Reflexiones a propósito de un tiempo nuestro

Entre la nostalgia y la dignidad

La nostalgia puede llegar a ser un lugar común. Pero no. Eso no nos sirve sino para el día siguiente de un punto de giro impostergable, y luego como justificación de la parálisis, esa que lleva unos cuantos años con las manos extendidas esperando nos caiga encima la dádiva, el sobrante de un país. La nostalgia no sirve para hacer revoluciones, pues estas son en gran medida pasión desbordada del colectivo haciendo a la fuerza lo que guardó durante años, o siglos, como una espina clavada en las costillas, las revoluciones se hacen con la rabia, el asalto y la determinación; y por ser escenarios tan límite las revoluciones se aguantan de una inmensa dignidad. Y quizá también es esta dignidad lo único que es capaz de sostener a los hombres-mujeres ante los sucesos más adversos de su vida, estos límites muchas veces ni siquiera tienen que ver con los dolores de su cuerpo, sino con otros dolores, mucho más difíciles, los que tocan el sentido de la existencia, la razón primera, el impulso de nuestra hoja de ruta. Lo saben los compañeros y compañeras que fueran sometidas a tortura durante la cuarta república, sobrevivientes hoy de los mismos que enarbolan su cara "democrática" y prometen un cambio para el país, como si el país fuese un sancocho y ellos viniesen a poner la carne. La ética. La categoría que configura la acción y autorregulación del hombre-mujer, su devenir haciendo en cuanto a él/ella misma y en cuanto a l(a)s otr(a)s. En el campo minado que hoy pisamos, esto y la dignidad sea quizá lo único que pueda ir configurando un movimiento de pueblo que reivindique su condición guerrera y revolucionaria ante el fascismo de la derecha y la política muerta de un gobierno reformista y corrupto, cada vez más distante de las exigencias populares.

Vaya a saber usted si la ética y la dignidad se construyen con resabios de la memoria o no. Hoy, después de una histórica contienda electoral podríamos decir que no, y alegar al razonamiento que ha justificado los peores crímenes de la humanidad, ese que dice que los pueblos ignorantes olvidan. Pero no. Un reducto de la población, una masa votante que antes votó por los adecos, después por Chávez y ahora por la Mud, representan un porcentaje poblacional al que el chavismo no supo cómo sostener ni con los beneficios sociales; otra dato, la conciencia de clase no surge por generación espontanea ni entregando celulares y tabletas. Ellos no olvidaron, pues jamás se colocaron en el lugar de la identidad de los jodidos, eso sí logró el rentismo y los adecos, internarse en las venas de un pueblo para sostenerlo de pan y de circo, y el chavismo le siguió línea. Pero acá no sólo hubo gente que fue a votar porque cree que la Mud le va a resolver el mercado de la quincena próxima y los estrenos de fin de año. Acá hubo otras determinaciones que hicieron posible un resultado electoral como el que tenemos hoy, donde es posible un Ramos Allup remix, razones de un pueblo que no olvida.

Entonces hablaremos en estos términos. Porque nadie es ajeno al ser al que le escribe, y en este caso importa entendernos desde la hermandad de los jodidos de la tierra, unos más de quinientos años nos hacen parte del mismo parto. Doy razón y respeto a la tristeza del "nosotros" que somos, y seremos en la medida de lo entregado y también como no, de lo perdido a lo largo de nuestra historia de lucha, y cuando me refiero a lo perdido no cuento unas elecciones u otras, hablo de luchas de años, reales, donde hemos tenido que retroceder, anidarnos al centro para recuperar la fuerza, los años 90 podrían ser un buen ejemplo. Claro que es triste, profundamente quebrante, ver a esclavo aplaudir la mueca del patrón, o peor aún, ver al esclavo aplaudir la propia mueca que el patrón le obligo hacer. La historia de los pueblos no se miden por votos, y sin embargo, acá unos tantos millones (de pobres) fueron a besarle la mano al amo, una vez más, legitimando su existencia, apoyando a sus representantes. Las preguntas, ¿votar por el bando contrario no era también en el fondo besarle la mano al amo, uno que es "menos" nefasto? ¿Será tiempo de dejar correr en nuestras narices el agua estancada por culpa y gracia de nuestro miedo, por culpa y gracia de los mayores chantajes a los que hemos sido sometidos a voluntad de no ser víctimas, una vez más, de la historia de las derrotas, las verdades? Sí, porque sentirse representado por un Diosdado Cabello, siendo revolucionarios, por más táctico que se pretenda ser, es quebrar nuestra propia ética de vida, es caer en la limitación del caballo con gríngolas que ante dos barrancos se lanza por el que cree que le romperá una pata y no las cuatro. ¿Cuándo permitimos que nos redujeran el mundo, la posibilidad de ser libres, en este mapa adverso y asqueroso, profundamente triste, repito, de lanzarnos porque sí, porque el cielo que nos mueve anda perdido, y porque no hemos sido capaces de soñar la posibilidad de cabalgar hacia arriba, en la fiera determinación de ser más que un instrumento de carrera? O es que en serio nos comieron la cabeza (el corazón quizá) con un tabulador que mide la cantidad de voluntades que tiene un pueblo para escoger su destino, cuando lleguemos a la meta y sepamos que no existe victoria final, entonces volveremos de nuevo a hacer la carrera, sobre el mismo suelo pisado y malgastado que ni siquiera en nuestro; porque si hay algo que no debemos olvidar es que las democracias burguesas jamás fueron pensadas para los jodidos, por tanto tampoco sus reglas, y que los Estados jamás fueron pensados para la libertad de todos los hombres y mujeres, por tanto tampoco sus instituciones.

Aquí no hay cierre posible, ni consejo, ni solución en sí misma, esos recetarios se acaban cuando queda todo por hacer, desde hace tiempo ya que queda todo por hacer. Sólo invito a los que ahora están llamando al reimpulso, a la rectificación, al rearme de las fuerzas, que pensemos esta vez desde dónde pisamos, con quiénes nos aliamos, a quién legitimamos, dónde está el terreno nuestro, el cielo propio. Por ahora, y como siempre, volvamos a tener como premisa la ética y la dignidad de los nadie. ¿Seremos capaces de deslastrarnos de este hipódromo al que nos han condenado, o seguiremos tirándonos por el barranco que sólo nos quebrará una pata y no las cuatro?



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Aquarela Padilla

Venezolana. Escritora, productora audiovisual y guionista. Feminista. Formación en literatura, televisión y documental. Experiencia en gestión cultural, investigación y comunicación.

 aquareladelsol@gmail.com

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