Un frenesí llamado Hugo

Hace tiempo escribí por este mismo diario un artículo titulado “Un huracán llamado Hugo”, un fenómeno telúrico que acabó con las instituciones corruptas de la cuarta república. Lamentablemente, todavía, sin haber agotado el depósito de lágrimas por la desaparición física de mi comandante Chávez, estoy obligado a escribir sobre este tema para intentar menguar la arrechera y la tristeza que alimenta mi intelecto.

Como es sabido por todos, una vez que mi comandante Chávez anunció la terrible enfermedad, la oposición necrofílica abogó, hasta rezó, por su desaparición física. Parece que el Dios, al cual le imploraron con fervor y pensaron con devoción millones de hombres, mujeres y ancianos del mundo por su pronta recuperación, los desatendió. Desafortunadamente se parcializó por los diabólicos, quienes también elevaron ante el mismo Dios, plegarias y suplicaron por la muerte de mi comandante, dándoles cabida a sus lúgubres deseos. Una de las múltiples razones por la que no soy creyente.

Los amos del norte de esta nefasta oposición, dirigida por los MUDos, hablaban de un gobierno de transición, después del añorado deceso de Hugo y para esto tenían preparado a Capriles para que asumiera el reto. Pero como siempre, calcularon mal. Después de los honores que le rindió ese río de pueblo venezolano a su líder, de la vorágine de amor y de los reconocimientos provenientes de toda parte del mundo, descubrieron que mi comandante Hugo era más peligroso en el pináculo de la inmortalidad que en nuestro malhadado mundo temporal.

Da la impresión que el tiro les salió por la culata. Después de las multitudinarias muestras de fervor lastimero durante las exequias a lo largo del recorrido por las calles de Caracas tanto, como por las señales de dolor en la Academia Militar y ahora, en el Cuartel de Montaña, descubrieron que un frenesí llamado Hugo los acompañará hasta las elecciones del 14 de abril para propiciarles una nueva derrota.

La oposición carroñera transformó ese arrollador frenesí en un fantasma, en una especie de silbón al cual le tienen pavor, el mismo que le silba al oído que más nunca volverán, simplemente porque ese mismo silbido despertó al pueblo que permanecía en un oprobioso letargo desde hace más de cien años.

La oposición apátrida no advirtió que el frenesí de Hugo se había convertido en un ente omnipresente, dado que su amor está encarnado en los centros comunales, en los barrios pobres de Venezuela, en los estudiantes, en los obreros, en los hombres y mujeres de la tercera edad, en las poblaciones la África negra, en los de la África árabe vilipendiada por el sionismo internacional, en los necesitados del Bronx de Nueva York, en los desalojados de sus casa en España, en los desempleados de Europa, en la desoladas estepas de la Siberia Rusa, en las mujeres de todo el universos, en los niños desamparados, en los trabajadores bielorrusos, en los guaraní, quechuas, yanomamis, araucanos, guajiros, guayú, kariñas y en todos los pueblos originarios de centro y Sudamérica, en los espacios de la ONU, en el pueblo trabajador chino, en los negros y mestizos de América, en los caribeños y en todos aquellos lugares del mundo donde existan necesitados de la palabra alentadora y liberadora del capitalismo salvaje.

Capriles se asusta ante la omnipotencia del frenesí de Hugo, dado que su poder absoluto reside y se ejerce mediante el poder popular, es decir, a través de ese pueblo que por siglos le fue negado su participación en el repartimiento de las riquezas del país. El mensaje de mi comandante Hugo trascendió el tiempo y la geografía. Sus palabras fueron escuchadas en todos los confines de la Tierra y los pobres del mundo descubrieron que sus miserias era responsabilidad de aquellos oligarcas, quienes durante toda la vida han manejado los hilos del poder. Ya todos los pueblos del planeta descubrieron que el poder popular no es un utopía, es una realidad y están obligados a prepararse para que los medios de producción sean controlados por los obreros, que los campesinos, los trabajadores de la tierra, deben ser los beneficiados del usufructo derivado de la agricultura y la cría de animales. Que mayor y mejor omnipotencia que el poder en manos del pueblo, la verdadera democracia.

La Casa Blanca y sus vasallos MUDos están asustados ante la omnisciencia del frenesí de Hugo, quien le transfirió a los pobres del mundo un conocimiento liberador y de allí el intento de destruir la Revolución Bolivariana y Socialista por la internacional de la oligarquía. El mensaje de mi comandante Chávez incluye un saber universal, una doctrina redentora del capitalismo salvaje, único responsable de las desgracias que atraviesa la humanidad.

La canalla mediática, nacional e internacional, intenta acallar y desprestigiar la labor de catorce años de revolución de mi comandante Chávez para restarle votos al presidente Maduro, tarea casi imposible porque el frenesí de Hugo merodea por todos los lugares, no solo de Venezuela, sino de todo el planeta. La oposición vasalla de la Casa Blanca le teme al fantasma que ellos mismo crearon, le acobarda las emisiones provenientes del Cuartel de Montaña, porque se saben perdidos, porque están cociente que el pueblo de Venezuela salió de la oscuridad y más nunca regresará a la cueva donde los mantenían invisibles. Los estentóreos alaridos del inepto, el candidato del Departamento de Estado, nunca podrá acallar los logros de la Revolución Bolivariana y Socialista. Por fortuna, el frenesí de Hugo está encarnado en más de ocho millones de venezolanos que ven en Maduro la continuación de un proceso que comenzó para nunca detenerse, simplemente, porque el pueblo es Chávez y Chávez, también es pueblo. Es la rueda de la política liberadora de un pueblo que descubrió a través de la palabras de mi comandante que su miseria tenía responsabilidades, los mismos, que a través de la candidatura del majunche, esperan reanudar la entrega de la riquezas del país a las transnacionales de la economía mundial.

Para desgracia de la oposición necrófila, el frenesí de Hugo no se disipará, se mantendrá activo, vigilante por cientos de años para impedir que la oligarquía parásita más nunca regrese al poder, ni indirecta (AD y Copey) ni directamente, a través de la familia Capirles y los financista de su campaña. Por primera vez un frenesí, encarnado en un obrero, en Maduro, el fantasma, el silbón que les anuncia su fracaso y que les causa pavor, ganará unas elecciones con más de diez millones de votos. Honor, gloria e inmortalidad a mi comandante Hugo.


enocsa_@hotmail.com


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Enoc Sánchez


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