Los días 26, 27, 28 y 29 de julio del año en curso se reunirá en Caracas el Tercer Congreso (Primero ordinario) Nacional del Partido Socialista Unificado de Venezuela/PSUV. Se trata de una de las organizaciones políticas más influyentes de América Latina, fundado a iniciativa del Presidente Hugo Chávez. El Psuv fue constituido en marzo de 2008, tiene ya 6 largos años y agrupa en sus filas a más de 6 millones de ciudadanos. Es un partido de masas que cubre todo el territorio nacional y tiene bajo su responsabilidad la dirección estratégica del Estado.
Dicho evento se convertirá en un acontecimiento de gran envergadura dadas las repercusiones de los debates y las determinaciones que apruebe para profundizar la transición al socialismo y la democracia participativa.
En la pagina Web del Psuv (Ver: http://www.psuv.org.ve/congreso-partido-socialista-unido-venezuela/), han sido publicados los principales documentos que contienen el ideario y las tésis programáticas que dan soporte a los debates preparatorios del máximo certamen de los revolucionarios venezolanos.
El Congreso ocurre en una coyuntura muy compleja, marcada por las acciones violentas de la oposición ultraderechista, ocurridas desde el 14 de febrero, fecha desde la que se han presentado ataques terroristas y criminales contra la sociedad y las instituciones gubernamentales en el marco de un plan promovido por los Estado Unidos, las multinacionales, la ultraderecha colombiana y la Oposición, para derrocar el Presidente Maduro y destruir las instituciones democráticas organizadas sobre la Constitución de 1999; estrategia que materializa una modalidad reciente de golpes de Estado conocidos como "blandos/suaves", ejecutados mediante guerras mediáticas, sabotaje económico e invasión de paramilitares y mercenarios, que afortunadamente no han logrado manipular al pueblo para involucrarlo.
Igualmente se da en un contexto de grave crisis económica que se refleja en altas tasas de inflación, escasez alimentaria, desabastecimiento, inseguridad urbana, desajustes cambiarios, baja producción, corrupción estatal y contrabando de combustibles y alimentos por la frontera occidental.
Crisis que la administración del Presidente Maduro y su gobierno han avocado mediante medidas de control de precios, reformas estatales con la Ley Habilitante para fortalecer las Misiones Sociales, acción enérgica de la Fuerza Pública para sofocar el ataque terrorista, control judicial para sancionar a los autores intelectuales de la destrucción criminal de los bienes públicos, y a través de ofensivas políticas que incluyen el diálogo con los sectores opositores que dicen acogerse a las reglas de juego consagradas en el texto constitucional. Diálogos que han concretado consensos en materia económica para la definición del rol de la empresa privada en una economía mixta, procesos de unificación cambiaria, entrega de divisas para importaciones no liquidadas, aplicación de la Ley del trabajo, ajustes racionales de precios y ganancias razonables.
El primer semestre del 2014 ha sido una dura prueba para el proceso de cambios en la sociedad venezolana. La ultraderecha fascista opone una resistencia formidable, abierta o subterránea, violenta o pasiva hacia el socialismo y la Izquierda que aún presenta vacíos en el arte de gobernar y dirigir, dejándose atrapar por el burocratismo, la ineficiencia y la ineficacia administrativa. Y la revolución es una cosa grande y tremenda, no es un juego de diletantes o una aventura romántica, como lo piensan algunos.
Son los ingredientes que dan trascendencia al Tercer Congreso del Psuv y generan gran expectativa por las orientaciones y políticas que allí se tracen.
Dado el papel estratégico del Partido Socialista en el rumbo que seguirá en los próximos años uno de los Estados más poderosos de la región y de la economía mundial por sus enormes reservas petroleras, resulta conveniente aproximarse a una reflexión sobre uno de los asuntos cardinales del campo político como es el de su hegemonía política al interior de una nación con mas de 30 millones de habitantes y con una amplia influencia en el ámbito regional.
Uno de los retos centrales del 3 Congreso del Psuv es la consolidación de su hegemonía, de su capacidad de dirección política, intelectual y moral de la sociedad para excluir toda relación burocrática-militar con las masas.
En la construcción de dicha hegemonía es necesario considerar que el Psuv ejerce su liderazgo en una formación social en la que prevalecen las relaciones capitalistas de producción; que las fuerzas revolucionarias han conquistado el Estado, convertido en un campo de batalla y en una condensación de fuerzas enfrentadas, donde el bloque popular ha logrado importantes derechos políticos, sociales y económicos, en la perspectiva de hacer realidad un modelo socialista democrático, propio del siglo XXI y de la especificidad nacional venezolana y latinoamericana.
