítica, sino una fragmentación de intereses y posiciones, y –como gran debilidad- una enfermiza ansia de protagonismo mediático, generado desde inmensas ambiciones de poder.
Por otra parte, el énfasis de la lucha no es contra la oposición, nisiquiera contra el imperio norteamericano. La verdadera lucha es por la construcción colectiva, en principios, en proyectos, en estrategias, en pautas de vida que, en la cotidianidad, vayan fundamentando un nuevo esquema de vida social. Y es esta lucha la que irá forjando progresivamente el auténtico poder popular. Con poder popular real, con alianzas internas, regionales y mundiales que soporten el proyecto, los estados unidos y sus aliados tendrán menos posibilidades de éxito.
Lo anterior pasa por una profunda autocrítica, sincera, descarnada. ¿Estamos haciendo lo que debemos? ¿Qué tan bien lo hacemos? ¿Generamos teoría desde la práctica? ¿Apostamos a la acción desde la reflexión teórica? ¿Estamos colocando todo, y colocándonos, de cara a un proceso de construcción del socialismo? Nada es tan nefasto para un proyecto revolucionario que el arribismo, la burocracia, la insensibilidad social y la hipocresía. Y eso hay que combatirlo puertas adentro.
Y, en el curso de esta reflexión crítica, podremos visualizar escenarios para los próximos meses y para el próximo año. La Asamblea actual, además de seguir con la agenda legislativa propuesta, puede discutir la aprobación de los reglamentos necesarios que impidan a la oposición encontrar los medios de sabotear las discusiones y la aprobación de leyes fundamentales para el curso del proceso sociopolítico.
Y los diputados revolucionarios que inician sus funciones en enero de 2011, pueden prever una estrategia efectiva tal vez en tres direcciones específicas:
1) Desarrollar cada vez mayor coherencia interna y sinergia, de cara a la Constitución y a los planes de desarrollo vigentes. Para ello, será necesario la reflexión crítica y estratégica permanente y el desarrollo de vínculos orgánicos con las diversas fuerzas sociales de avanzada (comunidades, obreros, profesionales, movimientos sociales).
2) Afianzar y desarrollar la propuesta del pueblo legislador, en el sentido de lograr la máxima participación popular posible en la elaboración del cuerpo de leyes, que satisfaga los requerimientos cotidianos de las comunidades. Y esto sólo se logrará mientras los diputados compartan procesos vitales con esas comunidades.
3) Enfrentar las estrategias y el discurso opositor para tratar de imponer sus propuestas neoliberales, de forma pública, exponiendo las motivaciones y las intenciones solapadas.
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