En nuestra evolución, venimos del agua. En nuestro vientre materno, en nuestro cuerpo, en nuestro planeta, TODO ES AGUA. Sin agua no podemos vivir. La cifra de ríos, mares, lagos y océanos contaminados da escalofrió. La destrucción y contaminación de bosques es espeluznante. Ya sabemos que los bombillos llamados ahorradores, tienen mercurio y esto significa muerte.
Anualmente, aumentan kilómetros de desiertos donde eran frondosos bosques. El capitalismo nos enfrenta con la naturaleza, nos enseña que debemos dominarla, para hacernos cómplices en la apropiación desmedida de sus materias primas. El cultivo de productos vinculados con combustibles para vehículos, desplaza la producción de alimentos, y demandan muchísima agua. Millones de hectáreas que eran espacios agrícolas, hoy son territorios para sembrar drogas, lo que induce a desplazamientos humanos. Se nos enseña, que somos muchos en el planeta, y hasta se sugieren y crean mecanismos maltusianos, para disminuir la población. Es abundante la sospecha, de que el SIDA, es una enfermedad de laboratorio, creada en centros de investigación de la marina de los Estados Unidos, para hacer mermar la población, preferiblemente los pobres y negros. Se afirma, que “El Club de Roma”, es uno de los financistas de este proyecto de la muerte. La salud es una mercancía, y los laboratorios han optado por darle mayor fortaleza a los medicamentos existentes, sobre los que ya tienen sus patentes. La enfermedad y el enfermo es un negocio abierto. No hay que curar bien al enfermo, sino mantenerlo siempre enfermo, para que esté consumiendo medicamentos. Todo lo que el capitalismo toca, lo quiere convertir en capital.
¿En qué condiciones vivirán nuestros descendientes? Es tal la ingesta mental de capitalismo que tenemos en la cabeza, que el desarrollo industrial (desarrollismo), el progreso (crecimiento del mercado), y la civilización (espacios infernales donde todo está contaminado), nos resultan benefactores, deseados y bienvenidos.
La industrialización requiere de inmensas proporciones de agua. Alimentos como el arroz y el pasto para el ganado (Productor de Butano) requieren de descomunales cantidades de agua. Por la ausencia de adecuados sistemas de riego, la producción agrícola depende de las lluvias, lo que pone en peligro nuestra alimentación. Las fábricas usan fuertes cuantías de aguas. Nuestra cultura, propia de un país rentista petrolero, es de permanente uso y abuso de bienes públicos como el agua y la energía eléctrica. Consumir, consumir, consumir, es el mandato que cumplimos desde chamos. El capitalismo es destrucción, anarquía y derroche. Se oculta el verdadero origen de los terribles cambios ambientales. Se vocifera la mentira de que lo que está pasando con el medio ambiente es “un fenómeno”, cuando en verdad tiene explicaciones científicas demostradas. Se crean ONG y “eventos” mundiales, para vender ideas que convienen al capital. Científicos mercenarios hacen el trabajo de convertir capital en más capital. Las guerras serán por agua.
Las enfermedades son un gran negocio. Doce laboratorios controlan el 70% de la producción de medicamentos. Se inducen enfermedades. Los hospitales se llenan de enfermos pobres y las clínicas de endeudados. Los seguros se enriquecen. Especies animales y vegetales desaparecen. Los agrotóxicos son el agronegocio. Seis empresas controlan el 65 % de la producción de fertilizantes y plaguicidas. Se contaminan y destruyen los suelos. Comemos alimentos con conservantes cancerígenos, que vienen de ocho mil kilómetros de distancia, pudiéndolos producir aquí y más sanos. Muchos trabajadores salen de sus lugares de trabajo para los hospitales. Los ejemplos sobran, en Venezuela la lucha del Estado contra el paludismo, fue por un mandato de las petroleras, para garantizar la existencia miserable de su fuerza de trabajo. Cargill, Monsanto y Novartis, son propietarias de medio planeta. Las inversiones no se hacen para ayudar a los pueblos, sino para lograr la máxima ganancia. El dinero público con frecuencia es usado por los privados. Tenemos millones de hectáreas excelentes para la agricultura, pero la mayoría están ociosas. Traemos alimentos desde seiscientos y setecientos kilómetros, pudiéndolos sembrar en nuestro estado (Aragua). La economía capitalista es “un fin en sí mismo”. Es un desorden “organizado” por el capitalismo.
Nuestra amazonia es de 8.150.000 Km2. Está integrada por ocho países. Contiene el 30% de biodiversidad del planeta, el 25% de agua dulce y el 30 de bosques. Alberga más de mil ríos, y es un pulmón para el planeta. Su existencia está seriamente amenazada. En Venezuela, el agua es más cara que la gasolina. Los imperios usando “la guerra preventiva”, buscarán materias primas donde estén al precio que sea. Las guerras venden armas, generan muerte, crean empleos, mueven capitales, controlan sociedades. EL CAPITALISMO NO TIENE ETICA, TIENE INTERESES.
Los países industriales tienen el 68% de sus aguas contaminadas. Hoy producimos el doble de basura de lo que se producía hace diez años. Estados Unidos y China producen el 65% del CO2, responsable del recalentamiento del planeta. El capitalismo es un despilfarro, un derroche. Si el mundo consumiera al ritmo brutal de los Estados Unidos, en décadas podría estar amenazada la existencia humana en el planeta. Las transnacionales que producen o controlan los alimentos, son los mismos que producen tóxicos y armas para masacrar pueblos, que controlan medios de comunicación para domesticar, que dominan la banca, las bolsas de valores, actividades turísticas, deportivas, y artículos para los hogares. Nada o casi nada escapa a su control. Los Estados-nación quedan sujetos a sus designios, para éste propósito financian a políticos corruptos, que desde los cargos, servirán a los intereses de sus amos. Incapaces los gobiernos de tener correctas políticas de suministros de aguas públicas, el camino se abre con facilidad para la privatización de este vital liquido. Se habla de la libertad de mercado, de “la mano invisible” reguladora, cuando en verdad operan sólidos grupos económicos monopólicos.
El desorden urbanístico aumenta la contaminación. Las ciudades son espacios inhumanos y agrestes, llenos de vehículos y comercios. El ciudadano se despersonaliza y se desconoce así mismo. El consumo es transformado en consumismo por los medios de comunicación. Se usa el sicoanálisis, los “reflejos condicionados” y las armas del conductismo, para impulsar el consumo patológico en las personas. El capitalismo es ya, algo más que mercado; es control absoluto del comportamiento humano. Los vertederos de basura crecen y son incapaces de poder dar respuestas deseadas, ante tal locura consumista. En Venezuela con insólita irresponsabilidad, vociferamos que importamos más de 45 mil millones de dólares al año, en estupideces. Llegamos a asociar la felicidad, al tener y consumir. El llamado desarrollo y modernidad es explotación acelerada de la naturaleza, y muerte lenta de la especie humana.
O cambiamos este modelo capitalista, o moriremos con él.
Historiador y profesor universitario.
Jesusm_vivas@hotmail.com