En este trabajo analítico retomo enteramente las tésis formuladas alrededor del pensamiento de Antonio Gramsci sobre la materia, el gran revolucionario italiano, por escritores como la filosofa Christine Buci-Glucksmann (pensadora francesa concentrada hoy en el arte chino), en su texto Gramsci y el Estado, hacia una teoría materialista de la filosofía; el parlamentario europeo Hugues Portelli, en su texto Gramsci y el bloque histórico; de Luciano Grupi, de Perry Anderson y de Jose Arico.
La hegemonía política.
La categoría de hegemonía política gramsciana involucra otras nociones como aparatos de hegemonía, partido e intelectuales.
Se trata de profundizar y ampliar una nueva práctica de la política, en la línea del método enseñado por Maquiavelo para hacer política, que parte de la conciencia de que la política tiene autonomía propia , obedece a sus propias leyes, que no pueden provenir de la moral sino que funda una nueva moral, una moral inmanentista, cuyo fin no es la salvación del "alma individual" sino de la colectividad estatal. En que la violencia y el engaño, cuyo uso es teorizado y justificado, se vuelven en realidad contra las clases ultraderechistas y reaccionarias, contra la burguesía oligopólica, no contra el pueblo.
Señalemos en primer lugar que la hegemonía es la capacidad de dirección, de conquistar alianzas, la capacidad de proporcionar una base social al Estado popular. Es la capacidad de unificar a través de la ideología y de mantener unido un bloque social que, sin embargo no es homogéneo, sino marcado por profundas contradicciones de clase. Significa un cambio radical, no solo en la política, la cultura, la filosofía y su práctica sino en las instituciones. La hegemonía se constituye a través de la diferenciación de las funciones de dirección respecto de las funciones de dominio.
Un elemento constitutivo de la hegemonía es el compromiso, la capacidad para sacrificar ciertos intereses, para matizar la propia forma de ver el mundo. La hegemonía se manifiesta así como un continuo formarse, superarse de equilibrios inestables entre los intereses del núcleo fundamental y los de los grupos subordinados, equilibrios en los que los intereses del grupo dominante prevalecen hasta cierto punto, o sea no hasta el burdo interes económico-corporativo.
Una clase es dirigente y dominante mientras con su acción política, ideológica, cultural, logra mantener junto a si un grupo de fuerzas heterogéneas e impide que la contradicción existente entre estas fuerzas estalle, produciendo una crisis dominante y conduciendo a su rechazo, el que coincide con la crisis política de la fuerza que está en el poder.
Es por eso que hablar de hegemonía es hablar de imaginario social compartido. Si decimos que un grupo social pierde hegemonía , lo que estamos haciendo es certificar que ya no cuenta con el respaldo del organismo social, que ya no es hegemónico, sino dominante, pues lejos de cohesionar el bloque histórico, se distancia de los ciudadanos, incapaz por mas tiempo de integrar a la sociedad.
Gramsci afirma que la supremacía de un grupo social se manifiesta de dos modos, como dominación y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a someter hasta con la fuerza armada, y es dirigente de los grupos afines y aliados.
Lo importante es que un grupo social puede, y también debe ser dirigente ya antes de conquistar el poder central gubernamental de la sociedad. Es esta una de las condiciones principales para la propia conquista del poder. Después, cuando ejerce el poder y también lo mantiene firmemente en sus manos se convierte en dominante, pero debe continuar siendo tambien dirigente.
Aquí junto a la noción de hegemonía viene inmersa la de supremacía. La supremacía es dominio y dirección. Puede decirse que es dominio y hegemonía. La supremacía de un grupo social se manifiesta de dos maneras, como dominio y como dirección intelectual y moral. Un grupo social es dominante de los grupos adversarios que tiende a liquidar o a someter incluso con la fuerza armada y es dirigente de los grupos afines y aliados. La hegemonía es así el predominio en el campo intelectual y moral , diferente del "dominio" en el que se encarna el momento de la coerción. Pero esa "dirección" tiene raíces en la base, componentes materiales junto a los "espirituales": no hay hegemonía sin base estructural, la clase hegemónica debe ser una clase principal de la estructura de la sociedad, que puede aparecer como la clase progresiva, que realiza los intereses de toda la sociedad.
La hegemonía avanza al afirmarse la capacidad de dirección política, espiritual y moral de la que, hasta ayer, era una clase subordinada. La clase social hasta ayer subordinada se convierte a su vez en dirigente cuando sabe indicar concretamente la solución de los problemas; tiene una concepción del mundo que conquista nuevos adherentes , que unifica los sectores sociales que se forman en torno suyo. Tiende a captar la adhesión de otros grupos sociales mediante el consenso, por medio de la expansión de una visión del mundo compartida.
