Como es sabido, un plebiscito es una consulta popular impulsada por el poder constituido para aprobar o desaprobar una propuesta del gobierno. Por tanto, compararlo con unas elecciones municipales es un acto de desubicación política de talla mayor. Sin embargo, se utilizó como estrategia para enfilar una política de deslegitimación del gobierno, sin medir el riesgo de que se revertiera. Al final Henrique Capriles se “autogoleó con el plebiscito”.
Revisando los resultados electorales del 8D, se nota que los supuestos esgrimidos por el “Líder Opositor” fueron derrotados: Primero, sus electores no se creyeron el cuento que se estaba revocando al presidente Nicolás Maduro. Segundo, el número de votos “nacionales” del Chavismo superó notoriamente (5.111.336) a los de la oposición (4.335.097), sacándole 8 puntos de ventaja. Tercero, el número de alcaldías obtenidas por la oposición fue tan poca, que dista mucho de la estrategia de campaña opositora. Cuarto, suponer que auto nombrándose Jefe de Campaña, lo consolidaría como el líder de la oposición. Quinto, asumir que su liderazgo es tan avasallante que el elector iría a las urnas electorales a sufragar como corderitos o que él sumaba votos a los candidatos de la MUD, solo con su nombre. Para rematar, el Chavismo lo superó con creces en número de alcaldías (15 a 6) donde él es gobernador.
Si todos estos indicadores no son suficientes para que los diferentes factores de la oposición reflexionen sobre las consecuencias que acarrean las torpezas de este dirigente, entonces se tendrá que exorcizar a la MUD para sacarlos de la orfandad política en la que se encuentran. La derrota sufrida por la oposición es mucho más aguda que los resultados electorales del 8D.
La oposición venezolana debe revisar con premura y seriedad, el daño que causan las posturas de algunos de sus dirigentes, (entre los que se encuentra Henrique Capriles) si desean construir una propuesta política plausible que dispute al Chavismo el poder, de lo contrario estarán destinados a permanecer en el ostracismo político.
Por último, la alta dirigencia del Chavismo debe realizar una lectura pausada y minuciosa de los resultados electorales. Sería contraproducente pensar que el pueblo y la militancia Chavista son volubles y electoralmente epilépticos. La disciplina partidista expresada el 8D, tiene que ser bien interpretada porque es la única salida para evitar la dispersión en el Chavismo.