Hegemonía social propia no del gobierno político o "dominio directo", sino relativa al consenso espontáneo dado por las grandes masas de la población a la dirección de la vida social impuesta por el grupo gobernante.
El ejercicio normal de la hegemonía se caracteriza por la combinación de la fuerza y el consenso, que se equilibran en formas variadas, sin que la fuerza rebase demasiado al consenso, o mejor tratando que la fuerza aparezca apoyada por el consenso de la mayoría que se expresa a través de los órganos de la opinión pública -periódicos y asociaciones-, los cuales, con ese fin, son multiplicados artificialmente. Entre el consenso y la fuerza está la corrupción-fraude (que es característica de ciertas situaciones de ejercicio difícil de la función hegemónica, presentando demasiados peligros el empleo de la fuerza), la cual tiende a enervar y paralizar las fuerzas antagónicas atrayendo a sus dirigentes, tanto en forma encubierta como abierta, cuando existe un peligro inmediato, llevando así la confusión y el desorden a las filas enemigas
El terreno esencial de la lucha por la hegemonía política se sitúa en la sociedad civil, el grupo que controla la sociedad civil es el grupo hegemónico y la conquista de la sociedad política remata esa hegemonía extendiéndola al conjunto del Estado. La hegemonía es primacía de la sociedad civil sobre la sociedad política. El aspecto esencial de la hegemonía de la clase dirigente reside en su monopolio intelectual, es decir, en la atracción que sus propios representantes suscitan entre las otras capas intelectuales. El nivel de sociedad civil corresponde a la función de hegemonía que el grupo dominante ejerce en toda la sociedad. En un sistema así, la clase fundamental a nivel estructural dirige la sociedad por el consenso que obtiene gracias al control de la sociedad civil; este control se caracteriza fundamentalmente por la difusión de sus concepciones del mundo entre los grupos sociales -que deviene así sentido común- y por la constitución de un bloque histórico al que corresponde la gestión de la sociedad civil. La hegemonía jamas es total y un mismo grupo puede ser simultáneamente dirigente y dominante.
La hegemonía es ejercitada unificando un bloque social, creando una alianza política de un conglomerado de clases sociales diferentes, que por sí misma no es homogénea, mediante una política, una cultura y una ideología o un sistema de ideologías que impidan que los contrastes de intereses, permanentes hasta cuando sean latentes exploten, probando desde el principio la crisis de la ideología dominante y luego una consiguiente crisis política desde el interior del sistema de poder.
La hegemonía tiende a construir bloque histórico o sea a realizar una unidad de fuerzas sociales y políticas diferentes y tiende a mantenerlo unido a través de la concepción del mundo que ella ha trazado y difundido.
La lucha por la hegemonía debe involucrar a todos los niveles de la sociedad: base económica, la superestructura política y la superestructura espiritual.
Los aparatos de la hegemonía.
Agreguemos que además de este concepto está el de aparato de hegemonía, completado por el de estructura ideológica de clase. El aparato de hegemonía califica y precisa al concepto de hegemonía, entendido como hegemonía política y cultural de la clase dominante. Conjunto complejo de instituciones, de ideologías, de prácticas y de agentes, el aparato de hegemonía no encuentra su unificación sino en una expansión de clase. Una hegemonía se unifica solamente como aparato, por referencia a la clase que se constituye en y por mediación de múltiples subsistemas: aparato escolar, aparato judicial/penitenciario, aparato cultural, organización de la información, del marco de vida, del urbanismo, sin olvidar el peso específico de aquellos aparatos eventualmente heredados de un modo de producción anterior (del tipo de la iglesia y sus intelectuales), enfoque que evita la trampa del institucionalismo a la manera de Weber (preeminencia de las instituciones sobre las prácticas), dado que el aparato de hegemonía esta traspasado por la preeminencia de la lucha de clases.
La escuela como función educativa positiva y los tribunales como función educativa represiva y negativa, son las actividades estatales más importantes en tal sentido. Pero en realidad, hacia el logro de dicho fin tienden una multiplicidad de otras iniciativas y actividades denominadas privadas, que forman el aparato de la hegemonía política y cultural de las clases dominantes.
La constitución de los aparatos productores de hegemonía atraviesan la esfera estatal y privada, para articularse en un accionar disperso en su forma pero con un sentido unitario en su contenido. El Estado tiene y pide el consenso, pero también lo educa por medio de las asociaciones políticas y sindicales, que son sin embargo organismos privados, dejados a la iniciativa privada de la clase dirigente.
Aparece así la construcción cotidiana del consentimiento otorgado al orden social imperante.
El partido revolucionario.
Es necesario poner de relieve que el desarrollo político del concepto de hegemonía representa un gran progreso filosófico, además de un progreso político práctico, porque necesariamente implica y supone una unidad intelectual y una ética conforme a una concepción de la realidad que ha superado el sentido común y se ha tornado crítica, aunque solo sea dentro de límites estrechos.
Pero aquí surge un interrogante, si la hegemonía es la superación de la contradicción entre la práctica y la teoría ¿Quién debe ser el mediador, ya que esa unidad no se produce automáticamente, sino que es el resultado de todo un proceso y de una dinámica de lucha entre diferentes hegemonías?. El unificador de la teoría y la práctica, el demiurgo (hacedor de la humanidad) si se quiere, es el partido. Se trata del príncipe moderno, unificador y un gran reformador intelectual y moral. Hoy, aún, es el partido revolucionario el que crea una voluntad colectiva; el partido es la primera célula en la que se resumen los germenes de la voluntad colectiva que tienden a devenir universales y totales en el sentido de que en el partido hay ya una visión total de la sociedad, una visión de lo que debería ser la sociedad del mañana. El partido está en esencia constituido por tres elementos. Por un estrato que adhiere a la organización esencialmente por fe, por entusiasmo, sin una precisa conciencia critica y sin una gran capacidad unificadora, organizadora. En segundo lugar está constituido por el elemento de cohesión principal, centralizado en el campo nacional, que transforma en potente y eficiente a un conjunto de fuerzas que abandonadas a si mismas, contarían cero o poca mas. Este elemento está dotado de una potente fuerza de cohesión que centraliza y disciplina y sin duda a causa de esto está dotado igualmente de inventiva. Es verdad también que un partido estar formado solamente por este elemento, el cual, sin embargo, tiene más importancia que el primero para su constitución. Se habla de capitanes sin ejércitos, pero en realidad es más fácil formar un ejército que formar capitanes. Después de este elemento cohesivo de carácter nacional, existe un tercer estrato, intermedio, que enlaza el núcleo dirigente con la base, dice Gramsci.
Los tres elementos son indispensables para que exista el partido revolucionario. Pero el elemento inicial, sin el cual no puede comenzar a vivir un partido, es el que realiza la síntesis critica, el capitán que crea el ejército.
Lenin afirmaba en Un paso adelante, dos pasos atrás (1904) que el partido revolucionario no se construye de abajo arriba, sino de arriba abajo. Esta afirmación no obedece a una visión burocrática o disciplinaria del partido, sino a la exigencia de poner de relieve el momento de la conciencia, del conocimiento critico. Por arriba, Lenin entendía el Congreso, como instancia suprema, síntesis general. El modo como Lenin subraya con fuerza que el partido es el momento de la conciencia, de la síntesis crítica, la fuerza organizadora capaz de cohesionar las masas, sigue vigente.
Los intelectuales.
Añadamos que uno de los aspectos esenciales de un sistema hegemónico coherente consiste en la construcción de un poderoso "bloque ideológico" en el que los intelectuales juegan un papel central. Una hegemonía se construye si tiene sus cuadros, sus elaboradores. El intelectual es el cuadro de la sociedad, más exactamente, el cuadro de un aparato hegemónico
Crisis de la hegemonía.
Agreguemos, finalmente que, la crisis de la hegemonía se manifiesta cuando, aunque manteniendo el propio dominio, las clases sociales políticamente dominantes no logren más ser dirigentes de todas las clases sociales, o sea no logren resolver los problemas de toda la colectividad e imponer a toda la sociedad la propia concepción del mundo. La clase social subalterna si logra indicar concretas soluciones a los problemas dejados sin solución se vuelve dirigente e, incrementando su propia cosmovisión también a otros estratos sociales, crea un nuevo bloque social, volviéndose hegemónica. Un retroceso hegemónico se escenifica: a) en una crisis orgánica bien por el fracaso de la clase dirigente en alguna empresa política, bien por la pérdida de confianza de amplios sectores populares (campesinos e intelectuales de clase media) ; y b) en una disgregación entre lo social y lo político que refuerza el papel represivo del Estado.
A manera de conclusión digamos que el principal desafío para el Tercer Congreso del Psuv es consolidar su hegemonía política en la sociedad y eso necesariamente implica avanzar en la transformación del Estado, en la expansión de un sistema comunicacional popular y en la superación de la grave crisis económica que vive la sociedad, la cual golpea con crudeza las condiciones sociales de millones de seres humanos.